LITERATURA › ENTREVISTA A LA ITALIANA MELISSA P.
Lejos de la provocación sexual de su anterior libro, hoy se declara “monógama”.
› Por Julián Gorodischer
Las últimas noticias sobre la escritora italiana Melissa P. la ubicaban en un buque con 40 marineros, llegando a Buenos Aires desde las costas africanas. Parecía la confirmación del marketing del sexo explícito narrado por adolescentes zarpaditas, que inauguró su primera novela Cien cepilladas antes de dormir e imitaron/continuaron (depende del cristal) la brasileña Bruna Surfistinha (de El dulce veneno del escorpión) y la argentina Cielo Latini (de Abzurdah, agregando la crónica de anorexia). En persona, la sintética Melissa se declara monógama y convencional; inaugura su etapa cauta que contrasta con su anterior derrotero de sexo descontrolado de menor de edad (y que obligó a la P. en lugar del Panarello de la cuna). Cruzada de piernas, melena carré, sin mirar a los ojos: ¿la bomba sexy dónde está? Y en la prosa (con mucho de autobiográfica, aunque transgredida con algunas cositas), ya no está vestida con sus bragas, ni probando con la chica, la travesti, la orgía y el viejo verde, como antes se narraba. Tu aliento, la novela que presenta hoy a las 19, en la librería Capítulo Dos del Alto Palermo, la confirma como personaje (Melissa) en el terreno del amor obsesivo y la monogamia.
Melissa P. y las jóvenes escritoras que la sucedieron cultivan un género híbrido que no es ni novela de ficción ni crónica, sino un intermedio que crece extraliterariamente cada vez que su autora anuncia una llegada en troupe con marineros. Aunque al desembarcar comente que sólo jugaron al ping pong. “Tanto se habló de si Cien cepilladas antes de dormir era autobiográfico o no que, en este segundo libro, quise tomarle un poco el pelo al lector –admite Melissa–. Justamente, narro cosas verdaderas y cosas que no lo son, cosas de mi vida, pero especialmente referidas a la infancia.” ¿Qué cuenta? Se alternan, en Tu aliento, el recuerdo de la niña infeliz y la adulta inestable, desdibujados como para que se pierda el registro de cuál es cuál, desplegando el universo interior y con un pretendido lirismo que no aparecía en la sequedad de la escritura de Cien cepilladas... “No lo he pensado demasiado –sigue–, pero no quería escribir la misma historia. Este segundo libro forma parte de una trilogía que se completará dentro de algunos años. Soy lo que mejor conozco, lo que puedo contar más libremente sin demasiados problemas ni pudores.”
Con una abeja en los cabellos me fui por las calles del mundo..., escribe la Melissa-protagonista de Tu aliento, en autoinspección espiritual constante tan alejada de ese tonito de antaño, cuando decía: El gemía debajo de mí, gritaba, y su orificio se ensanchaba, y yo lo veía rojo de tensión y de sangre. “Yo no cambié para nada, pero la que ha cambiado es mi vida. Y las cosas que hago. Cambió el hecho de que me mudé. Hago un trabajo que me permite estar en casa. Lo que pasa es que el primer libro fue escrito a los 16, fue parte de mi crecimiento. Y mis libros van creciendo junto conmigo –contesta Melissa–. No creo que el de Tu aliento sea un amor maduro porque el que cuento está lleno de inseguridades y obsesión. Cuando escribo lo único que me viene a la mente es la obsesión y el miedo; soy muy negra cuando escribo. No se me ocurre narrar las cosas lindas. Cuento cosas del pasado y del presente, y trato de crear una confusión en el lector, porque quiero embriagarlo.”
–¿Su maratón anterior la cansó?
–La Melissa de Tu aliento llega a una madurez sexual propia de quien tiene sexo con la persona que ama, diferente de la primera experiencia. Es un sexo melancólico, no tan duro como antes. Es abrirse con el otro, pero para que también afloren el miedo y el dolor. Para mí el sexo no es displacentero, pero sí para la Melissa protagonista. Seguramente muchos lectores esperaban un segundo libro como el primero. No era mi momento, la temática era otra. Quizá dentro de diez años pueda volver al sexo explícito.
–A los 20, convertida en una joven/vieja...
–Vieja no. Lo parezco, en las páginas del libro, porque la melancolía es un sentimiento adulto. No es típico de la adolescencia, donde se sufren temores, inseguridades.
La infancia quejumbrosa en Catania, la de la arquitectura en piedra negra, de lava, la deprimía. “Amo y odio a esa ciudad por igual –dice– y sin motivo.” En Roma, donde despliega el amor maduro en las páginas y la vida, se siente “como en casa”. Tuve un sueño muy bello..., estábamos Thomas, una niña y yo. Era nuestra hija..., sigue la prosa exclamativa de Tu aliento, ajena a la novela de aventuras, sin redención posible sino en tránsito algo más moroso hacia la propia interioridad. Melissa abandona el boom justo en el momento más rendidor de las adolescentes sexuadas/letradas. “Algunas son imitadoras, pero no las leo. Es un fenómeno mundial que hace que los adolescentes quieran contarse a través de la escritura para darla a conocer a sus padres. Yo cuento la experiencia cambiando ciertas cosas, porque me divierte hacerlo, porque lo que en realidad pasó queda para mí.”
–¿Y la travesía con marineros, su próximo libro?
–No..., tomé la decisión porque temo al avión. Y porque me parece más humano encontrar una lentitud en el viaje. Eramos ocho pasajeros y cuarenta tripulantes; miraba las estrellas, jugaba a las cartas, dormía mucho. ¿Fantasía sexual? No me reconocieron en absoluto; eran tan ignorantes que no tenían idea de lo que es un libro.
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