CINE › KEANU REEVES, UNO DE LOS GRANDES MISTERIOS DE HOLLYWOOD
Saltó a la fama como el completo idiota de Bill and Ted’s Excellent Adventure y eso hizo que muchos lo sigan mirando con desconfianza. Retrato de un actor que tocó la gloria con Matrix, pero también carga con varias malas decisiones.
› Por Kaleem Aftab*
Conocer a Keanu Reeves en carne y hueso es bastante desconcertante. Tiene 44 años, pero se ve como si tuviera una década menos, con sus pómulos prominentes, su cabello ondeado y su complexión física de otro mundo. Y desviar preguntas con un destello misterioso en la mirada es algo ciertamente adolescente. Con lo que no es tan sorprendente que su próximo rol sea el de ser el pibe-juguete de Robin Wright Penn en The Private Lives of Pippa Lee, película adaptada por Rebecca Miller de su propia novela, aunque a los actores sólo los separa un año. “Ese complejo de mujer mayor con hombre menor es algo que sucede todo el tiempo”, se encoge de hombros Reeves, que interpreta a Chris Nadeau, un espíritu libre, vecino de Pippa y eventualmente su interés amoroso. “Definitivamente, es algo que necesita ser explorado en el cine. En términos de mujeres mayores y hombres jóvenes, a fin de cuentas no hace ninguna diferencia en el hecho de que una relación funcione o no.”
En persona, Reeves tiene maneras gentiles que lo hacen inmediatamente querible. Pero en el papel permanece como uno de los mayores enigmas del cine. Es demasiado fácil, sin margen de error, definirlo simplemente como un lindo actor que estuvo en el lugar indicado, en el momento indicado, poniéndole el cuerpo al estúpido, irresponsable personaje de Bill and Ted’s Excellent Adventure, la película que le valió una base de fans predominantemente adolescente. En un rápido pase de air guitar, sus performances en la adaptación de Las relaciones peligrosas, de Stephen Frears, y su rol en el exitoso film independiente River’s Edge fueron rápidamente olvidadas. Desde entonces, su carrera ha sido una larga batalla por ser tomado en serio. No ayuda demasiado que, aun mediando los 40, todavía se vea como un slacker, vestido como si hubiera encontrado las ropas que lleva en el piso de su dormitorio esa mañana.
Entonces, hay que preguntar si Reeves siente que la gente se lleva una falsa impresión de él por los roles que ha tomado y su aspecto exterior. “Alguna vez lo sentí, eso es seguro”, dice lentamente. Por supuesto, la principal razón de esta errónea impresión es que Reeves es muy, muy bueno haciendo de idiota. Las cumbres de su carrera en términos de taquilla y reconocimiento de la crítica llegaron con Velocidad máxima y Matrix, roles en los que un americano medio se supera y se sorprende a sí mismo mostrando astucia, intuición y los pies bien plantados en la tierra. El impacto de ambos films en la cultura popular fue tal que es fácil olvidar algunas de las más eclécticas elecciones que Reeves hizo en los ’90. En 1991 fue el Prince Hal de Mi mundo privado, la muy libre adaptación que Gus van Sant hizo del Enrique IV, Parte 1 de Shakespeare, que es recordada sobre todo por la performance de su coestrella y gran amigo River Phoenix, que murió poco después del estreno. Van Sant volvió a elegir a Keanu en la decepcionante adaptación de Even Cowgirls Get the Blues, de Rom Robbins. Reeves también fue Don Juan en la adaptación de Ke-nneth Branagh de Much ado about nothing, mientras que Bernardo Bertolucci, tomando nota de la inusual complexión física del actor, lo eligió para ser el príncipe indio Siddharta en la fallida Pequeño Buda.
