Mié 29.11.2006
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LITERATURA › EL COLOMBIANO EVELIO ROSERO GANO EL II PREMIO TUSQUETS DE NOVELA

La violencia en estado doméstico Cuando la pelota no dobla

En Los ejércitos, el escritor enfoca una historia particular que le permite abrirse a un problema endémico de su país. Así ganó 20 mil euros y otros 20 mil de la edición anterior, desierta.

› Por Silvina Friera

La avanzada de la literatura colombiana no se detiene. El bogotano Evelio Rosero ganó el II Premio Tusquets de Novela –dotado con 20.000 euros y una estatuilla de Joaquim Camps– con Los ejércitos, según se anunció en la Feria del libro de Guadalajara (México). En su primera edición, el año pasado, este premio fue declarado desierto, casi al mismo tiempo que Juan Marsé admitía que había elegido “al menos peor” en el Planeta España. Rosero se llevará los 20.000 euros que habían quedado acumulados de la anterior edición. El jurado integrado por el argentino Alberto Manguel, en calidad de presidente; Almudena Grandes, Alberto Ruy Sánchez, Francisco Goldman y Beatriz de Moura, en representación de la editorial, valoró “los indiscutibles méritos de una novela que de modo contundente presenta un asunto no por habitual menos difícil de tratar –la violencia arbitraria e irracional que asuela a un pueblo–, con singular elegancia y maestría no exentas de dramatismo”. En esta convocatoria se presentaron 439 manuscritos, de España (176), Argentina (159), México (76) y Miami (28). La novela se impuso sobre un escritor o escritora argentino/a que presentó El silencio del reloj, bajo el seudónimo Lorenzo Pinares.

En Los ejércitos, Rosero, ganador este año del Premio Nacional de Literatura en Colombia, narra la historia de Ismael, un profesor jubilado, y su mujer Otilia, quienes viven en un pueblo desde hace cuatro decenios. Otilia suele increpar a su marido porque a Ismael le gusta espiar a su vecina Geraldina, una sensual brasileña que se pasea desnuda por el jardín. Lo que podría parecer la parodia de un matrimonio en la vejez deviene una tragedia que los colombianos conocen de cerca, “sin necesidad de haber leído a los griegos”. El ambiente se enrarece y el miedo crece entre los vecinos por los secuestros y desapariciones de sus familiares más cercanos. Mientras la violencia aumenta, Ismael se entera de que alguien se había llevado al marido y al hijo de su vecina, la brasileña desnuda. Los ataques continúan: la violencia ya no tiene retorno. Los sobrevivientes optan por huir, antes de que sea tarde. Pero Ismael elige quedarse y esta decisión le revelará un destino oscuro e imprevisible.

“La novela está ubicada en un pueblo imaginario en Colombia, cualquier pueblo, cualquier aldea, sometida al conflicto tan desafortunado que estamos viviendo, me refiero sobre todo a los civiles, a la gente”, explicó Rosero desde Bogotá. Los ejércitos del título son “militares, paramilitares, guerrilla, narcotraficantes”, que influyen en la vida de los civiles. “Procuré no insistir tanto en los esclarecimientos políticos que mueven a estos ejércitos, sino en la consecuencia humana, en la gente de Colombia, que es la que pone los muertos”, agregó.

Rosero es autor de la trilogía Primera vez, integrada por Mateo Solo, Juliana los mira (publicada por Anagrama, en 1986, y traducida al sueco, noruego, danés, finés y alemán) y El incendiado (que obtuvo el Premio Pedro Gómez Valderrama a la mejor novela colombiana del quinquenio 1987-1992). Sus novelas posteriores, Señor que no conoce la luna (1992), Las muertes de fiesta (1995), Plutón (2000), Los almuerzos (2001) y En el lejero (2003), así como sus libros de cuentos Las esquinas más largas (1998) y Cuento para matar un perro y otros cuentos (1989) fueron tema de estudio y tesis universitarias. Publicó además obras para jóvenes y niños. En este género se destacan La duenda (1997, Premio Internacional Enka 2001), El hombre que quería escribir una carta (2002), recientemente traducida al italiano, y Cuchilla, Premio Iberoamericano Norma-Fundalectura 2000 de literatura para jóvenes.

En la revista cultural colombiana Número, el crítico Roberto Rubiano Vargas señaló que Evelio Rosero es “un narrador identificado con nuestra ciudad (por Bogotá, donde el escritor nació en 1958). Sus cuentos son experiencias vívidas, golpes certeros que de un tajo abren una mirada hacia los intersticios de esta realidad que tratamos de acotar y de entender. El lo consigue con gran sapiencia narrativa, como lo demuestra en Un beso frío, un cuento de personajes tristes, familia rota y desesperanza”, plantea. “La cantidad de aldeas y pueblos, además, que viven y sobreviven dentro de ella –dice Evelio explicando su oficio–, y que seguramente no conocemos aún en su totalidad, pero que sospechamos en sus calles más concurridas, en la plenitud de la noche o al mediodía, todo ese maremágnum humano, de culturas contrapuestas, pero que se complementan y enriquecen, hacen de cada uno de los rincones bogotanos un mundo distinto, disonante, que, unido, constituye el paisaje global de la ciudad y le da su identidad. Es natural que semejante discurrir humano sea causa definitiva a la hora de la creación literaria, si quienes abordan esta creación, por supuesto, son sus moradores, sus sentidores, día por día.”

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