Vie 22.08.2008
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CINE › LA ARGENTINA TOCANDO EN EL SILENCIO, DE LUCIANO ZITO

El desafío de convivir con HIV

› Por Oscar Ranzani

7

TOCANDO EN EL SILENCIO
(Argentina, 2008.).

Guión y dirección: Luciano Zito
Investigación y documentación: Luciano Zito y Fundación Huésped
Música original: Federico Travi

Según las estadísticas, a causa del HIV murieron 22 millones de personas en poco más de 20 años, y hoy hay aproximadamente 42 millones de infectados en el mundo. La implementación de los antirretrovirales en los tratamientos logró bajar considerablemente la curva de mortalidad. Los números impactan para dar cuenta de una realidad compleja. Sin embargo, éstos son los únicos datos que se brindan en Tocando en el silencio, documental de Luciano Zito, cuyo trabajo no consistió en una investigación periodística para realizar un audiovisual informativo, sino una película de clima intimista que se sumerge en la historia de Ale, un adolescente de 16 años que pertenece a la primera generación de chicos nacidos con HIV.

La vida de Ale se transformó en película con su consentimiento. Su madre murió a raíz del HIV cuando él tenía cinco años; su padre vive lejos, en Concordia. Pero no asumió la responsabilidad de criar a su hijo con la enfermedad. “Yo tendría que estar viviendo con él, pero no fue así. Creo que no supo qué hacer”, dice Ale, lejos de cualquier rencor. El destino quiso que el niño quedara bajo la tutela de la abuela materna y de un tío. Cuando la madre de Ale murió, le aconsejaron a la abuela que el niño se sometiera a estudios. La abuela asegura no olvidarse jamás de ese momento en que cinco médicos entraron en la sala para darle la mala noticia.

Los problemas comenzaron cuando debían anotar al chico en la primaria y pidieron dos días para pensarlo. “Nos llamaron diciendo que lo sentían mucho, pero no lo podían tomar”, señala la abuela. El documental muestra dos titulares de la época que demuestran el terror social: ¿Qué haría usted si un compañero de su hijo tiene el virus del sida? o Los maestros dan clase con barbijo y guantes. ¿Creció esa sociedad? Es un punto de debate que plantea Tocando..., que remarca que Ale es un adolescente que apuesta a la vida. Consciente de que el cóctel le permite llevar una vida lo más normal posible, se lo ve en su cotidianidad: tocando la guitarra y el piano, yendo a la secundaria, viajando a Chascomús a redescubrir paisajes de infancia, o a Concordia a visitar familiares, en una reunión en la Fundación Huésped, en el gimnasio, escribiendo canciones. Su mayor preocupación pasa por el no decir. Sólo un grupo minoritario conoce su enfermedad. Callar o hablar es el dilema que se acentúa cuando piensa en un noviazgo. “El día que resuelva eso, no creo que haya próximo desafío. Ni siquiera sé si es un desafío. Es una situación que uno tiene que enfrentar. No sé si me va a costar. Si encuentro una persona que me quiera no va a tener problema en eso. Si llegara a haber problema es porque no es la persona”, confiesa Ale, en uno de los momentos más emotivos.

Desde lo técnico, Tocando... tiene sus falencias: el hilo narrativo por momentos parece desordenado y hay una tendencia a musicalizar en exceso. Aun con esas dificultades, es una película hecha con honestidad que permite entender que los jóvenes infectados apuestan por una vida mejor y luchan contra la feroz discriminación de un mundo hostil. De alguna manera, el realizador apostó a romper la cáscara de la indiferencia social y sembrar semillas de solidaridad.

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