LITERATURA › HORACIO VERBITSKY
Frente a 500 alumnos de TEA, el periodista habló de la influencia política de la Iglesia.
Hay proyectos que van revelando, poco a poco, una suerte de trascendencia que excede el marco coyuntural de un libro. Horacio Verbitsky, que acaba de publicar Cristo vence –el primer tomo de La Iglesia en la Argentina, un siglo de historia política (1884-1983)– se dio cuenta de que tenía la punta de un iceberg mayor hace unos años, cuando descubrió el campo de concentración “El silencio”, que funcionó en una propiedad eclesiástica. “Tenía la convicción de que era imprescindible estudiar el rol de la Iglesia en la historia argentina por su participación en la última dictadura militar”, dijo el periodista. Y empezó a atar cabos sueltos, como recordó ayer en una charla en la Sala Pablo Neruda, ante más de 500 alumnos de la escuela de Periodismo TEA (Taller, Escuela, Agencia). “Cuando entrevisté a Adolfo Scilingo, confesó que había participado en dos vuelos de la muerte en el que se tiraron al mar a cincuenta personas y me dijo que ese método había sido aprobado por la jerarquía eclesial como una forma ‘cristiana y poco violenta’ de muerte”, señaló el periodista. Aunque por ese entonces, en 1995, el columnista de Página/12 estaba desmontando la trama de la corrupción menemista, “sentí que era un deber moral suspender estos temas cuando me crucé con Scilingo”, admitió.
A partir de las declaraciones de Scilingo y del hallazgo del campo de concentración “El silencio” (“una metáfora del comportamiento de la Iglesia durante la dictadura”, planteó Verbitsky), el periodista comenzó a escribir la historia política de la Iglesia Católica, pero cuando llevaba más de 1500 páginas escritas se dio cuenta de que no podía publicar un libro tan voluminoso. El primer tomo, Cristo vence De Roca a Perón, comienza con la presidencia de Julio Argentino Roca y llega hasta la renuncia de Juan Domingo Perón. La fecha clave, para el autor, es 1884, momento en que se produjo el primer conflicto entre el Estado y la Iglesia, cuando Roca expulsó al delegado apostólico Luis Matera por inmiscuirse en asuntos de política interna. “El proceso de secularización de la sociedad argentina quedó trunco –señaló Verbitsky–, pero en otros países de la región se fue más a fondo, como en Brasil, que en la Constitución de 1891 aseguró que ningún culto o iglesia gozaría de subvención oficial, o en Uruguay, con la ley de divorcio por mutuo consentimiento en 1907 y la separación de la Iglesia Católica y el Estado, incluida en la Constitución oriental en 1919.”
En la Argentina surgió el partido militar, adoctrinado por la Iglesia Católica, que se convirtió, según advirtió el periodista, en el actor central del siglo XX. “La Iglesia nunca fue defensora de la democracia, le parecía una forma subversiva, propia de la Revolución Francesa –aclaró–. Recién en 1981, la Iglesia argentina admitió que no había mejor forma de gobierno que la democracia.” El autor de Robo para la corona subrayó que hubo un sistema de legitimaciones recíprocas entre el Estado y la Iglesia. “En 1932, Justo, un general de origen liberal, estaba jaqueado por el nacionalismo católico del Ejército. Para legitimar su poder se acercó a la Iglesia y consiguió que se realizara, en 1934, el primer Congreso Eucarístico, justo en el momento de mayor florecimiento del catolicismo en el país.” Cuando le preguntaron si hay similitudes entre el antiperonismo de la Iglesia en la década del cincuenta y la polémica actual que mantiene el Gobierno con la jerarquía eclesial, especialmente con el cardenal Jorge Bergoglio, Verbitsky confirmó que en ambos conflictos prevalece el choque de dos formas de legitimidad distintas (“la Iglesia no depende del voto popular ni de la voluntad de la sociedad”, precisó el periodista) y que hay decisiones del Estado que la Iglesia impugna, tratando de imponer sus propios criterios. “El peronismo de Perón sintió que la Iglesia desafiaba su poder político y reaccionó de una manera muy violenta. Y la Iglesia no sólo aceptó esta confrontación, sino que participó del bombardeo contra civiles en 1955. Los aviones que arrojaban bombas llevaban pintadas la inscripción ‘Cristo vence’, que tomé como título del libro”, explicó el columnista de Página/12. “El gobierno actual desconoció como vicario castrense a (Antonio) Baseotto y el Vaticano lo mantuvo en sus funciones, pero el Gobierno no suprimió subsidios ni programas de radio y televisión. El Presidente polemiza y contesta cuando no está de acuerdo con algunos de los planteos de la jerarquía eclesiástica.” Sobre el episcopado, Verbitsky aseguró que hace cincuenta años estaba más unido que el actual. “No todos los obispos comparten la política de confrontación de Bergoglio con el Gobierno”, agregó. “No creo que haya un crecimiento del poder eclesial, más bien me parece que hay un retroceso, porque la experiencia argentina ha sido tan espantosa que el partido militar no tiene viabilidad –respondió el periodista ante la inquietud de un alumno de TEA–. La Iglesia está dispuesta a dar batalla tratando de imponer sus intereses y sus conceptos sobre el cuerpo. Es una institución que propone el celibato, que se abstiene del sexo, pero que pretende fijar las reglas de la vida sexual de los demás”, cuestionó Verbitsky. “Esta construcción psicótica de la Iglesia Católica merece un serio análisis psiquiátrico”, ironizó.
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