Mié 26.10.2016
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LITERATURA › VíCTOR RODRíGUEZ NúñEZ INAUGURARá EL VII FESTIVAL DE POESíA “EN LA LETRA”

“Cuba es mi manera de mirar el mundo”

Mañana a las 17, el poeta nacido en La Habana y radicado en Estados Unidos presentará la antología El mundo cabe en un alejandrino, en el Museo del Libro y de la Lengua. “Cuando me retire y me canse de vagabundear, volveré a vivir en la isla”, asegura.

› Por Silvina Friera

La distancia no es el fin, sino el comienzo de una cercanía más intensa con la orilla cubana. Aunque el poeta Víctor Rodríguez Núñez nació en La Habana en 1955, sus padres lo llevaron primero a Trinidad y después a Cayama, a un barrio de inmigrantes gallegos, portugueses y japoneses. Ni un libro había en esa casa, ni siquiera la Biblia. Pero la poesía habitaba en las historias de su abuela Angélica, en la naturaleza desbordante del paisaje, en la oralidad efervescente del pueblo. Nunca se sintió perseguido, aun cuando el periodismo que practicó en la revista cultural El caimán barbudo molestaba al gobierno. No se fue de Cuba en 1992 por razones políticas, sino por necesidades económicas. Vivió en Colombia unos tres años hasta que en 1995 se trasladó a Estados Unidos por una beca para una maestría en Literaturas Hispánicas en la Universidad de Oregón. Luego obtuvo el doctorado en la Universidad de Texas en Austin, y desde 2001 es profesor en la facultad Kenyon College (Ohio). El poeta cubano, autor de despegue –se escribe con minúscula–, libro galardonado con el Premio Loewe, inaugurará mañana a las 17 el VII Festival Internacional de Poesía “En la letra” en el Museo del Libro y de la Lengua (Las Heras 2555) con la presentación de una antología de sus poemas El mundo cabe en un alejandrino, editada por Alción, junto con el poeta Enrique Solinas y el editor Juan Carlos Maldonado. “En la Letra”, festival organizado por la poeta Silvia Puente, contará con la participación de María Gutiérrez (España), Sonia Manzano Vela (Ecuador), Fernando Cazón Vera (Ecuador), Maritza Cino (Ecuador), Enrique Bruce (Perú); además de poetas argentinos como Mercedes Roffé, Cristina Piña, Daniel Mecca, Diego Muzzio, Diego Bentivegna, María Amelia Díaz, José Tcherkaski, Daniel del Percio, Darío Villalba y Federico Merhbald.

“Cuba es mi manera de mirar el mundo”, dice Rodríguez Núñez a Página/12. El poeta ha publicado los poemarios Cayama, Con raro olor a mundo, El último a la feria, Oración inconclusa, y una seguidilla con títulos en minúsculas: tareas, reversos, deshielos y desde un granero rojo, entre otros.

–El libro de poemas con el que ganó el premio Loewe, despegue, abre con una cita de Juan Gelman: “El alma despegada contempla/ las partes de sí que no partieron”. ¿Qué ha significado en su vida como poeta la poesía de Gelman?

–En uno de los libros finales de Juan, El emperrado corazón amora, hay un poema titulado “despegues”, y que está dedicado “A Kate, Miah, Víctor”. Se trata de mi compañera Kate Hedeen, de nuestra hija Miah y de mí. El poema comienza con las líneas que mencionas y habla de “la identidad desobediente”, una categoría que explica en profundidad mi experiencia. No había entendido el mensaje de Juan hasta que, a raíz de su muerte, releí el poema. Yo estaba en medio del luto de mi madre, Zenaida Núñez, y de inmediato me puse a escribir. Mi libro despegue es una conversación con esos dos seres queridos que perdí en poco más de un año, donde suelto la lengua sobre lo que pasa en Cuba. Juan con su poema me dio el tema y el tono, e incluso la forma: los sonetos sin rima que, como bien decía él mismo, no son falsos para nada. A Juan lo he estudiado, traducido al inglés y me hace tanta falta como Zenaida.

–Usted trabajó en El Caimán Barbudo, una revista que parece haber sido una especie de gran usina de escritores y poetas, entre los que se destacan Leonardo Padura y Abilio Estévez. ¿Esa revista fue un taller o una escuela de escritura?

–Sin dudas, El Caimán fue para nosotros una escuela superior, más importante que la universidad. En las aulas habíamos aprendido algo y también en el Taller Literario Roque Dalton –que organizamos nosotros mismos y según nuestros intereses– en la Universidad de La Habana. Pero El Caimán fue donde aprendimos a jugar al duro, sin caretas y sin guantes, en el terreno cultural y social. La más importante de todas las batallas que libramos fue contra el realismo socialista que se nos quería imponer, y la ganamos. A todos nos castigaron, de una manera u otra. Creo que hicimos un periodismo cultural de calidad, afirmativo pero crítico, y nos apoyaron numerosos escritores latinoamericanos, y en especial (Gabriel) García Márquez y (Eduardo) Galeano.

–¿Cómo es su relación y su vínculo con Cuba hoy? ¿Cómo escribe un poeta desde Cuba sin vivir en la isla?

–No soy un exiliado político, salí de Cuba para ganarme la vida y para echarle una mirada al mundo. Nací además con un corazón cosmopolita –por eso me gusta tanto Buenos Aires– que se sentía atascado en la isla. Nunca he roto mis relaciones con Cuba, donde tengo familiares y amigos, y de vez en cuando se publican mis libros. Paso allí al menos un mes al año y me mantengo bien informado de lo que pasa. Y por supuesto un día, cuando me retire y me canse de vagabundear, volveré a vivir en la isla. No soy nacionalista, pero Cuba es mi manera de mirar el mundo, todo lo veo en relación con su realidad y su proyecto. Y mientras más me alejo físicamente de sus costas, mi espíritu se le acerca más.

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