LITERATURA › HOY EMPIEZA LA XVI EDICION DE LA FERIA DEL LIBRO DE LA HABANA, CON LA ARGENTINA COMO INVITADA DE HONOR
El tradicional encuentro cubano, que se desarrollará hasta el domingo 18, tendrá una nutrida representación de nuestro país, con Osvaldo Bayer, David Viñas y Miguel Bonasso, entre muchos otros, como invitados. Habrá también un homenaje a Rodolfo Walsh y numerosas muestras culturales.
› Por Silvina Friera
Los fortísimos lazos literarios, culturales, históricos y afectivos entre la Argentina y Cuba se refrendarán simbólicamente en la apertura de la XVI edición de la Feria del Libro de La Habana, que comenzará hoy (ver aparte) con la Argentina como invitada de honor. Estas relaciones íntimas, lejos de ser una novedad, se remontan a fines del siglo XIX, cuando José Martí publicaba sus magistrales crónicas sobre los sindicalistas anarquistas de Chicago (Estados Unidos) en el diario La Nación. Desde entonces la intimidad de ese vínculo a uno y otro lado, entre la insularidad y la pampa, se fue ahondando con diferentes protagonistas. El escritor cubano Virgilio Piñera llegó en febrero de 1946 a Buenos Aires, donde residió, con algunas interrupciones, hasta 1958. Rodolfo Walsh fundó en La Habana la agencia de noticias Prensa Latina en 1959 y abrazó la causa revolucionaria. Ezequiel Martínez Estrada hizo una breve visita en 1960 para recibir el Premio Casa de las Américas, que había obtenido por su ensayo Análisis de la cultura. Y no volvió a ser el mismo: fascinado con los cambios que pudo percibir en la sociedad cubana, en septiembre de ese año regresó como director del Centro de Estudios Latinoamericano de Casa de las Américas, donde permaneció hasta 1962 organizando seminarios de investigación, dictando conferencias y estudiando la obra y la vida de Martí.
Mientras la Revolución Cubana construía una suerte de médula ósea antiimperialista en varios países latinoamericanos, en 1961 Victoria Ocampo echó al escritor José Bianco, histórico secretario de redacción de la revista Sur, por haber participado como jurado del Premio Casa de las Américas. Damián Tabarovsky, Vicente Battista y Jorge Boccanera, tres de los escritores argentinos que participarán en la feria, recordaron momentos y autores emblemáticos con Página/12. Una cartografía personal en la que se suceden nombres como los de Virgilio Piñera, Martí, Nicolás Guillén, el Che Guevara, Julián del Casal, Eliseo Diego y Cintio Vitier, entre otros.
La figura fundacional de Martí condensa en un mismo hombre al mayor pensador, el mayor escritor y al mayor político de su país. Como señala el poeta, novelista y ensayista cubano Guillermo Rodríguez Rivera en Por el camino de la mar, “los cubanos van a padecer permanentemente la frustración de no haber sido gobernados por el único hombre que ellos pensaban que lo merecía”. El poeta y ensayista agrega que “nunca tuvo la posibilidad de fracasar o corromperse”, y advierte que el drama que ha enfrentado Cuba al asumir esa herencia que califica de “maravillosa y abrumadora” es “el sentir la presencia de un hombre y un pensamiento acaso demasiado grandes para ella, acaso demasiado grande para el mundo”. Battista subraya que “Martí es el principio de Cuba”. Pero más cerca en el tiempo, el autor de Gutiérrez a secas prefiere subrayar el significado que tuvo la Revolución Cubana para la literatura latinoamericana. “El boom sin duda es producto de la revolución porque Latinoamérica empieza a interesarles a los europeos, especialmente a los españoles, a partir de esos ‘locos’ revolucionarios que están imponiendo una propuesta marxista leninista en el Caribe, y a metros de Estados Unidos”, explica Battista, que también menciona la revista Casa de las Américas, pero fundamentalmente la institución homónima que nuclea lo más importante de la literatura y del pensamiento latinoamericanos. “Hay un lazo indestructible que es el propio Che Guevara, que además era un gran escritor y lector”, opina. “Guillén es un poeta mayor para mi generación. Cuando teníamos veinte años, lo sabíamos de memoria; era casi una tarea obligada, por cierto una grata tarea”, admite.
Damián Tabarovsky plantea que si tuviera que optar por un escritor, el elegido sería Virgilio Piñera, “el último discípulo de la revista Orígenes, que dirigía Lezama Lima, pero al mismo tiempo rival, porque pertenecía a otra estética”, advierte. “Piñera participó de la traducción de Ferdydurke, de Witold Gombrowicz, una traducción de un escritor polaco al español, hecha por un cubano, y esta traducción marca un momento cultural interesantísimo: un polaco que leía su libro en voz alta y lo iba traduciendo al español, pero como hablaba bastante mal, Piñera y Adolfo Fernández de Obieta (el hijo de Macedonio Fernández) interpretaban lo que él decía y lo redactaban en un español bastante extraño porque había un cubano y un argentino. Pero (Ernesto) Sabato rápidamente se encargó de retirar esa traducción de la venta, contrató un traductor que supiera polaco y le quitó esa radicalidad que tenía la traducción original, porque no estaban traduciendo sólo literatura sino cultura”. Su entusiasmo por la figura de Piñera se prolonga mucho más allá de esta experimentación radical con la traducción de la novela de Gombrowicz. “Piñera escribió un artículo extraordinario sobre la literatura argentina, particularmente sobre Borges, al que llama un autor ‘tantálico’, en el sentido de que en un día de gran calor, te muestra un poco de agua y no te la da –compara Tabarovsky–. Es el primer artículo crítico contra Borges, pero no desde una posición ideológica como se estilaba en esa época. A Piñera no le importaba si Borges era de derecha, sino que planteó una crítica interna a los textos de Borges”. “Es curioso, porque al mismo tiempo que fue un escritor consagrado, sigue siendo un autor no tan presente, no sé si usaría la expresión de ‘culto’, pero lo cierto es que no tiene la presencia de un Lezama Lima, sin ser menor que él. Toda esa generación de las revistas Ciclón y Orígenes, básicamente, para mí es cumbre en la literatura latinoamericana”, afirma el escritor y editor de Interzona.
Esa generación de fines de los años ’40, ’50 y que también orbitó sobre los ’60 fue tan importante para Tabarovsky que dice que gracias a ellos, “Cuba llegó a ser un centro, casi equivalente a México y a Buenos Aires, que irradiaba literatura”. Aunque siempre hubo estrechísimos puentes entre Cuba y la Argentina, según Tabarovsky después de la revolución la literatura cubana entró en una suerte de diáspora y dejó de estar centrada únicamente en La Habana. “(Guillermo) Cabrera Infante se exilió en Londres; Lorenzo García Vega, en Miami. Quizá lo que ocurre ahora es que la literatura cubana tiene dificultades para ser difundida fuera de su país, y entonces por eso no sabemos muy bien lo que está pasando. Esos puentes se fueron cortando, es cierto, pero tal vez esta feria sirva para reanudarlos. Yo voy básicamente a eso: a conocer autores y a buscar textos”.
Jorge Boccanera fue el poeta más joven que ganó el Premio Casa de las Américas en 1976 con el libro Contraseñas. “A mí me marcaron José Martí, Nicolás Guillén, al que tuve la suerte de conocer, Eliseo Diego y Cintio Vitier”, enumera. “La poesía cubana está caracterizada por ser una fuente de gran diversidad, por el juego, por lo lúdico. En el caso del poeta católico Eliseo Diego, el eje es el paso del tiempo, o la poesía de Luis Rogelio Nogueras, muy comprometida con los juegos de identidad y los poetas inventados, él mismo dice que es un poeta inventado. Desde hace varias décadas para acá los poetas más jóvenes tienen una gran diversidad de estilos. Hay una gran sensualidad en la poesía de la negritud, y también me interesa mucho todo el movimiento de los decimeros, cuya cabeza es el Indio Naborí, una especie de repentista, como los payadores nuestros”.
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