LITERATURA › MURIO EL ESCRITOR HENRI TROYAT
› Por Silvina Friera
Se definía como un enfermo de la escritura. “Vivo para escribir y escribo para vivir”, solía repetir el “gigante de las letras francesas”, según lo calificó el presidente Jacques Chirac. Durante décadas cosechó éxitos editoriales dentro y fuera de su país, publicando aproximadamente una novela y una biografía cada año. Era, también, “el escritor favorito” de los franceses, según un sondeo realizado por el instituto de opinión Sofres en 1994. Henri Troyat, nombre con el que se conocía a Lev Aslanovitch Tarassov, murió el viernes pasado en París a los 95 años. Autor de más de cien obras, muy sensible al realismo del siglo XIX, era el miembro vivo más antiguo de la Academia Francesa, elegido en 1959, y el decano de los prestigiosos premios Goncourt, que ganó en 1938 por La araña, cuando tenía tan solo 27 años.
Troyat había nacido en Moscú en 1911, en el seno de una familia de acaudalados comerciantes que se exiliaron después de la revolución de 1917. Cuando tenía 9 años, llegó a Francia, donde se nacionalizó francés y se licenció en Derecho. Aunque siempre escribió en francés, su tierra natal fue una fuente inagotable de inspiración para este escritor, en particular para sus biografías de los zares, Catalina la Grande o Nicolás I, y de clásicos como Pushkin, Dostoievski, Tolstoi o Chéjov. También publicó biografías de grandes autores franceses del siglo XIX: Flaubert, Maupassant, Zola, Verlaine, Baudelaire, Balzac y Dumas, entre otros. Troyat nunca volvió a su país, aun después de la caída de la Unión Soviética porque, según explicó, quería mantener viva la Rusia imaginaria que se creó de sueños y recuerdos de la infancia. “La nieve es más limpia en mis sueños”, admitía el escritor. Troyat publicó su primera novela, Faux jour (Luz falsa) en 1935 y nunca dejó de escribir. Su obra de ficción mezcla relatos de corte psicológico y ciclos novelescos de temas franceses o rusos: Tant que la terre durera (1947), Les Semailles et les moissons (1953), La Lumière des Justes (1959), Les Eygletière (1965), Le Moscovite (1974) y el ciclo de Sylvie con Viou (1980), A demain Sylvie (1986) y Le Troisième bonheur (1987), por citar sólo algunos. Su último libro, La traque, fue editado en Francia en febrero de 2006.
La Academia francesa, una de las instituciones más antiguas de Francia, fundada en 1635, “está lógicamente muy apenada”, dijo Laurent Personne, secretario de comunicación de la centenaria institución. La muerte de Troyat “no es solamente la muerte de un gran novelista”, aseguró Personne, porque su pasión por el trabajo lo llevó a cultivar casi todos los géneros literarios de la prosa en francés. “Por mucho que me animen los que me alaban, doy la razón a quienes me critican”, escribía Troyat, este coloso tierno y tímido de grandes gafas de montura gruesa. Decía que nunca cedió a las modas comerciales: las del erotismo, la nueva novela o la autoficción. “Si divierten a mis colegas, tanto mejor. Pero yo me mantengo alejado. El novelista debe desaparecer detrás de sus personajes. Debe dar a luz y desaparecer inmediatamente después.”
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