Desde entonces tomó algunas decisiones sorprendentes: la mayor de ellas fue desaparecer en el pico de su fama para ser Hamlet en una producción en Winnipeg. Críticos de todo el mundo viajaron con sus lapiceras envenenadas, pero Reeves salió del paso con una mayoría de comentarios positivos. Su desesperación por no encasillarse en el héroe de acción hizo que rechazara un generoso cheque para volver a encarnar al oficial Jack Traven en la secuela de Máxima velocidad (Jason Patric tomó su lugar). “Realmente, no tengo una preferencia entre hacer películas independientes o blockbusters”, dice. “Todo lo que espero es seguir tomando estas decisiones. Soy feliz de haber trabajado en el pasado en géneros tan diferentes y en films tan populares.”
Claro que también trabajó en películas ciertamente impopulares. Su carrera tuvo puntos bajos entre 1995 y 1998, un período en el que pareció que la carrera de Reeves se encaminaba rápidamente al olvido. Sus discutibles elecciones incluyeron Un camino en las nubes, Reacción en cadena, Feeling Minnesota, The Last Time I Committed Suicide y El abogado del Diablo. La sensación de que Reeves se estaba convirtiendo en el hazmerreír de la industria se combinó con su decisión de formar la banda de rock Dogstar, junto a Bret Domrose y Robert Mailhouse: Reeves tocaba el bajo y hacía coros.
Pero justo cuando se sentía que Reeves estaba arrinconado, salió peleando como un tigre y reencontró el balance. Ewan McGregor, Nicolas Cage y Will Smith recibieron la oferta de tomar el rol principal de The Matrix, de los hermanos Wachowski: todos la rechazaron. El sí de Reeves lo catapultó al tope de la lista A. Y esta vez no les dijo que no a las secuelas, llevándose el cheque grande y una participación en las ganancias. Después de Matrix, su mera presencia alcanzó para que le dieran luz verde a un proyecto cinematográfico. Su poder incluso alcanza la capacidad de decidir quién dirige. Cuando The Night Watchman, de James Ellroy, fue adaptada como Los reyes de la calle, fue Reeves quien tuvo una palabra decisoria para que David Ayer fuera el director. Su único éxito reciente fue Constantine, que protagonizó junto a Tilda Swinton. Y se volvió mucho más selectivo: en los últimos tres años sólo apareció en Los reyes..., El día que la Tierra se detuvo y ahora Pippa Lee.
Keanu Reeves nació en Beirut (Líbano) en 1964. Su madre, Patricia, era diseñadora de modas; su padre, Samuel Nowlin Reeves, geólogo. El nombre Keanu significa “Brisa fresca en las montañas” en hawaiano. Luego del divorcio de sus padres, su madre instaló a la familia primero en Nueva York y luego en Toronto. Fue un background ecléctico, que le hizo apreciar los diferentes caminos de vida. “Es de lo que tratan las historias, son reflejos del ambiente. Las historias se cuentan para que podamos sobrevivir y aprender de las experiencias, seguir adelante y compartir el conocimiento.” Es famoso por guardar celosamente su vida privada: no ha estado en una relación larga desde la muerte de su novia Jennifer Syme en un accidente de auto en 2001. En diciembre de 1999 había dado a luz a una niña que murió al nacer, Ava Archer Syme-Reeves. Recientemente fue vinculado con la gurú de la moda Trinny Woodall, en la época en que ésta se estaba separando, y desde entonces fue fotografiado con la actriz Parker Posey. En su tiempo libre se dedica a aprender a cocinar. Recientemente adquirió una computadora y empezó a usar el e-mail; en el pasado hizo todo un asunto de ser algo así como un ignorante informático. “Un amigo finalmente me compró una computadora, y por supuesto la uso”, señala.
Pero eso es lo más lejos que llega. Cuando una pregunta se vuelve demasiado personal, responde haciendo el sonido del mar. Si se le pregunta por las malas críticas rompe a cantar una canción: “Una gota de agua no hace un océano, nena”. Finalmente, cede: “Quiero ver lo que escriben los críticos, seguro. Sabés que va a suceder, sea lo que fuere, y tenés que tomar un artículo por lo que es. Las reseñas son parte de por qué querés dedicarte al entretenimiento. Querés saber qué piensa el público sobre la película y la performance. Me interesa saber eso, aunque sea solo una persona”. Y con eso se va, de regreso a su cocina.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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