Jue 16.06.2016
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LITERATURA › RICHARD FORD GANó EL PREMIO PRINCESA DE ASTURIAS DE LAS LETRAS

Una prosa parsimoniosa y profunda

El creador del personaje literario Frank Bascombe se llevó el galardón español dotado con 50 mil euros, que en ediciones anteriores habían obtenido Leonardo Padura, John Banville, Leonard Cohen y Philip Roth.

El caballero de rostro afilado y mirada glacial –en el sosegado cielo de esos ojos se trasluce una pátina de tristeza– es un excepcional narrador, el hacedor de un personaje literario memorable: Frank Bascombe, un periodista deportivo que fracasó como escritor, devino agente inmobiliario y ahora sobrevive con su jubilación –al menos hasta el último libro–, asediado por calamidades y tribulaciones. El novelista y cuentista estadounidense Richard Ford, cultor de una prosa parsimoniosa y profunda, ha ganado el Premio Princesa de Asturias de Las Letras, dotado de 50.000 euros, reconocimiento que han recibido, en ediciones anteriores, el cubano Leonardo Padura, el irlandés John Banville, el canadiense Leonard Cohen y el estadounidense Philip Roth, entre tantos otros. “Cuando pensás que la literatura es lo más importante que podés hacer significa, en lo que a mí respeta, que tenés mucha ambición, y no hay diferencia entre lo que hago e hicieron autores como Chéjov o Cervantes, en el sentido de que es el mismo impulso. Yo no intento ser mejor que ellos; solo intento formar parte de la conversación. Ser un elemento más de esa conversación”, dijo Ford en una entrevista reciente.

“Los escritores escriben libros para los lectores; así que, cuando se reconoce a uno de nosotros, es un buen día, tanto para la escritura en su conjunto como para todos los lectores”, agradeció el escritor estadounidense de 72 años el Premio Princesa de Asturias de Las Letras, que le fue otorgado por ser un gran cronista “del mosaico de historias cruzadas que es la sociedad norteamericana”. El jurado ponderó la prosa del autor de las novelas El periodista deportivo (1986), El día de la independencia (1995), Acción de gracias (2006) y los relatos de Francamente, Frank (2015), todos protagonizados por Frank Bascombe y publicados por la editorial Anagrama. “El cuidado detallismo en las descripciones, la mirada sombría y densa sobre la vida cotidiana de seres anónimos e invisibles, conjugan la desolación y la emoción de sus relatos”, argumentó el jurado. Al igual que su admirado William Faulkner, Ford nació en la ciudad de Jackson (Mississippi), el 16 de febrero de 1944. La orfandad ensombreció su adolescencia. Tenía 16 años cuando su padre, viajante de comercio que solía ausentarse de su casa por largos períodos, murió de un ataque al corazón. La reacción inmediata de su madre, que tuvo que buscar un trabajo y no podía lidiar con ese adolescente descontrolado al que le gustaba robar autos y andar a las piñas, implicó cambiar el paisaje. Su familia decidió que lo más conveniente era que el joven Ford se fuera a vivir con sus abuelos a Montana, donde tenían un hotel. Parte de esa etapa está narrada en Flores en las grietas (2012), un libro de ensayos y textos autobiográficos publicados exclusivamente en español por Anagrama. Desmitificar las biografías de escritores permite suspender el prejuicio, tan generalizado, de que detrás de un escritor hay indómitos cerebritos de una inteligencia proverbial.

