CINE › LA MEXICANO-ESTADOUNIDENSE LA MISMA LUNA
LA MISMA LUNA
(México/EE.UU., 2007.)
Dirección: Patricia Riggen.
Guión: Ligia Villalobos.
Fotografía: Checco Varese.
Intérpretes: Adrián Alonso, Kate del Castillo, Eugenio Derbez, Maya Zapata, María Rojo, América Ferrera y Los Tigres del Norte.
En ocasiones, ciertas películas que apuntan a apretar botones sensibles en la audiencia pueden trascender el cálculo y el oportunismo, gracias a la convicción y franqueza con que se las aborda. Unos meses atrás, uno de esos casos asomó en la cartelera porteña: el film libanés Caramel, película dirigida como un misil al mercado femenino, que sin embargo lograba darle vida a personajes que no eran de cartón. Coproducción mexicana-estadounidense de la que participaron los famosos hermanos Weinstein, La misma luna (o Under the same moon, depende de qué lado del Río Grande se la nombre) representa otra de esas raras ocasiones.
Linda mamá que se fue a trabajar a Los Angeles y dejó a su hijo de 9 años del otro lado de la frontera; abusos yanquis contra los pobres indocumentados; hijo que después de cuatro años desespera por verla y al final emprende el viaje solo; reencuentro cantado entre ambos. Leer la sinopsis argumental de La misma luna y decir “no, gracias” podrían ser la misma cosa. Pero una película no existe en el papel, sino en la pantalla. Es ahí donde, sin ser tampoco la octava maravilla del mundo, La misma luna no resulta exactamente igual a lo que parece, con la realizadora debutante Patricia Ri-ggen y los protagonistas torciéndole el brazo al guión (curiosamente, algo muy semejante a lo que sucede en Lars y la chica real, otro estreno de esta semana).
Básicamente una road movie a través de dos países y tres estados, Carlitos (Adrián Alonso) llega a California con un solo dato para hallar a mamá Rosario (Kate del Castillo). El chico sabe que todos los domingos, a las 10 de la mañana, la mamá lo llama desde un teléfono público. Que el teléfono público está sobre una avenida y que enfrente hay un 24 horas, una lavandería, una estación de servicio. A ver, es una película: ¿alguien duda que mamá y el nene van a encontrarse? Como toda road movie, lo que importa es lo que pasa en el camino. A Carlitos le pasa que una pareja de “coyotes” inexpertos intenta hacerle cruzar la frontera debajo de un asiento (la chica es la excelente América Ferrera, a la que el protagónico de la versión yanqui de Betty, la fea volvió popularísima), que “La Migra” lo corre de una recolección de manzanas, que Los Tigres del Norte (el más famoso grupo de narcocorridos) lo suben a su combi, que una señora solidaria (María Rojo, actriz y realizadora de Danzón) lo rescata a tiempo cuando estaba a punto de caer en una red de tráfico de niños. Y que otro ilegal como él, pero unos veinte años más grande (Eugenio Derbez) empezará tratando de sacárselo de encima, para terminar salvándolo de la poli.
Sí, desde ya que todo está calculado al milímetro para vender La misma luna como un buzón. Pero la vividez de algunas situaciones (el asfixiante y muy transpirado suspenso fronterizo; el escape de la plantación), el modo en que Riggen mantiene apagada la alarma de desborde emocional y la cristalina fotografía del peruano Checco Varese, el de El aura –sumados a la frescura del chico, la simpatía y humor físico de Derbez y la sobria solidez de Del Castillo– permiten que el espectador emprenda con gusto el viaje con Carlitos. Y hasta que se olvide, durante hora y media, de que lo que está viendo es un producto binacional de diseño, políticamente recontracorrecto, hecho para gustarles a propios y extraños.
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