Mié 02.09.2009
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CINE › ENTREVISTA AL DIRECTOR MARCO TULLIO GIORDANA

“La Italia de hoy es fascista”

El realizador de La mejor juventud vuelve a la cartelera porteña con Las vidas privadas, en la que remonta el ascenso y caída de Luisa Ferida y Osvaldo Valenti, una pareja de actores identificados con el fascismo y ejecutados tras la caída del Duce.

› Por Sergio Labba

Nacido en Roma en 1950, Marco Tullio Giordana pertenece a otra época, según él mismo reconoce en la entrevista que sigue. A esa época, que se abre allá por los primeros ’60 y se cierra una década más tarde, le dedicó la más conocida de sus películas, La mejor juventud, estrenada un par de años atrás en Buenos Aires. Ahora, un lustro más tarde, Giordana vuelve a la cartelera porteña con Las vidas privadas, en la que remonta el curso de la historia italiana y llega hasta el que, quiérase o no, constituye el momento crucial de esa historia durante el siglo XX. Presentada en Cannes 2008, Sanguepazzo (tal el título original, traducible por “sangre loca”) narra, a lo largo de dos horas y media, el ascenso y caída de Luisa Ferida y Osvaldo Valenti, una pareja de actores identificados con el fascismo y ejecutados tras la caída del Duce. Estreno de este jueves en Buenos Aires, Las vidas privadas presenta, en el papel de la Ferida, a otra diva, pero de la Italia contemporánea: Monica Bellucci.

Tal como desarrolla en esta entrevista, para Giordana las diferencias entre la Italia del Duce y la de Berlusconi no van mucho más allá de lo epidérmico. “Odio esta Italia”, dice sin vueltas el realizador, que había abordado también el reino sin trabas de la mafia siciliana en Los cien pasos, estrenada en Buenos Aires unos años atrás. “Basta cambiar los fusiles por la televisión para que dé más o menos el mismo resultado”, abunda Giordana. El realizador de Las vidas privadas se hace lugar además para rescatar a quien ahora, treinta años después, reconoce como la voz que profetizó, como ninguna otra, la Italia actual. La voz de Pier Paolo Pasolini, que en plenos ’70 reaccionaba ya furiosamente contra un país que tal vez no fuera el de ese entonces, sino el de hoy. No es la primera vez que Giordana se vincula, a la distancia, con el autor de Teorema: a mediados de los ’90 había producido ya un documental (Pasolini, un delitto italiano), en el que responsabilizaba al país entero de su muerte.

–En Las vidas privadas usted vuelve sobre el pasado italiano, tema al que ha dedicado prácticamente su obra entera. ¿A qué se debe esa obsesión por el pasado?

–Seguramente obedece a razones biográficas. En el ’68 yo tenía diecisiete años. Enseguida vinieron los ’70, el momento en que la sociedad italiana cambió para siempre. No sólo la sociedad italiana, sino Europa entera. Es el momento en que las ilusiones dieron paso al realismo, la democracia al autoritarismo, la pervivencia de la cultura provinciana a la hegemonía definitiva de lo urbano y global. Es también el momento en que el cine, la literatura, la pintura, ceden su lugar a la televisión. Tal vez no sea casual que en mi primera juventud pensé en dedicarme a la pintura, después me decidí por el cine e incursioné también en la literatura. Todas cosas de aquella época.

–Sin embargo, eso explica que casi todas sus películas sean de carácter histórico.

–No sólo mi cine: buena parte del mejor cine italiano abordó reiteradamente la historia reciente. Roma, ciudad abierta, Paisà, Ossessione, de Visconti, muchas películas de De Sica... Esas son las películas que vi de pequeño y que me formaron. “Estos cineastas dejaron testimonio de su época y yo debo hacer lo mismo”, me dije de joven. Así lo hice desde mi primer corto, que es de 1980 y donde traté la cuestión del ’68. De algún modo me propuse reconstruir, a escala, el gran cine italiano que amé de pequeño.

–En Las vidas privadas aborda por primera vez la época del fascismo.

–Es una historia verdadera, la de una pareja de actores colaboracionistas, Luisa Ferida y Osvaldo Valenti, que a la caída del fascismo fueron ejecutados por miembros de la resistencia. Investigar sobre esa época me confirmó los paralelismos que hay entre esa Italia y la de hoy.

–¿Cuáles serían?

–Basta cambiar los fusiles por la televisión para que dé más o menos el mismo resultado. En mi país vivimos actualmente bajo una dictadura mediática, dominada por una figura tan de opereta como lo era el propio Mussolini. El dictador emite un mensaje, desde las pantallas de los televisores: “Para ser felices deben tener una casa como la mía, beber esta clase de vinos, conducir estos últimos modelos, celebrar estas fiestas, tener estas putas a disposición”. También se parece al fascismo el consenso mayoritario que le sirve de coro. Ese mensaje no sólo fue oído, sino puesto en práctica por el grueso de la población. La televisión terminó por controlar hasta los sueños de los italianos. ¿No le parece fascismo, eso?

–Se lo ve furioso.

–Lo estoy. Odio esta Italia. Yo amé mi país, pero ese país era otro. A este lo odio. Italia se convirtió en el reino de la vulgaridad, de la ostentación, del exhibicionismo mafioso. Me acuerdo de que Pasolini, cuando renegó de su “Trilogía de la vida” (la integrada por El Decamerón, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches), dijo: “Los italianos se volvieron horribles. Si ahora lo son es porque ya antes habían sido cínicos y corruptos”. El tema es que esto lo dijo en los ’70. Me acuerdo de que en ese momento me pareció injusto, me escandalizó. Ahora, treinta años más tarde, comprendo que tenía razón. Lo que sucede es que tal vez estaba viendo, en ese momento, la Italia de hoy.

–¿Está todo perdido, entonces?

–No, nunca está todo perdido. En el campo del cine, sin ir más lejos, hay muchos colegas míos que permiten tener esperanzas. Matteo Garrone, por ejemplo, el realizador de Gomorra. También Paolo Sorrentino, que dirigió Il divo, la película sobre Giulio Andreotti. Un tipo brillante. Emanuele Crialese, realizador de Respiro, Mario Martone (Teatro de guerra) y Paolo Virzi son también sumamente talentosos. El problema es lo que los rodea, el caldo en el que se cuece la Italia actual.

Traducción, selección e introducción: Horacio Bernades.

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