Vie 24.04.2009
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CINE › MIGUEL MIRRA, DIRECTOR DE LOS OJOS CERRADOS DE AMERICA LATINA

Arrasar con la naturaleza

En la película que puede verse en el Complejo Tita Merello, el director extiende a varias regiones del continente la mirada ensayada sobre la Argentina en Las venas vacías. “Lo que Galeano planteaba en los ’70 no está resuelto: está peor”, dice.

El documentalista Miguel Mirra ya había abordado la problemática de la contaminación ambiental y el saqueo de los recursos naturales en la Argentina por parte de las multinacionales en Las venas vacías (2007). Ahora amplió su análisis y su denuncia cinematográfica a buena parte del continente: Los ojos cerrados de América Latina –que puede verse en el Complejo Tita Merello, Suipacha 442– recorre no sólo el interior argentino sino también Paraguay, Colombia, Perú, Guatemala, Uruguay y México, para dar cuenta de una situación que no sólo afecta a los animales y plantas sino también a las personas que viven en sitios donde las multinacionales implementan proyectos, en muchos casos devastadores. A lo largo de noventa minutos puede conocerse el problema que genera la extracción de metales a cielo abierto, la depredación de los suelos y los bosques, la explotación ictícola, la contaminación ambiental, el cultivo de soja y la producción de pasta de celulosa (un tema muy conocido en Argentina a raíz del conflicto de las papeleras, del cual Mirra ya había dado cuenta en el documental !Que viva Gualeguaychú!). Mirra, especialista en temas sociales, registró con su cámara en varios de los países que aborda el documental, mientras que en otros casos le facilitaron imágenes distintos documentalistas de las regiones mencionadas. En medio de los testimonios, aparecen, cada tanto, textos de Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano. Mirra dice que citó al escritor como “un homenaje” y que también “nos sirve para poner en evidencia que aquello que Galeano planteaba en los ’70 no está resuelto. Es más, está peor”, afirma el cineasta en diálogo con Página/12.

–En el documental se señala que la gran causa de los desastres ambientales y los saqueos de los recursos naturales se produce por la existencia del capitalismo. ¿Qué responsabilidad tienen las empresas transnacionales en estas problemáticas?

–Son los portadores del capitalismo globalizado. Son sus gestores y sus beneficiarios. Y, eventualmente, con socios nativos que son socios menores y sirvientes de esos intereses. Y, curiosamente, desarrollos capitalistas locales son destruidos por ese capitalismo globalizado que algunos autores señalan como una etapa superior del imperialismo. Frente a desarrollos capitalistas locales como el de Gualeguaychú, por ejemplo, que apuestan al desarrollo turístico, a la producción natural, casi sin desocupación aun en las peores épocas, con una población que vive dignamente, el capitalismo global, a partir de esta política del saqueo de los recursos naturales, los está poniendo en peligro.

–¿Cómo describiría los mecanismos de depredación, saqueo y contaminación de las transnacionales que pudo investigar?

–Por empezar, desarrollan tecnologías y las imponen a los distintos países. Lo más típico es el complejo sojero, que incluye no sólo la soja transgénica sino el glifosato, o sea, los depredadores del resto de la vegetación para que la soja pueda producir mejor. Con la minería a cielo abierto pasa lo mismo: desarrollan una tecnología que también imponen. Pablo Bergel explica que esto tiene que ver con una cuestión estructural. Es decir, el desarrollo económico de América latina cada vez más está ligado a estos capitales externos que vienen a extraer recursos, de los cuales los estados nacionales y provinciales reciben una parte que es mínima; en el caso de la minería, es el tres por ciento. Pero de todas maneras, sirve y, entonces se produce una dependencia estructural con estos modelos.

–Se señala que la agricultura industrializada necesita destruir la naturaleza para producir. ¿Esto es inevitable o existen formas alternativas que no se están aplicando por intereses económicos?

–Una va de la mano de la otra. Cuanto más industrializada es la agricultura más destruye a la naturaleza. Pero no les importa. No sólo destruyen la naturaleza en cuanto a las plantas y los animales, sino también a la naturaleza humanizada. Si la agricultura industrializada necesita desarraigar poblaciones, como sucede en muchas partes, lo hacen y no les importa. Como en el Chaco, donde destruyen los montes. Importantes núcleos poblacionales son desterrados de ahí. No es que los que están en contra de la agricultura industrializada estén en contra de la aplicación de la tecnología, sino que la tecnología que se está aplicando sirve a los intereses de las multinacionales y no a los intereses locales. Es tecnología pensada para la extracción de recursos. No sólo se llevan el producto vegetal: también se llevan el suelo y el agua.

–¿Qué importancia le otorga a la resistencia de los pueblos para frenar esta acciones?

–Es fundamental. No hay otra forma. Los gobiernos pueden actuar en función de que haya resistencia social, si no es imposible. Es esencial: si eso no sucede estamos en el horno. Pero lo bueno es que eso está sucediendo y mostramos ejemplos concretos en la película. Así como las multinacionales han generado un plan continental, ha habido como un reguero de resistencias que se van interconectando y coordinando. Apostemos a que ese proceso siga y que esa resistencia no permita que estos planes avancen. Va a ser una lucha ardua porque hay mucho en juego.

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