Lun 17.08.2009
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CINE › JAMES SPADER, DE LA OBSESIóN SEXUAL A UNA PELíCULA PARA CHICOS

“Siempre busqué el mejor film”

El actor se hizo célebre por películas como Less than Zero o Sexo, mentiras y video, pero también supo cosechar tres Emmy gracias a The practice y Boston Legal. Ahora filmó a las órdenes de Robert Rodríguez en Shorts, “algo muy rápido y loco”.

› Por Lesley O’Toole *

“¿Podrías seguir haciendo eso?”, susurra James Spader, no en plan de hacerse el seductor, sino seductor a secas, en la habitación de un hotel de Beverly Hills. “¿Quizá podrías hacerlo en el auto todo el camino a casa?” Parece un pedido apropiado, si se tiene en cuenta que el nombre de Spader es un sinónimo de sexo. Al menos en las películas. El actor ganó el premio al mejor actor en Cannes 1989 por su papel en el primer film de Steven Soderbergh Sexo, mentiras y video; tuvo sexo enormemente gráfico con Susan Sarandon en White palace un año después, y no ganó premios pero sí mucha controversia como el loquito de Crash (1996) que se excitaba con accidentes de auto y prácticamente copulaba con la herida abierta en la pierna de Rossana Arquette. Para más datos, incluso hizo una película llamada Speaking of Sex (Hablando de sexo). Para el momento en que encarnó al sadomasoquista Mr. Grey en Secretary (2002), que incluía copiosas nalgadas a la secretaria que interpretaba Maggie Gyllenhaal, nadie con un ápice de interés en la película se sintió remotamente sorprendido.

Ahora, a pocos meses de cumplir 50 años, terminando un ciclo de cinco años en la TV que le dejó tres premios Emmy (gracias a The Practice y Boston Legal), nada en James Spader es lo que podría esperarse. El comentario del principio iba dirigido a la maquilladora que removía su maquillaje televisivo con toallas húmedas de bebé. Y el encuentro es para discutir su primer rol en la gran pantalla en seis años, en Shorts, de Robert Rodríguez: al fin una película para chicos, una que podría presumirse que hizo para que su hijo de casi un año (con la actriz Leslie Stefanson) puede disfrutar en un tiempo. “Realmente no. La hice sólo por diversión”, desmiente él. “Odio ser egoísta, pero no participé en ninguna de las películas en las que estuve por alguien más. Me doy cuenta que en mi carrera a menudo le dije que sí a cosas que me tomaron completamente por sorpresa. Si alguien me ofrece algo que es completamente diferente a lo que podría imaginar, nueve veces de diez diré que sí. Y eso no significa que hubiera estado interesado en ver esas películas si yo no hubiera actuado en ellas.”

En Shorts, Spader es Mr. Black, presidente de una compañía cuyo Black Box es el último aparatito multitarea. De manera predecible, no es un rol anodino en una película tonta. Rodríguez es el hombre detrás de la enormemente exitosa franquicia de Spy Kids, también conocido por ser un padre perspicaz, y un rebelde que ha hecho sentir fuertemente su disconformidad con la influencia de los estudios de cine corporativos. Spader sintió afinidad con él, y cuando Rodríguez le prometió que su trabajo le llevaría sólo una semana, el acuerdo quedó cerrado. “Fue rápido y loco”, se ríe Spader, que habla jocosamente de su aversión a la tecnología como “cierta clase de deficiencia”. Para demostrarlo, muestra su destrozado teléfono celular, ni siquiera equipado para e-mail simplemente porque no usa. “No tengo computadora, no hay electrónica en mi vida. Tengo este celular que suena, lo abro y en ese mismo acto se apaga”. No parece preocuparlo, pero dice que sus dos hijos mayores (de 16 y 20 años, de su primer matrimonio con Victoria) sí. “Están en un estado constante de sacudir la cabeza con desánimo, y probablemente con vergüenza.”

