CINE › EL DIRECTOR NEOCELANDéS JONATHAN KING HABLA DE MUERTE EN LA GRANJA
Fan de Peter Jackson (que es su productor) y representante del llamado kiwi splatter, King se animó a darle forma a una película que parece honrar al cine de terror de los ’60 y ’70, que incluso apela a un estilo de efectos especiales más artesanal.
› Por Horacio Bernades
“¡Otra vez problemas en el campo!”, alarma, convocando los peores terrores de los argentinos por estos días, el aviso de Muerte en la granja. “¡Ahora se rebelaron las ovejas!”, exclama debajo, recordando épocas (los ’60 y ’70) en las que los avisos de estreno eran más caseros, más zafados, menos asépticos de lo que son ahora. Además, el afiche de Muerte en la granja no miente. Es verdad que no es en el campo argentino donde hay problemas sino en el neocelandés. Y que el campo al que se refiere tal vez no sea el que está cubierto de pasto sino el del cine. Pero que se rebelaron las ovejas, se rebelaron. Peor aún: mutaron, se volvieron sangrientas, andan comiéndose a la gente.
Todo eso sucede en la ópera prima del neocelandés Jonathan King, cuyo título original es Black Sheep. Desde su presentación en el Festival de Toronto, en el último par de años Muerte en la granja recorrió toda clase de festivales (sobre todo los de terror, fantástico y cine bizarro), recibiendo críticas laudatorias y convirtiéndose en lo más parecido a aquellas películas de trasnoche que (también por los ’60 y ’70) la muchachada iba a ver una y otra vez en patota, para asustarse y divertirse. “Una marea de energía entusiasta a la que es imposible resistirse”, desbordó el crítico de Premiere (versión EE.UU.), mientras muchos de sus colegas ponían a Black Sheep en la línea de películas como Diabólico, de Sam Raimi, y las primeras de Peter Jackson, Mal gusto y Muerto de miedo. Como en ellas, el espíritu lúdico campea en Muerte en la granja (cuyo estreno local se anuncia para este jueves), entre un pequeño desfile de caricaturas vivientes y buena cantidad de tripas. Kiwi splatter, o “cine kiwi de destripe” (en referencia a la más neocelandesa de las frutas) es el nombre que algún maníaco le dio al subgénero que, se aventura, aquellas películas de Jackson habrían fundado, y ahora Muerte en la granja continúa.
Criado en Auckland, King es, como alguna vez Raimi, Jackson & Cía., uno de esos tipos que en su más tierna adolescencia agarran una camarita de Súper 8 y filman una de monstruos con los pibes de la cuadra. En el caso de King, una de aliens, con un alien de cartón. Después trabajó como director de arte en periodismo gráfico, hizo la recorrida habitual por el planeta de los videoclips y comerciales de televisión y dirigió un par de cortos. Tras el estreno de Muerte en la granja escribió el guión de un thriller sobrenatural, The Tattoist, según las referencias apenas módico, y ahora filma su opus 2, Under the Mountain, una de monstruos y volcanes que tendrá a Sam Neill al frente del elenco. Al pie de alguno de esos volcanes King respondió por mail el cuestionario enviado por PáginaI12, rociando las respuestas con sentido del humor y muchos signos de exclamación.
–¿Ya pensó que su película podía desatar una plaga cinematográfica de vacas, patos y gallinas asesinas?
–Bueno, si eso sucede, no me hagan responsable a mí... ¿Sabe que además esa epidemia ya empezó? Oí hablar de una película irlandesa sobre mutaciones vacunas, que se llama Isolation, y otra estadounidense, de gallinas monstruosas, que se llama Poultrygeist: Night of the Chicken Dead. ¡Eso quiere decir que el mercado de patos asesinos está totalmente disponible!
–¿Las ovejas mutantes representan una tomadura de pelo al folklore de su país?
–Sí, en cuanto se me ocurrió la idea, me pareció excitante: jugaba con lo que tanta gente cree saber sobre Nueva Zelanda, incluso lo que nosotros mismos creemos que nos define. Estaba buenísimo poder retomar todos los chistes con ovejas que se hacen sobre los neocelandeses, y hacerlos nosotros... ¡y mucho más salvajes todavía!
–Se diría que Muerte en la granja hereda una tradición de gore cómico, inaugurada por las primeras películas de Sam Raimi y Peter Jackson. ¿Está de acuerdo con eso?
–Una de las veces que mejor la pasé en un cine fue cuando fui a una función de medianoche de Diabólico, de Sam Raimi (1982). Salí pensando que algún día iba a querer hacer una película como ésa. También estuve presente en la segunda exhibición pública de Mal gusto, de mi compatriota Peter Jackson (1987). El modo en que esos dos tipos hicieron esas películas fue una inspiración total para mí. Simplemente le metieron para adelante, casi sin un peso y trabajando con amigos, con tal de ver sus películas estrenadas. Pensé: si eso es lo que hay que hacer, yo también puedo hacerlo. Y a la larga no necesité hacerla de esa manera, ya que por suerte conseguí productores y financiación.