Ford, lo ha dicho en varias ocasiones, era disléxico y no muy buen estudiante. El ritmo sosegado y lento de su prosa, una especie de música registrada sólo por él, lo distingue de la estela literaria iniciada por Faulkner, Ernest Hemingway y John Steinbeck con que se lo suele emparentar. “La dislexia me provoca una considerable dificultad tanto en la escritura como en la lectura. Sólo para corregir una novela necesito como mínimo unos ocho meses. He sido muy poco precoz. De hecho, no me acerqué a la literatura hasta bien cumplidos los 18 años, cuando intenté estudiar Derecho y no funcionó, por lo que me matriculé en un curso de Escritura Creativa y así descubrí el placer que proporcionan la escritura y la lectura”. Un notable elogio a la lentitud, a tomarse su tiempo a contrapelo del vértigo mezquino de la industria el libro, emerge en sus páginas fatigadas. “Si hubiera escrito más y hubiera hecho menos pausas, no sólo me habría vuelto completamente loco sino que casi con toda seguridad habría demostrado ser peor narrador de lo que soy. La mayor parte de los escritores escribe demasiado”, confiesa en Flores en las grietas. Su primera novela, Un trozo de mi corazón, trata sobre dos perdedores desarraigados cuyos caminos se cruzan en una isla del río Misisipi. Luego publicó La última oportunidad y empezó a trabajar como periodista deportivo para Inside Sports, hasta que cerró, y lo rechazaron en la revista Sports Illustrated. Se podría decir que ese rechazo abonó el terreno para que saliera a escena el personaje Frank Bascombe con El periodista deportivo, sobre un escritor fracasado convertido en periodista deportivo que padece una crisis espiritual por la muerte de su hijo. Esta novela fue el principio de su consagración literaria. La revista Time la eligió como una de las cinco mejores novelas del año.

La segunda de la saga protagonizada por Frank Bascombe, El día de la independencia, lo convirtió en el único escritor en haber conseguido el premio Pulitzer y el Faulkner por la misma obra. “Empezar una novela equipado con una voz narradora que no sólo puede encarnar tus mejores habilidades sino que es también una voz que miles de lectores conocen y a la que dan crédito supone tener a tu disposición un rasgo formal que casi todos los novelistas se esfuerzan por conseguir y casi todos sin éxito; es decir, un personaje al que el lector va a escuchar”, explicó Ford las razones por las que regresó a la voz de Bascombe, un personaje que no es alter ego del escritor, como ha aclarado. Mi madre es otra pieza notable del narrador estadounidense, un texto de despedida a Edna Akin, su progenitora. “Hay algo, cierta esencia de la vida, que no surge con claridad de estas palabras. No hay palabras suficientes. No hay acontecimientos suficientes. No hay memoria suficiente para rememorar toda una vida y ponerla en orden, darle exactitud”, reconoce el narrador-hijo. Quizá de su producción más reciente la novela Canadá (2012) sea la más deslumbrante. “Primero hablaré del robo que nuestros padres cometieron. Luego sobre los asesinatos, que ocurrieron más tarde”, afirma la voz de Dell Parsons, joven narrador que tiene que cruzar la frontera de Canadá a raíz del asalto a un banco cometido por sus padres. “Esta es una novela de fronteras, porque en mi vida hay muchos acontecimientos relacionados con ellas. En Canadá está, por un lado, la frontera física entre dos países y, por otro, las que se establecen entre la adolescencia y la madurez, y entre la normalidad y la desviación. El protagonista acaba de cumplir los 16 años, la misma edad que yo tenía cuando perdí a mi padre. Fue un episodio muy triste de mi vida y marcó mi irrupción en la edad adulta, pero a la vez ese mismo hecho me mostró que la vida me brindaba oportunidades. A este chico le ocurre algo similar: está obligado a trasladarse a Canadá y ese hecho, que en principio se le aparece como algo negativo, le pondrá en bandeja una serie de oportunidades”, plantea el escritor.

La perplejidad que le inocula la pregunta por el trillado “sueño americano” vuelve retrucada en la respuesta de Ford. “El sueño americano no es distinto del sueño colombiano ni del lituano; es decir, que alguien se despierte por la mañana y siga vivo y que sus hijos sean felices y que nadie lo mate antes de acostarse. La verdad es que solo oigo hablar del sueño americano fuera de Estados Unidos, como si fuera distinto al del resto del mundo”. La situación política norteamericana le produce un desgarramiento dramático. “Quiero mucho a mi país, pero cada vez es más difícil quererlo. Es terrible cuando ves a un loco como (Donald) Trump que quiere convertirse en presidente. Es un criminal, un inmoral, y la posibilidad de que sea presidente es el absurdo total”.

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