CINE › ABRíGATE, DE RAMóN COSTAFREDA
› Por J. P. C.
Ante la pregunta ¿podría el cine nacional mantener sus estándares actuales prescindiendo del considerable flujo financiero que supone la coproducción como sistema de trabajo?, la respuesta es un no rotundo. La coproducción es el motor del actual cine nacional, su casi excluyente condición sine qua non. Por eso no extraña que un gran porcentaje de películas parezcan pensadas para cubrir simultáneamente las diferentes expectativas de públicos diversos, a una orilla y otra del Atlántico. Abrígate, de Ramón Costafreda, es un caso testigo de esa tendencia. Pero esta película cuenta además con el elemento excéntrico de ser una coproducción argentino-gallega; esto último en un sentido estricto. Lejos del colectivo lunfardo para definir a todo español, Abrígate fue hecha con fondos aportados por Galicia, filmada con los bellos y agrestes paisajes de Galicia como escenario y con un virtual cincuenta por ciento de sus diálogos en gallego.
De alguna manera, Abrígate parece hermana menor de Vientos de agua, miniserie para televisión de Pol-Ka, la productora de Suar y Blanco que acá también hace su aporte financiero. A diferencia de la novela, la película se concentra sólo en el presente y en las secuelas de la emigración más que en sus causas. Lo hace a partir de Valeria, una joven emigrada argentina que trabaja de maquilladora en una pequeña ciudad gallega y que, tras la muerte de un novio muchos años mayor, comienza una relación con Marcelo, hijo de aquél, a quien conoce en el velorio. Lejos de conseguir desalojar la figura del muerto, ella parece usar a Marcelo como un clavo para sacar otro, pero más como un ritual inconsciente para compensar la pérdida que como frío cálculo. A Marcelo se le hará imposible luchar con el fantasma de su padre y Valeria no conseguirá darse cuenta de si lo que siente por él es sincero o si se trata de una mera prótesis emocional, del mismo modo en que tampoco termina de saber si es de aquí o de allá.
Pero la coproducción también tiene su contra, que paradójicamente resulta ser el idioma; porque si bien hasta aquí todo parecía compartido, el guión reserva para los personajes argentinos la ingrata tarea de mantener el acento propio, pero relleno de modismos ajenos que no hacen más que dificultar la naturalidad de las actuaciones. Si a eso se le suma que algunos parlamentos están más cerca del epigrama que del diálogo espontáneo, la cosa se oscurece más. A pesar de esto y de la segmentación algo abrupta que hace la película para cumplir con las distintas situaciones que se supone deben componer una comedia romántico-dramática (el truco más obvio es el de utilizar al siempre simpático Javier Lombardo, cuya participación sólo se justifica como catalizador humorístico, y no mucho más), Abrígate propone una mirada propia acerca del rastro nebuloso que dejan detrás emigrantes y exiliados, de cuánto hay de muerte o renacer en ese proceso y de cuán necesario y reparador resulta escarbar en busca de los secretos que esconde el propio origen.
5-ABRIGATE
(Argentina / España, 2008).
Dirección: Ramón Costafreda.
Guión: Fernando Castets y Ramón Costafreda.
Intérpretes: Manuela Pal, María Bouzas, Félix Gómez, Javier Lombardo, Celso Bugallo.
Fotografía: Jesús Escosa.
Música: Xavier Font y Arturo Vaquero.
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