CINE › SE ACERCA AVATAR, LA MEGAPRODUCCION EN 3-D DIRIGIDA POR JAMES CAMERON
Doce años después de Titanic, el director estrena en estos días a escala mundial (a la Argentina llega el 1º de enero) una nueva apuesta gigantesca, que aspira no sólo a batir records de boletería sino también a dejar huella en la historia del cine.
› Por Geoffrey Macnab *
En una presentación realizada en Las Vegas en 2005, los directores James Cameron, George Lucas, Robert Zemeckis, Robert Rodriguez y Randal Kleiser aparecieron juntos en el escenario luciendo unas gafas especiales. Estos titanes de la industria cinematográfica estadounidense estaban allí para anunciar lo que predecían con confianza como la próxima gran revolución en el cine: una revolución que podría tener los mismos poderes transformadores del nacimiento del cine hablado a fines de los ’20: el 3-D. Casi cinco años después, esa revolución parece estar a la vista. En estos días se estrena en todo el mundo (a la Argentina llega el 1º de enero) Avatar, de James Cameron, película que se viene promocionando como algo que cambiará para siempre la experiencia de ir al cine. Con catorce años de producción, casi 3 mil escenas de efectos especiales y un presupuesto cercano a los 250 millones de dólares, el film –según promete la publicidad– nos llevará a “un mundo espectacular más allá de nuestra imaginación”. El estudio Fox vende Avatar como “una experiencia inmersiva completamente nueva, en la que la revolucionaria tecnología inventada para realizarla desaparece ante la emoción de los personajes y la potencia de la historia.”
El protagonista del film es un ex marine confinado a una silla de ruedas que se aventura en un lejano planeta llamado Pandora, lleno de extrañas y a veces aterradoras formas de vida. Allí se encuentra con los Na’vi, una raza humanoide que vive en armonía con su ambiente y a la que no le gusta que los humanos anden metiéndose en su patio trasero en busca de minerales valiosos.
A Cameron le gusta tomar apuestas gigantescas. Aunque el marketing de Avatar gira alrededor de su tecnología, él es un director curiosamente chapado a la antigua: una figura del molde de Howard Hawks que gusta de realizar aventuras de macho, pero aun así mantiene un status de autor. Soporta la presión que haya que soportar. Como es sabido, no realiza una película de ficción desde Titanic, doce años atrás. Como Titanic, Avatar llevó una pequeña eternidad y costó más que casi cualquier otro film anterior. En una entrevista reciente, Cameron dijo que “es la cosa más complicada que jamás haya hecho nadie”. Pero a mediados de año, cuando se mostraron partes del film en cines de todo el mundo, la respuesta estuvo lejos de lo esperado. Algunos espectadores señalaron que la experiencia era análoga a un mareo en alta mar. Avatar es una película de acción, y todavía se discute el punto de si la tecnología 3-D está lista para ese formato. Demasiado Sturm und Drang (Tormenta e impulso), dirían los alemanes. Especialmente para una película con una edición veloz y una maciza banda de sonido que puede llevar a los espectadores hasta la náusea. Cuando se filma a 24 cuadros por segundo y se muestra un veloz movimiento lateral, la imagen puede parecer entrecortada. Con el 3-D, filmando con dos cámaras, el problema fue compensado. Los realizadores necesitan bajar el ritmo, filmar a una tasa de cuadros por segundo más alta, o arriesgarse a que su público termine sintiéndose enfermo.