–No cualquier productora sino justamente la de Peter Jackson...
–Sí, Weta Workshop, que produce películas y efectos especiales, y en Muerte en la granja se hizo cargo de ambas cosas.
–Uno de los protagonistas de Muerte en la granja, el que hace de villano, se parece mucho a Bruce Campbell, actor fetiche de Sam Raimi. ¿Fue por eso que lo convocó?
–Bueno, no es que contraté a Peter Feeney por esa razón sino porque me pareció perfecto para el papel. Pero es verdad que se parece, y cuando me di cuenta de eso, en pleno rodaje, me causó mucha gracia. De hecho, ¡Peter hizo de hermano de Bruce Campbell, en un episodio de la serie Xena!
–En Muerte en la granja hay unas transformaciones en cámara, de hombre a oveja, que recuerdan las de dos películas de terror de los ’80: Aullidos, de Joe Dante, y Un hombre lobo americano, de John Landis. ¿Esas películas fueron para usted una fuente de inspiración?
–¡Desde ya! Un hombre lobo americano sigue siendo, para mí, la película de lobisones...
–Usted ridiculiza a un par de militantes ecologistas, hasta el punto de que son ellos los que desatan la plaga. ¿Qué piensa de los militantes “verdes”?
–Creo que los fundamentalistas, no importa de qué lado estén, suelen ser divertidos. Actualmente mucha gente está de acuerdo con temas de la agenda “verde”... Pero, a la vez, también estamos un poco hartos de que estén todo el tiempo recordándonos qué es lo que hay que hacer y lo que no. Esta película nos permite reírnos de todo eso.
–También los efectos especiales de Muerte en la granja recuerdan a los de los ’80, como si fueran más caseros que los actuales. ¿Qué piensa del uso y abuso actual de la técnica digital?
–Me parece que la digitalización es una herramienta buenísima, pero en muchas ocasiones su uso puede volverla estéril y deshumanizante. A menos que los efectos sean tan buenos como los que se usaron para crear a Gollum en El señor de los anillos. Yo prefiero usar efectos mecánicos y físicos, en la medida de lo posible. Pero tampoco soy tan necio como para no admitir que muchas veces su uso complica el rodaje, y que además crear efectos en posproducción puede ser bárbaro para la película... ¡Siempre y cuando tengas la plata para pagarlos!
–¿Qué piensa del cine fantástico y de terror contemporáneo? ¿Le parece bueno?
–En general prefiero las películas viejas. Películas como I Walked with a Zombie, de Jacques Tourneur, o The Haunting, de Robert Wise... Hay un puñado de directores actuales que me gustan. Además de los que nombré antes, los hermanos Coen, Terry Gilliam, Guillermo del Toro. Una película como El laberinto del fauno me parece que desarrolla toda una imaginería fantástica fascinante. Pero es verdad que prefiero películas más personales, antes que el grueso de la producción genérica de Hollywood, que me parece aburrida...
–Sabemos que está filmando su segundo largo. ¿Qué puede decirnos sobre él?
–Es una película de fantasía que se va a llamar Under the Mountain. Es sobre un par de hermanos gemelos, que descubren algo oscuro y aterrador en el subsuelo de Auckland, la ciudad donde me crié, que está construida sobre tierra volcánica. Estoy trabajando de nuevo con la gente de Weta, con la intención de crear una película de miedo que sea divertida para los espectadores jóvenes. El elenco es casi enteramente joven, con la excepción de Sam Neill, y vamos a tenerla lista para 2009.
–Usted no ignora que Hollywood tiende a captar cuanto nuevo cineasta de género ande dando vueltas por ahí, con un par de ideas en la cabeza. No sería de extrañar que más temprano que tarde se lo quieran llevar para allá. ¿Qué haría en ese caso?
–Ya estuve dando vueltas por Hollywood. Me hicieron llegar un montón de guiones para películas de terror, y no muchos me despertaron entusiasmo. Lo que me preocuparía de trabajar en Hollywood sería hacerlo en películas de encargo, sin tener la posibilidad de hacer lo que me gusta. Preferiría filmar una o dos películas más por mi cuenta y así establecer más claramente cuál es “la mía”, antes de ir a trabajar allí. Ese fue el caso de Del Toro, que es uno de mis realizadores favoritos y suele trabajar en Hollywood. Ahora acaba de estrenar la segunda parte de Hellboy. Un tiempo atrás nos encontramos en Los Angeles y me dijo: “Andate lo más lejos que puedas de este lugar abandonado de Dios. Volvé a Nueva Zelanda y seguí filmando allá”. De hecho, ahora va a filmar El Hobbit en Nueva Zelanda, producido por Peter Jackson. Parece que él mismo terminó siguiendo el consejo que me dio ese día...
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