CINE › LA ACTRIZ CONVIERTE EN ORO (CASI) TODO LO QUE TOCA
La intérprete experimenta otro renacimiento en su carrera. Su última película, Julie & Julia, en la que encarna a la gurú de la cocina Julia Child, recaudó más de 28,5 millones de dólares desde su estreno en Estados Unidos. Sus papeles disparan éxitos colaterales.
› Por Jonathan Romney *
Se lo puede llamar “efecto Streep”. Durante años, Meryl Streep fue tomada como una de las más respetables actrices de Hollywood, alguien que no siempre tenía éxitos, pero que tenía menos fracasos en su filmografía que cualquier otra estrella de su generación. Hoy, Streep experimenta otro renacimiento en su carrera que la convierte no solo en uno de los nombres favoritos de la industria, sino también uno que posee el toque de Midas. Su última película, Julie & Julia, en la que encarna a la gurú de la cocina Julia Child, ha recaudado más de 28,5 millones de dólares desde su estreno en Estados Unidos, hace cuatro semanas. Y envió a Mastering the Art of French Cooking, el libro que Child escribió en 1961, al primer lugar de las listas de ventas, al mismo tiempo que disparó un boom en el interés por las clases de cocina francesa en Estados Unidos.
Esta no es la única manifestación reciente del “efecto Streep”. Después de que el año pasado la estrella extrañamente cantara y bailara –en overol, para mejor– en el musical de ABBA Mamma Mia!, la película británica más recaudadora de todos los tiempos, no sólo el compilado Gold del grupo sueco llegó al primer puesto del chart, también hubo un crecimiento en la demanda de parejas que quieren casarse en la isla griega de Skopelos, como en la película, y easyJet reportó que los vuelos hacia allí subieron un 13 por ciento en los meses posteriores al estreno de la película (la propia Streep llegó al top 10 portugués con su versión del tema que da nombre a la película).
En términos del poder del estrellato, todo esto es un regreso a los gloriosos días de Streep en los 80. Después de que apareció junto a Robert Redford en el hit de 1985 Africa mía, el número de visitantes no africanos a Kenya pasó de 152 mil en 1985 a 176 mil el año siguiente. Sin dudas, estos datos son en parte testimonio del poder del marketing de Hollywood. Hace rato que Julia Child es un icono cultural en Estados Unidos; todavía está por verse si la película tendrá un efecto comparable en Inglaterra cuando sea estrenada el próximo mes. Pero el hecho que permanecerá inalterable es que, en la cuarta década de su carrera en la pantalla grande (Streep hizo su debut, apropiadamente, en Julia en 1977), la estrella disfruta de un enorme incremento de popularidad.
En 2006 apareció con gran suceso en El diablo viste a la moda, donde interpretó a la editora de modas Miranda Priestly, un papel que se cree inspirado en la editora de Vogue Anna Wintour. Priestly fue una de las grandes villanas de comedia de los últimos tiempos: una fría y cerebral fuerza de la naturaleza con ropas de alta costura, cabello blanquísimo y un modo de hablar sotto voce aterrador. Aunque Streep ha declarado que a ella “no podría importarle menos la moda”, el papel provocó que la propia Vogue la declarara un icono en ese sentido. Y cuando el público vea The September Issue, el documental sobre la publicación próximo a estrenarse, quizá la verdadera Wintour empalidezca en la comparación. En los últimos tiempos, Streep ha entregado varias villanas notables: fue ofídica en el rol de la monja inquisidora en Doubt (que este año le valió su más reciente nominación al Oscar), y cautivadora como la matriarca conspiradora de Washington en la remake de 2004 de El embajador del miedo.
Streep, que cumplió 60 en junio, ha conseguido una hazaña única entre las artistas contemporáneas con roles protagónicos en Hollywood: ha mantenido una larga carrera de primera línea, sin interrupciones, y se ha mudado a papeles que tienen el auténtico prestigio de la gran dama sin conformarse con roles de matrona en el reparto. El logro es más llamativo si se considera cuántas de sus contemporáneas se cayeron, sufrieron carreras desparejas, o se retiraron cansadas de papeles que no estaban a su altura: Diane Keaton, Sissy Spacek, Debra Winger, Sally Field... En el pico de su éxito en los ’70 y los ’80, a Streep se la mencionaba al mismo tiempo que a Al Pacino y a Robert De Niro.
