Sáb 30.12.2006
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LITERATURA › JAVIER MARIAS, ESCRITOR Y ACADEMICO

“En el español hay una plaga de pomposidad insoportable”

El autor de Tu rostro mañana, integrante de la Real Academia Española, se queja de lo mal que se está hablando en España.

› Por Angeles Garcia *
Desde Madrid

En su casa madrileña tiene los ejemplares de la edición de Tu rostro mañana, que acaba de publicarse en el mercado anglosajón. Elegido a mediados de año para ocupar el sillón R de la Real Academia Española, Javier Marías habla de la aventura de las palabras, de su pasión por las excursiones etimológicas y de lo mal que se habla en España.

–Se ha dicho que sus novelas tratan de la aventura de las palabras.

–Un crítico francés dijo que mis novelas relataban aventuras del pensamiento. Soy un tipo de escritor que se preocupa por el estilo y el ritmo de la prosa, pero procuro no olvidar que la novela es una representación con diálogos, vicisitudes. Me asusta eso de aventura de las palabras porque la gente puede pensar “pues vaya rollo”. El protagonismo de la palabra se ha acentuado un poco más en Tu rostro mañana porque tiene la particularidad de que la mayor parte de la acción transcurre en Inglaterra. El narrador es español, pero hay personajes que no lo son. Ocurre que tienen conversaciones en español, pero hay observaciones sobre tal o cual palabra. Por ejemplo, el narrador dice que echó de menos una expresión en su lengua que es “sota, caballo y rey”, porque no conoce el equivalente en inglés. Eso siempre me ha gustado. En algún otro libro he hecho alguna excursión de tipo etimológico.

–La etimología le gusta mucho.

–Es un mundo fascinante. Me gusta pararme a pensar de dónde viene una palabra. Conrad, que era polaco y aprendió inglés a los 21 años, tenía un dominio de esa lengua, que para él era aprendida, muy novedosa porque lo hacía de forma oblicua, en el sentido de que recogía todos los diferentes ecos que tiene una palabra. En mis novelas hay una gran atención a las palabras de una u otra lengua. Cuando se habla más de una, se siente la carencia y la nostalgia de las otras.

–¿Qué lenguas domina?

–El inglés, que es de la única lengua que me he atrevido a traducir. Manejo bien el italiano y también el francés.

–¿Qué destino le espera al español?

–Veo un mal futuro. Me refiero siempre al español que se habla en España, no al que se habla en América, porque no lo conozco mucho. Lo más grave ha ocurrido en los últimos veinte años y poco puede hacer la Academia; es que se ha perdido lo que yo llamaría la instalación en la lengua. Tengo la sensación de que las palabras y la lengua no son algo que las personas tienen asido. Son algo que está flotando como un magma en torno de los hablantes. No hay una posesión verdadera. Antes se hablaba mejor o peor, con un léxico más o menos rico, pero la gente se expresaba con una cierta elocuencia siendo rico o pobre, instruido o analfabeto. Hoy mismo, en una entrevista para la radio, hablando del Real Madrid, equipo que me gusta y que está fatal, el periodista me ha dicho “no quiero restañarte en la herida”, cuando lo que quería decir era que “no quería ahondar en mi herida”. Esto es frecuentísimo. Se están perdiendo los verbos específicos. Otro ejemplo: hay quien dice “hazme un beso” en lugar de “dame un beso”. O hizo un crimen horrible, en lugar de cometió un crimen horrible. Se recurre al verbo hacer para casi todo. Se ha perdido el uso de palabras tan cómodas y fáciles de usar como “cuyo”. ¿Qué pasa con esta sopa boba en la que la gente parece flotar?

–¿Tiene todo esto que ver con la política de enseñanza bilingüe que desde hace tiempo se imparte en algunas comunidades autónomas?

–No lo sé. Puede que sí, aunque está demostrado que el bilingüismo no tiene que ser empobrecedor. Y el problema no ocurre sólo en Cataluña o en el País Vasco. En Madrid la gente habla como perros y los primeros son los políticos. Lo que dicen los políticos sale en los medios de comunicación todos los días, lo merezcan o no. Y aunque un político no sea una autoridad lingüística, sí tiene autoridad. La gente cree que si habla con la pomposidad o frases vacuas de los políticos va a ser más importante. Eso es una plaga. Y quiero añadir que, en estos últimos tiempos, los políticos se están metiendo en cuestiones que no les competen. ¿Quiénes son para decidir que se diga A Coruña y no La Coruña?, ¿o Lleida y no Lérida? La Academia sugiere, orienta y aconseja, pero no ordena. ¿Quién es un concejal o un libro de estilo para dar órdenes?

–¿Conoce alguna palabra que le haga ilusión ver en el diccionario?

–“Chafardear.” Se utiliza en el sentido de enredar, revolver, cotillear...

–¿Y palabras que no quisiera ver en el diccionario?

–No querría ni ver ni oír en ninguna parte todas esas palabras o frases que son producto de lo políticamente correcto (ciudadanos-ciudadanas). Hay que llamar a cada cosa por su nombre. Es como si yo, que soy zurdo, protestara porque en el diccionario la palabra zurdo figura junto a siniestro. Hay que dejar que la gente hable como quiera, según le dicte su sentido común. La lengua es una de las pocas cosas libres y gratis que tiene todo el mundo. La lengua te permite jugar con ella, hacer juegos de palabras. La creación de vocablos que no existen en el diccionario es permanente. Hace un par de semanas utilicé “alarmadizo” en un artículo. Es una palabra que se explica por sí sola (si alguien puede ser asustadizo, también alarmadizo) y a mí me suena bien. Y siguiendo con las expresiones absurdas hay una que se escuchó mucho en el Mundial, por ejemplo, y que es “la pelota al piso”, en lugar de “al suelo”. Es una expresión que no sé de dónde viene, pero que me pone de los nervios. Me repugna bastante leer palabras como “multidisciplinariedad”, que el otro día leí en un texto de un catedrático publicado en El País. Es una plaga de pomposidad insoportable.

–Hay manuales de cómo triunfar en la vida laboral en los que se recomienda el uso de ese tipo de lenguaje.

–No es porque ahora sea académico, pero tengo previsto escribir sobre ello. Ya hice uno que titulé algo así como “Guía para detectar farsantes”. Analizaba algunos usos y modos que estaban en boga. Escribí que el que usaba esos términos era alguien al que no había que tratar, que era alguien no fiable. Uno de los elementos principales que tenemos para detectar cómo es la persona que tenemos delante es el lenguaje que utiliza. Por cómo habla sabemos si es un hipócrita, un fascista, un estalinista.

–Y en el mundo del fútbol que tanto le gusta, ¿qué tal se habla?

–Mal. No es que su misión sea enseñar, pero a veces utilizan palabras absurdas u horrendas, depende del momento. Pero no creo que los deportivos sean peores que los demás.

* De El País de España. Especial para Página/12.

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