CINE › EL NIDO VACIO GANO LA CONCHA DE PLATA EN EL PRESTIGIOSO FESTIVAL VASCO
La película de Daniel Burman, única representante latinoamericana en la competencia, obtuvo el galardón al Mejor Actor (Oscar Martínez) y a la mejor fotografía. Amorosa soledad se llevó el Premio de la Juventud. La Concha de Oro fue para Pandora’s Box, de Yesim Ustaoglu.
› Por Horacio Bernades
Desde San Sebastián
Doble (o triple) batacazo argentino en San Sebastián. Por un lado, El nido vacío, de Daniel Burman, recibió dos premios del Jurado Mayor. Unica representante latinoamericana en la competencia oficial de la 56ª edición del Donostia Zinemaldia, esos premios le permitieron a Oscar Martínez alzarse con la Concha de Plata al Mejor Actor, mientras que el director de fotografía Hugo Colace se llevó la Concha correspondiente a su rubro. A su vez, Amorosa soledad, ópera prima de Martín Carranza y Victoria Gilardi, presentada en el apartado Nuevos Directores de la sección paralela Zabaltegui, recibió el Premio del Jurado de la Juventud, desbancando a último momento a la británica Hunger, una de las películas más comentadas del festival, que a lo largo de todo el evento les había sacado a sus competidoras varios cuerpos de ventaja. Hasta el último día, cuando se presentó Amorosa soledad y la barrió del mapa.
Los premios para El nido vacío estuvieron entre las sorpresas de un palmarés que deparó buena cantidad de ellas. Con sesgo geopolíticamente correcto (poniendo al tope una representante turca de tema familiar y una iraní que practica lo que podría llamarse “sadomasoquismo alegórico-político”), dominada por películas que no entraban en los cálculos de nadie, la premiación dejó afuera a todas las favoritas. Empezando por la que fue sin ninguna duda la mejor de las presentadas en competencia oficial (Aruitemo, aruitemo, del nipón Hirokazu Kore-eda) y siguiendo por las españolas Tiro en la cabeza y Camino, que tuvieron aquí mucha repercusión, debida en buena medida a los temas que tocan. Un caso curioso, Tiro en la cabeza fue calificada al mismo tiempo (y con el mismo fervor) de pro-ETA y anti-ETA. Lo más probable es que no sea ninguna de las dos cosas, ya que se limita a narrar una ejecución de modo casi documental. Prueba de ese doble malentendido es que el cronista del diario local Gara, que apoya a la organización separatista vasca, la calificó con un rotundo 10. Mientras que su colega del ABC, el tradicionalísimo diario promonárquico y, en su momento, franquista, le puso un 9. A su turno, Camino se mete con el Opus Dei, cuya intangibilidad aquí sigue siendo tal que es ésta la primera película que se atreve a hacerlo. Aunque tampoco es que se atreva mucho, en verdad.
La película de Burman había sido recibida con tibios aplausos del público y menos que tibias calificaciones por parte de los críticos locales, que en la tablita que todos los días publica El Diario Vasco le asignaron un promedio de 5 puntos. “Desde ya que estoy sorprendido por los premios”, reconoció Burman ante PáginaI12. “La verdad es que vinimos sin mayores expectativas, más allá de que lógicamente uno siempre quiere ganar todo. Pero el hecho de ser aceptados en este festival, donde nunca habíamos estado, era para nosotros suficiente halago. Si encima uno se va de acá con dos premios, es cartón lleno.” El realizador de Derecho de familia se mostró particularmente gratificado de que los premios recibidos por la película hayan ido a parar a quienes considera dos de sus colaboradores esenciales. “Desde hace un rato largo que Hugo Colace es uno de los grandes directores de fotografía del cine argentino. En cuanto a Oscar Martínez, su aporte resultó clave para la película. No sólo como actor sino en otras áreas que conoce al dedillo, como es el tema de las estructuras dramáticas. Les estoy enormemente agradecido a ambos, y me alegra infinitamente que estos premios hayan sido para ellos.” Con estreno previsto en España para fines de octubre, y lanzándose luego en Francia e Italia, la doble premiación de El nido vacío funciona como un fuerte respaldo para su lanzamiento europeo e internacional.
Los realizadores de Amorosa soledad no salían de su asombro. Exhibida sobre el final del festival, casi en tiempo de descuento, la película producida por la compañía argentina Rizoma dio la sensación de entrar a la grilla como pidiendo permiso. Hasta su protagonista, Inés Efron, parecía hacerlo el jueves a la noche, cuando presentó la película ante una sala inusualmente llena (la del Kursaal 2, que tiene capacidad para 750 espectadores), en compañía de los treintañeros Carranza y Gilardi, a quienes se veía tan nerviosos como ella. Ni qué decir de la turbación del trío cuando una cerrada ovación saludó el final de la proyección y un poderoso seguidor se posó sobre ellos. Como si, en lugar de Efron, Carranza y Gilardi fueran Streep, Bardem y Banderas.
Tal vez haya quien pueda considerar excesivos la ovación y hasta el premio, pero lo cierto es que Amorosa soledad –que llegó aquí tan en soledad como el nombre de su protagonista– es una muy agradable sorpresa. Algo así como una comedia a punto de ser romántica (pero que no llega a serlo del todo, lo cual es parte de su coherencia), la película presenta a Efron recién separada de su novio (Nicolás Pauls), sola en un departamento que le queda grande por todos los costados, dueña de una graciosísima hipocondría temprana y con una madre (Mónica Gonzaga) que le pide que la acompañe a una mastoplastia y un pretendiente (Fabián Vena) tan cuidadoso para el approach erótico como ella misma. La película trata, tanto a sus personajes como a los materiales narrativos, con la misma suavidad que ellos se dispensan entre sí, permitiéndose toques de humor nada forzados y sumamente logrados.
Aunque es verdad que un poquito más de electricidad y algún ajuste de guión no le hubieran venido mal, unos encuadres que guardan la distancia justa, la cálida fotografía de Julián Ledesma y unas canciones muy acordes con la delicadeza general, a cargo de Nico Cota (incluyendo una buenísima versión bosseada de Karma Chameleon), redondean una comedia que tiene mucho para enseñarles a sus más exitosas y grandotas parientas nacionales. Es un lindo premio el otorgado a Amorosa soledad, y ayuda a volver a casa de buen humor. Tanto como algunos obsequios brindados por la programación de un festival que, confirmando lo que se entreveía en la edición anterior, parecería querer seguir levantando la puntería. San Sebastián no será el paraíso del cinéfilo, pero cada año se parece más al evento cinematográfico que tiene que ser.
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