LITERATURA › ANDREA FERRARI Y SU NUEVO LIBRO, LA VELOCIDAD DE LA MUSICA
La autora de las premiadas El complot de Las Flores y El camino de Sherlock le da forma a un atrapante policial que se desarrolla con una redacción como escenario principal, lo que le permite además buscar “una mirada más realista” sobre los medios.
› Por Karina Micheletto
Sol Linares creció en la redacción de un diario, su padre es el jefe de esa redacción y su madre murió cuando ella era chica, en un confuso tiroteo del que no ha podido saber mucho. Es una adolescente parecida a muchas y diferente a muchas: solitaria, algo cínica, no tiene amigos de su edad, se lleva mejor con gente más grande, como ese chico por el que comienza a sentir algo que no puede definir bien. Inteligente y lectora, también quiere ser periodista, aunque su padre no está de acuerdo con la idea. Sin buscarlo, irá metiéndose a desentrañar una historia en la que hay un paparazzo asesinado y un ídolo pop desaparecido, entre otros ingredientes. Sol Linares es la protagonista de La velocidad de la música, la nueva novela de Andrea Ferrari, en la que la autora despliega su capacidad para construir una historia atrapante que, desde el policial, desborda hacia otros géneros a medida que se desarrollan la trama y los personajes, para nada lineales ni simplificados.
Editada por Alfaguara, La velocidad de la música es una novela cuyos destinatarios podrían encuadrarse en un público joven (la J de la LIJ, esa Literatura Infantil y Juvenil que tiene su sector aparte en las librerías) pero que, como ocurre con toda buena obra, abarca también a otras edades. Y es también el primer libro de una serie que parte de Sol de noche, el blog desde el cual Sol termina desentrañando este caso policial y otros, como el que Ferrari ya está escribiendo para publicar el año próximo. “La idea con esta serie es que algunos hilos de la trama se resuelvan en cada libro –lo que refiere puntualmente al ‘caso’ policial– y otros se continúen. En este primer libro empieza y termina el enigma generado a partir de la muerte de un fotógrafo que cubre la visita del cantante pop. Pero otros hilos, como la intriga en torno de qué pasó con la madre de Sol, continúan en los libros siguientes. También el de las relaciones que va estableciendo la protagonista con otros personajes”, detalla la autora.
Además de escritora, Ferrari es periodista: trabajó en este diario durante más de quince años. Fue escribiendo un cuento para su hija –y luego otro, y otro, y después una novela, como relata en su “biografía no oficial”–, que abrió un camino que se continuaría en títulos como La rebelión de las palabras, No es fácil ser Watson, No me digas Bond, o los más recientes La noche del polizón, Los chimpancés miran a los ojos y Zoom. Hubo también un premio iniciático que marcó este nuevo oficio, el prestigioso Barco de Vapor de España por El complot de Las Flores, en 2003, al que le seguiría el Premio Jaén de Narrativa Juvenil por El camino de Sherlock.
–¿Cuánto de esa realidad cotidiana que vivió en sus años de periodista tomó para la historia de La velocidad de la música y cuánto modificó o dejó de lado?
–Tomé mucho de mi propia experiencia, por supuesto, para pintar la cotidianidad de un diario y la vida real de los periodistas. El diario de la novela no es el retrato de un medio en particular, sino uno ficticio, adaptado a las necesidades de la trama. Pero claro que usé el recuerdo de situaciones verdaderas e incluso aspectos de personas que se cruzaron en mi camino para darle cuerpo a la historia. Es lo que tiene de bueno escribir sobre un ambiente que uno conoce bien. La naturalidad que en otras historias se consigue, si se consigue, a fuerza de investigación previa, en estos casos fluye sola, a partir de flashazos de memoria, escenas que vuelven a la cabeza a medida que la trama avanza. No creo haber dejado nada de lado adrede, sino que sigo pensando en nuevos aspectos de los que hablar para los libros que continuarán la serie.
–¿Y qué le diría a su hija si le dice que quiere ser periodista, como ocurre con Sol y su papá, que no quiere saber nada del asunto?
–Si eso hubiera sucedido (mi hija ya optó por un camino profesional bien diferente), no habría tenido objeciones, todo lo contrario. En mi experiencia, el trabajo periodístico fue atractivo, variado, desafiante. Una buena época de mi vida. Las dudas del padre de Sol en la novela tienen que ver con otra cosa, sobre todo con lo que le sucedió a su mujer, que no conviene adelantar.
–Más allá de esta historia, ¿cuánto o qué del oficio de periodista se pone en juego en el oficio de escritora?
–En mi caso, bastante. Creo que sigo teniendo una mirada periodística cuando me acerco a un tema. De hecho, algunos de mis libros nacieron a partir de noticias. La noche del polizón, por ejemplo, inspirado en el caso de adolescentes africanos que llegaron al país escondidos en un barco. O Los chimpancés miran a los ojos, que surgió tras conocer un programa real del zoológico que tuvo bastante difusión en los medios. Y luego están las herramientas periodísticas que sigo usando en la etapa previa a la escritura, eso de ir con un anotador en mano a buscar relatos para usarlos como disparadores de historias.
–Sol, y también su papá, tienen una visión muy ácida del periodismo. Aquí no hay héroes ni estrellas, aunque sí pasiones y vocaciones puestas en juego. ¿Qué quiso contar sobre el oficio?
–Quise proponer una mirada realista. Me cansa ver en el cine, la televisión, y a veces también en la literatura, el retrato idealizado del periodismo. Hay una imagen heroica del periodista que busca desinteresadamente la verdad contra viento y marea. La realidad es un poco más matizada. Y sí, existe la pasión, el trabajo de investigación serio, la excitación por la primicia. Pero también existe la falta de escrúpulos, la invasión de la vida privada de la gente, la desidia en el chequeo de la información, la tergiversación de los hechos para adaptarlos a las propias necesidades. Las cosas se mezclan. Me interesan más los grises que los blancos y negros.
–Aparece también el tema de la construcción de la noticia: lo que ocurre cuando no hay nada para contar, el modo en que un tema desplaza a otro, el tratamiento de la primicia. ¿Esto surgió como consecuencia natural del relato o buscó expresamente abordar este tema?
–No es que yo me haya propuesto hacer una tesis sobre el periodismo actual. Lo que manda es la historia, que tiene su propio ritmo, el ritmo de un policial. Pero creo que, dado que la historia transcurre en un medio de comunicación, se enriquece mostrando cómo funciona. Por ejemplo, cómo se construye una noticia. No sólo en un diario, también en otros medios. Los adolescentes hoy quizá no lean diarios, pero están expuestos al constante bombardeo informativo de la televisión y las redes sociales. Creo que es interesante pensar cómo surge una noticia, cómo interviene la agenda propia del medio, los intereses del periodista, las relaciones, la necesidad de “inflar” un suceso menor porque no está pasando nada...
–Eligió incluir un ídolo pop, y la historia se mete también entre las fans que lo idolatran. ¿Cómo construyó estos personajes, que al final son muy queribles?
–Cuando decidí que el caso que enfrenta Sol girase en torno de un joven cantante pop, del tipo que genera el fanatismo adolescente, me puse a leer material y ver videos de grupos de este estilo, una experiencia un poco tóxica, que no recomendaría. Después pasé a leer sobre los fans, algo mucho más interesante, ya que uno se encuentra con búsquedas personales, esa cosa frágil del adolescente que va dando manotazos en busca de su identidad. El tema de los fans tiene muchas aristas. No es que sea nuevo, pero después de la explosión de Internet y las redes sociales el fenómeno cobró otra dimensión: hoy el pibe apasionado por algo, sea música, historietas, juegos, está en línea constante con otros con los mismos intereses en remotas partes del mundo y se generan rápidamente conexiones. También es interesante ver cómo ciertos grupos –las discográficas, por ejemplo, o los productores– utilizan este fanatismo en beneficio propio.
–¿Cómo planteó la historia? ¿Como un policial, una novela de aventuras, una historia sobre una adolescente atípica? Porque es un poco de todo eso...
–Pensé inicialmente en un libro de género policial y más específicamente del subgénero policial-periodístico. Pero a mí como lectora de policiales me gusta que una novela no se quede en el mero “caso”, que haya una exploración del contexto –en este caso, el medio periodístico– y una profundización de los personajes. En ese sentido, me planteo esta serie como una historia de iniciación, en donde la protagonista va pasando de adolescente a adulta, enfrentando desencantos, asomándose al mundo del trabajo, a las relaciones afectivas...
–¿Y recibió ya alguna devolución de sus lectores?
–Todavía es muy pronto. Las primeras reacciones tuvieron que ver con los lectores de libros anteriores. Tengo otra serie policial, iniciada con El camino de Sherlock y destinada a chicos algo menores que ésta. Esos libros me acercaron unos lectores conmovedoramente fieles y comunicativos, muchos de los cuales pedían que la serie siguiera. Quizás entonces Sol de noche haya surgido pensando en ellos, que ya crecieron y quieren más.
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