Vie 31.10.2008
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CINE › NO MIRES PARA ABAJO, DE ELISEO SUBIELA

El ojo de Dios arriba de la cama

› Por Horacio Bernades

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NO MIRES PARA ABAJO
(Argentina/Francia, 2008).

Dirección y guión: Eliseo Subiela.
Fotografía: Sol Lopatín.
Música: Pedro Aznar.
Intérpretes: Antonella Costa, Leandro Stivelman, Hugo Arana, Mónica Galán, Octavio Borro y Marzencka Novak.

Precedida de una frase de André Breton, coproducida tal vez por ello con participación de capitales franceses y apoyo del sistema Fonds Sud, es probable que No mires para abajo sea –con todo lo que eso significa– la peor película de Eliseo Subiela. Ya lo hace temer el aviso publicitario, publicado días pasados en todos los diarios. “Porque todas las debilidades del hombre se deben a formas defectuosas de amar hicimos No mires para abajo”, advierte el texto, rematando: “Una película para hacer el amor como Dios manda”. No puede acusarse a la última de Subiela de falta de consecuencia con esa declaración de intenciones.

Film pedagógico-correctivo, No mires para abajo parecería presuponer en el espectador un doble de su protagonista, suerte de analfabeto sexual llamado Eloy (el más que impávido Leandro Stivelman). Una noche, gracias a un infrecuente techo corredizo, oportunamente abierto, el sonámbulo Eloy –que trabaja vendiendo lápidas y suele toparse con el fantasma de su padre– cae literalmente sobre la cama de su vecina Elvira (Antonella Costa, cediendo a la película un porcentaje de su encanto). A la manera de una sacerdotisa tántrica, Elvira despierta al durmiente, no tanto con los placeres de la carne sino, parecería, con los del espíritu. Como avisa el aviso, es un mandato, por lo visto superior, el que la sabia muchacha intenta inculcar en el torpe alumno. “Para qué te habrá mandado Dios”, cavila la mamá de Elvira (Marzencka Novak), mirando fijo al enviado. Como es alguna clase de bruja, de aspecto bastante siniestro (aunque a los ojos de la chica parecería poco menos que una santa New Age), lo que la mamá le mira al muchacho es el aura. A diferencia de la hija.

Por mucho que retoce una Antonella Costa a la que el espectador tendrá ocasión de apreciar en todos sus rincones, No mires para abajo es una candidata indudable al sitial del film menos erótico de todos los tiempos. “Adoratriz” y “Marlón” les ponen por nombre Elvira y Eloy a su chochi y a su pito, antes de que la chica le vaya enseñando una por una al tarambana del partenaire las posiciones del Kamasutra (las grullas en vuelo, los caballos al trote y varios animales más). Mientras tanto, en tren de corregir “sus formas defectuosas de amar”, lo obliga a una cabalgata de esfuerzos gimnásticos (85 veces deberá salir y volver a entrar el pobre), tan excitantes de ver y oír como un entrenamiento de remeros en People & Arts. Todo aderezado por una multitud de referencias literarias (La vita nuova, El Tao del amor), diálogos hechos de frases hechas y –se siente, se siente– el ojo de Dios, vigilando que sus criaturas hagan el amor como El manda.

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