Su primer trabajo significativo fue en la miniserie de televisión Holocaust, de 1978. Enseguida se la reconoció por interpretar a mujeres fuertes, incluso cuando a veces sus personajes eran tan diferentes como la ex castradora de Manhattan, de Woody Allen, y la mujer en el drama de divorcio Kramer vs Kramer, de 1979, quien acuñó el clisé de una generación cuando dijo que quería “encontrarse a sí misma”. Esa película le valió el primero de sus dos Oscar; el otro fue por el rol de sobreviviente del Holocausto en La decisión de Sophie (1982). También tiene la mayor cantidad de nominaciones para ese galardón: quince. Durante los ’80, Streep seleccionó roles psicológicamente intensos y observados con precisión: una heroína victoriana trágica, y la actriz que la interpreta, en La amante del teniente francés (1981); una activista obrera condenada en Silkwood (1983); una mujer incapaz de recuperarse de la emoción de su participación en tiempos de guerra en Plenty (1985).
A los críticos no siempre les ha caído bien la seriedad de Streep. Su más fiera oponente fue Pauline Kael, de The New Yorker, quien se quejaba del enfoque cerebral de la actriz: “Ella puede hacer que pensativo sea una mala palabra. Si tan sólo pudiera reírse tontamente un poco más y sufrir menos...” Pero Streep conoce el valor de una risita bien ubicada. La ebullición de Mamma Mia! no salió de la nada: ella siempre supo donde y cuando exagerarlo. Considérese el subestimado drama de la era de la gran depresión El amor es un eterno vagabundo (1987), en el cual Jack Nicholson y ella fueron emparejados como vagabundos borrachines. Streep canta “He’s my pal”, una serenata de bar empalagosa que se roba la película y que deja con un nudo en la garganta incluso si uno está intentando no tragarse la sobreactuación (y después otro nudo cuando uno descubre que toda la escena es una fantasía). Es algo audazmente delicado de lograr, lo que sugiere que Streep tiene un sentido innato para saber exactamente cómo el público leerá su actuación, e incluso cómo se equivocará en esa lectura.
“No hago basura”, dijo alguna vez Streep. Lo cierto es que se ha mantenido a distancia de las películas lucrativas pero de menos calidad con las que De Niro y Nicholson han malgastado tanto tiempo, aunque tiene un ojo especial para el material comercial poco convencional. La truculenta comedia de efectos especiales La muerte le sienta bien (1992) mostró una disposición a ignorar al menos parte de esa famosa dignidad. Cuando aceptó hacer un thriller de acción, Río Salvaje (1994), salió “humanizada” a los ojos del público. Claro que Streep no puede acertar siempre con sus proyectos: recientemente, títulos fáciles de olvidar incluyen Música del corazón, Las cosas que importan y Antes y después. Aunque Streep haya alguna vez inspirado un helado sobrecogimiento, su discreción sobre su vida privada le ha reportado una reputación de cuidadosa más que de distante. Fue pareja del fallecido actor John Cazale (con quien apareció en El francotirador), pero desde 1978 está casada con el escultor Don Gummer, con quien tiene cuatro hijos. En una ocasión se caracterizó a sí misma como una señora de clase media suburbana que se emociona de más en las reuniones de padres, y escrupulosamente se ha mantenido (junto a su familia) lejos de la mirada pública.
Los comentarios de Streep sobre su arte a veces suenan casi forenses: “Me gusta sacar la superficie... Actuar es mi modo de investigar la naturaleza humana y divertirme al mismo tiempo”. Pero sigue impresionando a los críticos: incluso los poco entusiastas respecto de Julie & Julia se han mostrado efusivos sobre la matriarca exuberante y calentona de Streep. A.O. Scott, del New York Times, se entusiasmó: “Al momento, esta actriz ya ha agotado cada superlativo que existe y sugerir que se ha sobrepasado a sí misma sólo es decir que ha vuelto a hacerlo”.
Ahora que está más al alcance que nunca, es difícil negar que Streep pertenece a la liga de las actrices de cine formidable a lo Bette Davis y Katharine Hepburn. La crítica estadounidense Molly Haskell escribió recientemente: “Ahora está probando que puede hacer personajes sin esfuerzo tan bien como los extenuantes, y disfrutar en lugar de esconderse tras su talento”. Su próximo papel es como la voz de un animal parlante en la animada Fantastic Mr. Fox, de Wes Anderson, lo que sugiere que Streep planea disfrutar a pleno.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux