LITERATURA › UN TRIBUTO A HECTOR VIEL TEMPERLEY
“El cuerpo como un acento,/ los brazos sobre las chapas/ de un tanque, nadan muchachos/ la sombra de balaustradas./ La madre y el hijo miran,/ y los muchachos se marchan.” Estos versos de “Del niño que aprendió a nadar”, de Héctor Viel Temperley (1933-1987), tienen una cadencia irresistible. En el prólogo a la Obra completa del poeta, publicada por Ediciones del Dock, Tamara Kamenszain da en el blanco de una cuestión central. “De esta experiencia extrema de encontrarnos, cuerpo a cuerpo, con el ángel vivo de un escritor, saldremos cambiados. Estos versos, que condensan lo más certero de nuestra tradición, lo más extraño y familiar de nuestra lengua, ya nos están devolviendo, desde su espejo roto y precario, un adelanto en el tiempo de nuestros atrasos: para escribir después de Viel habrá que aprender a nadar.” Los escritores Osvaldo Baigorria y Ariel Idez organizan un homenaje al poeta hoy a las 19 en el auditorio del Museo del Libro y de la Lengua (Las Heras 2555). El investigador Juan Martín Bregazzi, sobrino nieto de Viel Temperley, leerá fragmentos de una biografía en preparación del poeta.
En “El nadador: homenaje a Héctor Viel Temperley”, también se proyectará un video con imágenes y fragmentos de cartas inéditas y se interpretará la obra Crol, de afinidad temática y estilística con la obra del poeta, dirigida y protagonizada por Verónica Schneck junto a los músicos Andrés Fayó, Iván Tkachuk, Lautaro Pane y Gonzalo Pastrana. Viel Temperley dejó de ser un autor secreto para ocupar un espacio central en la poesía argentina de las últimas décadas. Fogwill –que lo admiró tanto– inició el culto y contribuyó a que se lo empezara a leer más. Nunca presentó los nueve libros que publicó: Poemas con caballos (1956), El nadador (1967), Humanae vitae mía (1969), Plaza Batallón 40 (1971), Febrero 72-febrero 73 (1973), Carta de marear (1976), Legión Extranjera (1978), Crawl (1982) y Hospital Británico (1986). No le interesaba participar de ningún debate literario. Su elección fue escribir poesía y mantenerse al margen de cualquier rencilla poética de poca monta. “No hice ningún movimiento para acercarme. No estuve en ningún grupo. Siempre rehuí las presentaciones. Y hasta Carta de marear, que apareció en 1978, había publicado cinco libros... pero yo tenía la intención de romper mi poesía; la notaba demasiado rígida, como atada a un molde, a un principio, un medio, un fin: sabía qué iba a decir. Después (...) empezó a interesarme la poesía que me permitía no solamente esconderme sino evadirme y hacer un mundo, tener un mundo”, confesó Viel Temperley en la única entrevista que le hizo el escritor Sergio Bizzio y que el poeta ni siquiera llegó a ver publicada en el número 12 de la revista Vuelta Sudamericana porque murió a causa de un cáncer.
Poeta místico que disfrutaba del silencio de la naturaleza como de nadar, definía a Hospital Británico como “el libro de un trepanado”, en la entrevista con Bizzio. “El que escribió ese poema no existe más. Yo, en aquel entonces (no sabía que iban a darme rayos), salí volando con la cabeza abierta: iba a escribir. Se me ocurrió la solución de las esquirlas, lo ordené, escribí lo que habla de la muerte de mamá y el resto en el estado de un tipo que se había salido de la realidad porque tenía un huevo en la cabeza.”
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