Mar 15.07.2008
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CINE › FERNANDO SOLANAS, HOMENAJEADO EN EL FESTIVAL DE CINE LATINOAMERICANO

Pino es profeta en San Pablo

Frente a un auditorio repleto de estudiantes, realizadores y periodistas brasileños y de otros países que lo escucharon en silencio, el cineasta argentino abogó por “un cine que refleje la realidad histórica y política de la sociedad”.

En San Pablo es el centro de todas las miradas. Respetado y admirado por los cinéfilos locales, Fernando “Pino” Solanas fue protagonista de una concurrida conferencia de prensa, en la que atendió a su condición de homenajeado por el Festival de Cine Latinoamericano que se desarrolla en la capital económica del Brasil. Claro que el mejor tributo, más allá de sus palabras, consiste en la proyección de su filmografía completa.

Solanas habló de pasado, presente y futuro. Afirmó que está terminando La próxima estación, el cuarto de sus cinco documentales sobre la Argentina, y abogó por “un cine que refleje la realidad histórica y política de la sociedad”. En el Memorial de América Latina de San Pablo, donde funciona el certamen que tuvo como eje central la retrospectiva de sus obras, Solanas subrayó que le está dando los últimos retoques al sonido de su nueva película de la saga sobre la sociedad argentina, que comenzó con Memorias del saqueo (2003), La dignidad de los nadies (2005) e Historias de la Argentina latente (2006).

Esta serie de documentales, que él denomina “Crónicas argentinas” y que definió como “un retrato testimonial y crítico que contiene un proyecto de país”, se completará con La próxima estación, un recorrido por la situación de los ferrocarriles argentinos, y con La tierra sublevada, que según dijo “aborda la respuesta que la tierra tiene frente a la explotación indiscriminada y su contaminación”. Y definió su perfil artístico: “Mis films están ligados con la historia personal y política de mi país y de América latina. Algunos son intimistas y más referenciados con la ficción, la novela y la música, pero los otros son ensayos históricos políticos”, afirmó Solanas frente a un auditorio repleto de estudiantes, realizadores y periodistas brasileños y de otros países que lo escucharon en silencio durante casi dos horas.

El cineasta hizo un minucioso repaso de su carrera, la dividió en cuatro etapas distintas e hizo hincapié en la primera, que identificó con La hora de los hornos y Los hijos de Fierro y definió como “un cine de resistencia revolucionaria inspirado en la reafirmación de los sueños y las utopías más íntimas, a partir del triunfo de la revolución cubana y la derrota estadounidense en Vietnam”. En ese sentido remarcó que “la fuerza que transmitían estas revoluciones era un carburante extraordinario. Todas esas ideas nos confirmaron que en el cine había que participar también de ese proceso de cambio y que había que contaminar el arte con los temas de la historia. A partir de ahí me propuse hacer un cine con la misma libertad que un escritor o un pintor, sin ninguna autocensura”, recordó Solanas. Con relación a La hora de los hornos (1968), el realizador explicó que “quería hacer un cine ligado a la historia de lo que estaba pasando en la Argentina. Quería que mi primer film fuera de identidad histórica y por eso busqué películas de archivo del peronismo y de las resistencias obreras, que habían sido ocultados y prohibidos por las dictaduras. Había que comenzar de cero. Nacía la idea de hacer un film–acto, que provocara un momento de conciencia y lucidez en los debates que se generaban en las salas clandestinas. Queríamos hacer un film de análisis, reflexión y testimonio de la realidad, sobre todo porque no soportábamos la dictadura y la injusticia”, agregó. Solanas trabajó en esa primera etapa bajo la influencia de las aguafuertes de Goya y las ideas de Frantz Fanon, Jean-Paul Sartre, Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche y especialmente de los cineastas soviéticos Sergei Eisenstein y Dziga Vertov. “Nos planteamos con Octavio Getino hacer un film-ensayo, de testimonio e investigación, un film de tesis. Queríamos dirigirnos a un público sometido, que quería cambiar la situación y que quería nutrirse políticamente para ahondar la acción en contra de la dictadura”, dijo el cineasta, cuya idea era “un cine de denuncia y provocación para romper con la actitud pasiva del espectador”.

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