LITERATURA › TOM WOLFE, EL MAS ESPERADO DE LOS ESCRITORES INVITADOS
Disperso e irónico, el autor de La izquierda exquisita divirtió a los espectadores con su histrionismo. Y se puso a muchos en el bolsillo con esta confesión: “En EE.UU. jamás tuvimos un Piazzolla”, dijo.
› Por Silvina Friera
“Gracias por venir”, dice, en un español de cabotaje, el hombre de traje blanco; acentúa un poco las vocales, pero pronuncia bastante bien. “Ese es todo el español que sé”, se excusa, ahora en inglés, Tom Wolfe, todo un hombre, el más esperado de los escritores invitados a esta edición de la Feria. Está de pie, tan inmaculado, prolijo y perfecto, que no parece de este mundo el autor de La hoguera de las vanidades. Si no hubiera sido el padre del Nuevo Periodismo, si no hubiera publicado tres novelas dickenseanas, de más de 600 páginas cada una, que retratan a los Estados Unidos en todo su fulgor, ambición, belleza y perversión, podría haber sido actor o uno de esos predicadores protestantes desopilantes que ha retratado Erskine Caldwell, un narrador norteamericano que deslumbró al Wolfe adolescente. Lo escuchan más de mil personas, se ríen, lo aplauden. No para de hablar, ni se detiene a tomar agua, se entusiasma y entusiasma. Cuenta que estudió durante cuatro años español en la universidad, no para hablarlo sino para leer a Don Quijote en el original, pero que no pudo. “Sublime”, dice, repite, es su experiencia en la Argentina. Anoche fue a ver María de Buenos Aires, de Astor Piazzolla, “el compositor más importante del siglo XX”, subraya el escritor. “En Estados Unidos jamás tuvimos un Piazzolla”, agrega, y a ojo de buen cubero se mete a la mitad del público, los mayores de cincuenta, en el bolsillo.
Casi tan disperso como irónico, Wolfe divierte a su público con su histrionismo. “El gobierno de Estados Unidos es un tren, hay gente que le grita a la izquierda y a la derecha, pero el tren sigue adelante, no tiene otra opción.” Sin ostentar erudición, el escritor recuerda como al pasar que hace doscientos años el filósofo alemán Hegel avanzó con su idea del “volkgeist”, “el espíritu de la época” y entre los escritores que “pescaron” ese tono de época menciona a Thomas Mann y a John Steinbeck, “que describió como pocos la Gran Depresión” norteamericana. “Tiene razón Philipe Roth cuando dice que vivimos en una época en que la imaginación del novelista es
inútil. El problema con la ficción es que tiene que ser plausible”, admite Wolfe, quien se ha definido políticamente como “un demócrata a lo Jefferson”, admirador del presidente Bush –nunca dudó en afirmar que lo había votado en 2003– y reivindicador de Balzac.
Ahora cita al sociólogo Alexis de Tocqueville: “Estados Unidos es la nación más religiosa de la tierra fuera del Islam”. Como un gato que salta de una pared a otra –tiene, si se lo mira bien, algo muy felino el escritor norteamericano–, Wolfe se detiene en la famosa Monica Lewinsky. “La fellatio no es considerada una actividad sexual por los estudiantes, es como un beso”, ironiza. Cuando estuvo en Brasil, un editor le dijo que sólo en Estados Unidos y Londres se fijaban en la vida sexual de los políticos. “Acá a nadie le importa lo que pasa debajo del cinturón.” Wolfe recuerda que hace cien años nueve de cada diez ciudadanos norteamericanos trabajaban en el campo. “El automóvil liberó al trabajador rural promedio de la vida sacrificada.” También puso el énfasis en la llegada de los irlandeses y escoceses a los Estados Unidos. “Ellos han sido los verdaderos combatientes en Irak hace ciento cincuenta años”, ejemplifica el escritor. “La religión es parte importante del espíritu que hace arriesgar la vida por tu país.” En su repaso también pondera a otro filósofo alemán. “Nietzsche afirma algo más importante que ‘Dios ha muerto’; lo que estaba anunciando es que dentro de una generación empezaría un ciclo de guerras catastróficas como nunca antes se habían vivido; que lo que antes se destinaba al culto a Dios ahora iría a lo que él llamaba ‘hermandades nacionalistas bárbaras’”, se entusiasma Wolfe. “Nietzsche predijo la primera y la segunda guerra mundial y el surgimiento del nazismo y comunismo”, agrega. Menos optimista que al principio de la conferencia, el padre del Nuevo Periodismo lanza una pregunta:
–¿Los países estamos viviendo el eclipse de todos los valores?
Silencio, ni un murmullo se escucha.
Quizá se da cuenta de que se le fue la mano de negrura en una tarde tan linda, con tanto sol; quizá por eso el hombre de traje blanco elige otro final posible: “No desesperen, la vida puede ser bellísima”.
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