CINE › SOBRE EL DOCUMENTAL REINALDA DEL CARMEN, MI MAMá Y YO
La cineasta chilena Lorena Giachino Torréns trabajó con los recuerdos que tenía su madre de su amiga Reinalda del Carmen, desaparecida durante el régimen pinochetista. “Aún no se ha superado la cultura del miedo que impuso la dictadura”, dice la realizadora.
› Por Oscar Ranzani
La noche del 26 de abril de 2005 quedó grabada en la historia familiar de la documentalista chilena Lorena Giachino Torréns: su madre, Jacqueline, sufrió un coma diabético, y frente al peor de los presagios, pudo recuperarse parcialmente ya que quedó con un grado de amnesia que le impide recordar parte de lo que vivió. Tratando de estimular la memoria de su madre y, a la vez, apelando a una memoria colectiva, Giachino Torréns se propuso trabajar con los recuerdos que Jacqueline tiene de su amiga del alma: Reinalda del Carmen Pereira Plaza. Luego de ser detenida en innumerables oportunidades durante la dictadura de Augusto Pinochet, Reinalda del Carmen fue secuestrada por una patota militar el 15 de diciembre de 1976 y, desde entonces, pasó a integrar la lista de los desaparecidos del país trasandino. Es más: Reinalda del Carmen fue una de las catorce chilenas embarazadas que fueron detenidas-desaparecidas durante el régimen. Juntando esos dos polos de historia, la personal de su madre y la colectiva para indagar en las violaciones a los derechos humanos, Giachino Torréns elaboró el documental Reinalda del Carmen, mi mamá y yo que, luego de ser exhibido el año pasado en el DocBs ’08, se estrenará mañana en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543) y podrá verse todos los jueves de mayo a las 21.
“Mi mamá y Carmen eran vecinas y compañeras de Tecnología Médica en la Universidad de Chile. Todos los días tomaban el micro para ir juntas a clase, a reuniones estudiantiles, a ensayos teatrales o a sesiones de guitarra”, comenta la voz en off de Giachino Torréns que, en un principio, se propuso saber cómo se habían conocido, de qué hablaban estas dos amigas inseparables, por qué su madre se acuerda tanto de aquella época y no de situaciones más recientes, si volvió a tener una amiga tan buena como Carmen, y qué cosas podrían hacer juntas en la actualidad. Para armar la madeja de los años de amistad entre Carmen y Jacqueline, Giachino Torréns también recurre a su abuela para preguntarle cómo era Carmen: “No era una persona afable sino que más bien era introvertida”, comenta la abuela. Y la directora vuelve a estimular la memoria de su madre con algo que le hacía ruido en la cabeza: ¿por qué si eran tan amigas Jacqueline no llegó a militar políticamente como Carmen?
Posteriormente, la documentalista decide avanzar más allá en su investigación y recorre junto a su madre distintos lugares por los que pasó Reinalda del Carmen como, por ejemplo, el Banco de Sangre, donde trabajaban las amigas. Allí, hay viejos compañeros que les brindan datos. También Giachino Torréns visita al abogado Nelson Caucoto, especialista en derechos humanos, encargado de la causa Carmen y de once compañeros del partido en el que militaban. “No fue fácil encontrar a las personas que presenciaron el secuestro de Carmen. Después de treinta años, compruebo que todavía no se ha superado la cultura del miedo que impuso la dictadura”, reflexiona la realizadora promediando la mitad del documental. Y luego ella misma se dirige a Cuesta Barriga, y habla con la forense que buscó e identificó restos de detenidos-desaparecidos en aquella región.
La directora confiesa que el deseo de recuperar la memoria de su madre “se confunde con saber qué pasó con Carmen”. En medio de la investigación, su madre sufrió una crisis que la llevó a internarse en el mismo hospital en el que había estado dos meses a causa del coma diabético. Los médicos le recomendaron a la documentalista que no compartiera la búsqueda con su madre porque los recuerdos podían provocarle un impacto emocional que, probablemente, afectaría aún más su salud. “Intuía que la necesidad de recordar, reconstruir, recuperar la memoria, se trasladaba desde mi madre hacia mí y quedaba en mis manos”, señala. Si la primera parte del documental apuntaba más bien a la intimidad de la relación entre su madre y Carmen, en una segunda etapa pasa de la amnesia individual a la colectiva, como una manera de estimular la memoria de una sociedad adormecida por el horror.
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