CINE › PRESENTACIóN DE EL SECRETO DE SUS OJOS EN SAN SEBASTIáN
Si se tienen en cuenta los aplausos del público y los elogios de la crítica, queda claro que la película de Campanella entró con el pie derecho en tierra vasca. Otro film argentino, 77 Doronship, se presenta en Zabaltegui, la sección paralela más importante de la muestra.
› Por Horacio Bernades
Desde San Sebastián
Todos los termómetros indican que El secreto de sus ojos, que se presentó ayer en la competencia oficial de San Sebastián, no pasará inadvertida por aquí. El termómetro de sala, antes que ningún otro, activado en la primera función matinal, midió altos decibeles de risas durante las escenas humorísticas, un alto nivel de atención por parte del público y un aplauso sostenido al final. El termómetro “de pasillo” registraba, a su turno, comentarios elogiosos, que no hacen más que redoblar, del otro lado del Atlántico, la acogida que la película de Juan José Campanella viene de tener en el Festival de Toronto. Las conferencias de prensa cuentan con su propio termómetro, que apunta tanto al tono de las preguntas como a la duración del evento. En este caso resultó muy significativo que casi todas las intervenciones de los periodistas presentes incluyeran al menos un elogio. Y que la conferencia se extendiera durante 45 minutos, cuando la que dos días antes brindaron Quentin Tarantino y Brad Pitt no llegó a la media hora. Finalmente, el termómetro de la crítica. Allí debe consignarse que, en los corrillos, el colega que cubre el festival para el diario El País estaba descerrajando ya el temido calificativo de “obra maestra”.
En síntesis, cuando el viernes próximo El secreto de sus ojos tenga aquí en España su estreno europeo, no hay duda de que lo hará con el pie derecho. De qué tamaño será la huella que imprima, está por verse. Pero todo lleva a presumir que no será pequeña. Ricardo Darín, Soledad Villamil, el actor español Javier Godino y el coproductor local, Gerardo Herrero, rodearon a Campanella en la conferencia de prensa post-proyección. Un clima distendido marcó el encuentro, ayudado por el característico sentido del humor del realizador y su primer actor. Campanella, Darín y Villamil respondieron preguntas sobre el proceso de adaptación de la novela original, sobre el balance entre los elementos humorísticos, dramáticos y policiales de la película, sobre el surgimiento de los grupos parapoliciales en la Argentina y sobre las influencias del cine clásico estadounidense y de la commedia all’italiana. “En la película me sentí mucho mejor haciendo de viejo que de joven”, dijo Darín. “Así que a partir de ahora voy a dejar atrás las mil cirugías rejuvenecedoras que me hice en los últimos años, y me voy a dedicar a ser viejo, nomás.”
Un viejo y una mujer embarazada son los protagonistas de 77 Doronship, única película argentina que se presenta en Zabaltegui, la paralela más importante de este festival. Ganadora del Premio al Mejor Director otorgado en la sección argentina de la última edición del Bafici, el segundo largo del joven Pablo Agüero (después de Salamandra, que pasó por Cannes el año pasado) es un film de cámara, filmado en toda clase de soportes (35 mm, video de alta definición y hasta súper-8), en el que las escenas en presente, que tienen lugar en París, se confrontan con otras filmadas mucho tiempo antes en el desierto patagónico y que funcionan como sueños, recuerdos o fantasías. Puede ser que se note que esas escenas son apósitos, y es posible también que se haga evidente, en el curso de la película, la escasez de los materiales, dicho esto tanto en sentido económico como narrativo. Pero al opus 2 de Agüero le sobra esa clase de arrojo creativo, de invención con nada, que suelen identificarse con lo argentino. 77 Doronship empezó siendo una película hace diez años, cuando Agüero era un chico de veinte, y terminó siendo otra, gracias a que el actor que hace de viejo se presentó de improviso un día en París, donde vive el realizador parte del año. “Hubo que filmar de apuro”, dice Agüero. “El viejo tenía 87 años, y la actriz, nueve meses de embarazo. Así que no había tiempo de andar dando vueltas.”
Con el propio realizador poniéndole voz a la pareja de la chica, a la que acaba de abandonar con el parto encima, 77 Doronship se sostiene tanto en la rareza de ese off (que se dirige, en susurros, al personaje femenino) como en el increíble Francisco Morón, que a los 87 “se fumó 327 cigarrillos en 15 días de rodaje” (sic de Agüero). “Está convencido de hablar en siete idiomas”, dice el off sobre el personaje que encarna Morón, “pero no se le entiende en ninguno”. En euskera no habla, pero los aplausos del final dan para pensar que el público la entendió igual. Una mujer embarazada es protagonista también de Le refuge, la película más reciente de François Ozon (el realizador de Bajo la arena y Vida en pareja), una de las tres películas francesas que copan la competencia oficial de esta 57ª edición del Donostia Zinemaldia. El refugio del que habla el título es al que va a parar la protagonista, intentando recuperarse de una sobredosis que casi la deja, como le sucedió a su pareja, fuera del partido. Confirmando el pasaje de su realizador del pop lúdico de películas como Gotas de lluvia sobre piedras calientes y 8 mujeres al intimismo, más típicamente francés, de Vida en pareja y Tiempo de vivir, Le refuge es, como las últimas de Ozon, prolija, irreprochable, epidérmica y chic.
Nada de lo anterior puede achacársele a Precious, ópera prima del realizador afroamericano Lee Daniels, que en enero ganó tres de los premios principales del festival de Sundance, y aquí se presenta en la sección “Perlas de Otros Festivales”. Basada en una novela escrita por la poetisa afroamericana que firma como Sapphire y ubicada en tiempos de Reagan, Precious tiene por protagonista a una adolescente de Harlem, que a su descomunal sobrepeso le suma el hecho de ser semianalfabeta e hija de una madre siniestra, que la usa para cobrar el seguro de desempleo. Además de eso, su encantadora mamá consiente el hecho de que el padre abuse de ella desde los 3 años, relación que dio por resultado una niña con síndrome de Down. Suena a demasiado y sin duda lo es, pero el gran mérito de Daniels es el de narrar toda esa sordidez con una energía, intensidad y vitalidad que hacen pensar en su película como en una Tarnation menos genial, sin duda, pero igualmente chisporroteante de deseo narrativo. Y de unos actores tan extraordinariamente dirigidos, que una Mariah Carey morocha e irreconocible anuncia, en el papel de una psicóloga social, que ya iría siendo hora, para ella, de cambiar los escenarios por los sets.
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