Durante años, Spader profesó un deseo de quedarse en casa con su familia y trabajar solo de manera esporádica. “Mientras lo hacía, ni siquiera pensaba en el programa de TV. Solo trabajaba todo el tiempo, muy lejos de tener una vida muy saludable. No creo que actuar tanto en un año sea bueno.” También habla sin culpa de tomar trabajos por el dinero. “No es frivolidad. Muchas de las películas que hice fue porque me había quedado sin dinero. Pero siempre busqué el mejor film que podía encontrar en el momento.” La evidencia poco saludable está aquí sentada, de traje y con sus típicas gafas de marco negro (tiene muy mala visión y no se lleva bien con los lentes de contacto). No guarda mucho parecido con el apuesto, peligroso advenedizo rubio de películas como La chica de rosa (su éxito de 1986, con guión de John Hughes), Malas compañías (junto a Rob Lowe) y Less than Zero, con Robert Downey Jr. No está claro si se teñía el pelo antes o ahora, pero en estos días es castaño. Y está mucho más gordo.

Sus escrúpulos con respecto a alcanzar una de las marcas menos bienvenidas de la vida no tienen que ver con la carrera ni con la vida. “Mis preocupaciones sobre cumplir 50 tienen que ver con no estar en la buena forma en que solía estar. Perdí el estado físico trabajando en la televisión; era imposible ejercitarme al punto que lo hacía antes. Estar fuera de forma no es aceptable cuando uno ve la cantidad de gente que muere de ataque cardíaco en sus 50.” Alude, claro, a Hughes, quien murió de un infarto a los 59 años, días antes de esta entrevista. Curiosamente, en Shorts Spader se reúne con su coestrella de La chica de rosa, Jon Cryer. “¿Nos empezamos a empujar? ¿Y yo digo algo terrible?”. Más bien una pelea, y sí. Spader dice que no volvió a ver la película desde que la hizo, hace media vida, cuando tenía 25 y encarnaba a un adolescente insufriblemente sardónico.

¿Vieron sus hijos Pretty in pink, una de las pocas películas de su padre aceptables para su edad? “Probablemente no. No lo sé. No sé si La chica... es muy interesante para los pibes.” Aunque suene sorprendente, hay –o había– un trabajo consciente de Spader para tratar de mantener separada su vida laboral de la hogareña. “Siempre traté de que mi carrera no fuera una carga para mis hijos, pero viendo atrás creo que fue un error. En retrospectiva, podría haber incorporado a los chicos un poco más, en términos de que es lo que hado. Conozco muchos chicos que crecieron con miembros de su familia que son figuras públicas de alguna clase, y vieron qué peligroso puede ser eso. A veces las vidas de sus padres pueden parecer más grandes que la vida misma, cuando por supuesto no es así, para nadie. Uno es lo que es.” Sus hijos no muestran signos de querer actuar de manera profesional. “Mi hijo menor ha hecho algunas obras en la escuela y estuvo genial, y el mayor hizo una pasantía en el programa de TV. Les presentaré opciones ilimitadas, pero elegir la actuación solo debe ocurrir si sienten que es lo apropiado para ellos.”

No hubo nada en la infancia de Spader que sugiriera el nacimiento de una estrella inusual. Nació en Boston, y sus padres eran maestros que lo enviaron a las mismas escuelas exclusivas de la Costa Este en las que ellos enseñaban. Sus dos hermanas también eligieron ser maestras, pero la temprana predilección de Spader por montar obras y entretener a la familia dio a entender que no iba a seguir el camino familiar. Se mudó a Nueva York, donde ejerció una cadena de trabajos poco tradicionales para actores sin un centavo: instructor de yoga, barrendero, cargador de ferrocarril. No sabía nada de yoga, pero a los 19 conoció a Victoria, una verdadera instructora de yoga, en el gimnasio donde ambos enseñaban. Casi una década después se casaron. Entonces, ¿tiene James Spader el temperamento adecuado para actuar? “Ni siquiera sé cuál es el temperamento adecuado”, responde. “Y no estoy seguro de tenerlo”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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