CINE › MARIA MEIRA HABLA DE RETIRO, QUE SE ESTRENA HOY EN EL MALBA
“Era triste para mí ver que mi abuelo estaba tan próximo a la muerte, pero estar con la cámara ahí era mi forma de acompañarlo”, dice la directora, que con sensibilidad y luz natural capturó esos instantes.
› Por Ana Bianco
Una sola locación, un departamento que habitó su abuelo, utilizó la directora y guionista María Meira para filmar Retiro, su primer trabajo documental. La cámara se da la licencia de exponer cuidadosamente aspectos privados de la intimidad de su abuelo, que está despidiéndose de la vida. El está lúcido, pero permanece en cama la mayor parte del día y un séquito de afectos lo ayuda a cumplir con sus rutinas. María Meira nació en Buenos Aires en 1976, es egresada como realizadora de la ENERC y cursó la Carrera de Diseño de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires. Fue co-guionista del film Tan de repente y durante el 2006 y 2007 realizó en forma independiente Retiro, exhibido en el último Bafici y que a partir de hoy se podrá ver todos los viernes en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415).
–Usted muestra el barrio de Retiro como el afuera y a su abuelo en su retiro. ¿Cómo encontró esa síntesis?
–Me llevó un largo camino llegar a esa síntesis. Empecé a grabar sin saber qué quería contar. Me conmovía ver a mi abuelo en su cama, tan lúcido y tan impedido físicamente y necesitando de todos para vivir, como un bebé. El siempre fue mandón y bien “macho”, así que encontrarse en esa situación de sensibilidad y fragilidad era para él, supongo yo, un conflicto tremendo. Si bien esa imagen de su “retiro” era la disparadora y además daba la “casualidad” de que la acción transcurría en el barrio de Retiro, me llevó bastante tiempo advertir esa “coincidencia”. Grabé muchas horas y no sólo al abuelo en el departamento. Cuando llegué a la isla de edición tenía casi cincuenta horas de material y se podían contar varias historias. Un día reapareció la imagen disparadora. La idea de contar el retiro del abuelo nos permitió hacer la selección de qué material quedaba en la narración y pudimos articular y darle sentido a la película. Intercalé los exteriores del barrio de Retiro, en donde está el departamento, para que la narración pudiera respirar, dado que la acción trascurre toda en interiores. Y casi sin darme cuenta se habían cruzado los dos retiros a los que hacía mención.
–¿Su abuelo era consciente de que usted estaba filmando?
–Mi abuelo era consciente y no le molestaba que yo estuviera por ahí con la cámara grabando todo. De hecho, siempre fue muy entusiasta de que yo hiciera cine. A mi abuelo le gustaban mucho las películas, sobre todo los westerns, las de mucha acción y tiros. Cuando yo era chica, me gustaba sentarme al lado de él en la cama para mirar las películas de Sábados de Súper Acción. Como casi siempre las tenía ya vistas y se sabía las tramas de memoria, yo le preguntaba “¿Y ahora qué? ¿Lo matan o no lo matan?”. Y él me contaba lo que iba a pasar, dejándome tranquila.
–¿Cómo planteó el trabajo de cámara?
–Empecé los registros en planos abiertos, me interesaba más ver la situación completa y cómo se movía cada uno de los personajes alrededor de él. Cuando necesité “meterme” más en él usé el zoom, no quería que mi presencia se notara. Por las dimensiones del departamento y, sobre todo de la habitación, no me era posible realizar planos frontales. Recién el último día en que lo grabé, cuando fue su cumpleaños 94, el 19 de noviembre del 2007, sentí la necesidad de hacerle ese primer plano frontal. Tuve que hacerme lugar en el placard que estaba enfrente de la cama. Corrí la ropa y las cajas que había ahí adentro y me acomodé. Desde ahí grabé el plano de frente de la cama y el de su rostro cuando se va quedando dormido y las volutitas de luz revolotean en el aire a su alrededor. Después de ese día no lo grabé más. Sentí que para mi ese era su final, su despedida. Y en febrero, a menos de tres meses de cumplir años, mi abuelo murió. Volví al departamento recién en marzo o abril, cuando empezaron a hacer el desalojo de sus cosas, y filmé el epílogo del film, en donde cuento su ausencia.
–¿Cómo se sintió filmando a su propio abuelo?
–Estar en el departamento tan pequeño y en ese momento de despedida era doloroso, asfixiante, era triste para mí ver que mi abuelo estaba tan impedido y tan próximo a la muerte. Estar con la cámara ahí adentro era mi forma de acompañarlo también.
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