CINE › ESCONDIDOS EN BRUJAS, CON COLIN FARRELL Y BRENDAN GLEESON
› Por Luciano Monteagudo
Hay una tradición cinematográfica, cuyo mayor exponente es El samurai (1967), la obra maestra de Jean-Pierre Melville, que hace de los asesinos a sueldo personajes lacónicos y solitarios, conscientes de que su profesión no admite demasiadas palabras –es su arma la que habla por ellos– y mucho menos amistades, que podrían comprometer el trabajo. No es el caso precisamente de los killers de Escondidos en Brujas, que se presentan como si fueran la clásica pareja despareja de una buddy-movie al estilo de las de Jack Lemmon y Walter Matthau y casi tan locuaces como en una comedia de Neil Simon, aunque la ópera prima del dramaturgo irlandés Martin McDonogh suponga que está haciendo un guiño canchero a Samuel L. Jackson y John Travolta en Pulp Fiction.
El asunto es que Ken (Brendan Gleeson) y Ray (Colin Farrell) no entienden muy bien qué es lo que hacen en Brujas, salvo “guardarse” por unos días de un trabajo que salió mal –muy mal– en Londres. Ambos responden a una figura abstracta y lejana, una suerte de Godot llamado Harry, que es quien les ha dado la orden de refugiarse tan lejos de casa, en un ambiente que parece muy poco apto para la gente de su profesión. Considerada una de las ciudades medievales mejor conservadas de Europa y apta básicamente para el turismo, Brujas se les aparece como un misterio, en el que Ray no tiene el menor interés, pese a que Ken se esfuerza por disfrutar de las bondades del lugar, entre ellas una de las colecciones más importantes de pintura flamenca, incluidas algunas telas del Bosco que anuncian el Juicio Final.
Conocido en Argentina a partir de The Pillowman, que hasta la semana pasada estuvo en cartel en la avenida Corrientes, McDonogh escribe aquí unos diálogos entre mordaces y pretenciosos, que discurren sobre la vida y la muerte, al tiempo que se preocupa por ir construyendo, no sin esfuerzo, una trama con propósito de suspenso. ¿Para qué están en verdad Ken y Ray en Brujas? ¿Quién es esa chica belga que no duda en seducir a Ray en su primera noche en la ciudad? ¿Qué hace ese sórdido enano dando vueltas por los canales flamencos que un equipo de filmación aprovecha para “homenajear” a Venecia Rojo Shocking?
Lamentablemente, estas preguntas no tardan demasiado en encontrar las respectivas respuestas, que en algunos casos son previsibles y en otros decepcionantes. Sobre todo cuando pasada la mitad de la película la figura de Godot se hace presente (en la piel de un desaforado Ralph Fiennes) y los killers ya no tienen a quién esperar. Allí Escondidos en Brujas se convierte súbita, sorpresivamente en una película de acción, y no necesariamente de las mejores. Un párrafo aparte para Brendan Gleeson y Colin Farrell: mientras el primero defiende su personaje con lealtad, demostrando su noble madera de actor, el segundo ratifica, en cambio, que es apenas un actor de palo.
5-ESCONDIDOS EN BRUJAS
In Bruges, Gran Bretaña/EE.UU., 2008.
Dirección y guión: Martin McDonogh.
Fotografía: Eigil Bryld.
Música: Carter Burwell.
Intérpretes: Colin Farrell, Brendan Gleeson, Ralph Fiennes, Cleménce Poésy, Jeremy Renier, Thekla Reuten.
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