“Si Cameron tiene éxito en hacer una película de acción en 3-D sin darle dolor de cabeza a la gente, entonces sí habrá una revolución –sugiere Ben Stassen director, de la película animada en 3-D Moscas en la luna–. Si alguien puede hacerlo es él, pero para mí la tecnología aún no está lista para esa clase de cosas.” Stassen agrega que las películas de acción parecen funcionar siempre bien en boletería. El año pasado, El caballero de la noche causó revuelo en las taquillas, y no estaba filmada en 3-D. “De algún modo, las películas de acción consiguen su cometido. Esos grandes tanques ya son de por sí muy dinámicos”, sugiere. La ironía es que el 3-D podría funcionar mejor en dramas íntimos, basados en el diálogo, que en la saga épica de ciencia ficción que Cameron está contando. La celebrada My dinner with Andre, de Louis Malle, que muestra al dramaturgo Wallace Shawn y al director teatral Andre Gregory hablando en una cena en un restaurante de Nueva York, podría ser una perfecta película 3-D. Pero no es la clase de film que a Cameron le interesaría realizar.
De manera inevitable, cuando se lanza una nueva película de Hollywood con un presupuesto elefantiásico, siempre hay comentadores sentados al costado que esperan verla fracasar. La ambición de Cameron siempre pareció cercana a la hybris griega, a la desmesura. Como le dijo a la revista The New Yorker: “Si ponés tus metas a una altura ridícula y fallás, fallarás por encima del éxito de cualquier otro”. Los relatos de la realización de películas de Cameron lo hacen parecer tanto una agotadora expedición científica como un esfuerzo artístico. Los miembros del equipo son empujados al límite pero no pueden quejarse, porque saben que su director se lleva a sí mismo aún más lejos. También hay un curioso desbalance entre la sofisticación tecnológica de sus films y las historias naïves, casi infantiles que cuenta. A juzgar por lo visto, Avatar parece una fábula de Narnia dirigida por Stanley Kubrick, o una versión de Apocalypse Now! hecha con trolls. Cameron ha dicho que la inspiración vino de cada pieza de ciencia ficción que leyó de niño sobre guerreros masculinos en “tierras alienígenas, exóticas”.
Cameron concibió Avatar por primera vez catorce años atrás. Ya es parte del mito que una película de Cameron debe tener resistencia hercúlea para llegar al final. Las peleas del director con la tecnología, las batallas con los financistas son parte del panorama que los ejecutivos de marketing utilizan para vender la historia. Pero aun así, en estos días previos al estreno el éxito de la película está lejos de estar asegurado. Podría adivinarse que así es como le gusta a Cameron: hasta el día del estreno, eran las mismas dudas que existían sobre Titanic, que también se había excedido largamente en el tiempo y el presupuesto. Cameron incluso tuvo que rebajar su propio cachet como parte de un acuerdo para que lo dejaran finalizarla.
Todas las señales indicaban que Avatar podía convertirse en la versión 1990 de Heaven’s Gate, la película de Michael Cimino célebre por llevar a la bancarrota a United Artists. La capacidad de Titanic para mantenerse a flote estuvo en cuestión hasta el último minuto. Kenneth Turan, crítico de cine de Los Angeles Times, tituló su nota “El Titanic se hunde de nuevo”: “Una copia trillada, derivativa de los romances del viejo Hollywood, una película que huele a farsa y carece de la más mínima originalidad”, opinó. Cameron le escribió al editor del diario desacreditando al periodista, acusándolo de “la peor clase de elitismo egoísta”. A pesar de las ácidas palabras de Turner, Titanic explotó hasta conseguir el record de 1,8 billón de dólares de recaudación.
Consiga los mismos resultados o no, Avatar ya está ayudando a darle impulso a la revolución 3-D que Cameron, George Lucas y compañía vienen anunciando desde 2005. El año pasado, en Estados Unidos había 800 pantallas para 3-D; ahora ese número saltó a tres mil. Conocedores de que el film de Cameron estaba en camino, los dueños de salas hicieron esfuerzos para abrazar la nueva tecnología. “Para la revolución 3-D, Avatar ya marcó un hito, ya disparó una gran expansión”, señala Stassen. Lo que no está claro es por qué Cameron tuvo tal necesidad de hacer la película en 3-D. Como muchas películas recientes en 3-D, Hollywood está cubriendo la apuesta con Avatar, que también se estrena en versión común. En un nivel, esto puede parecer una cuestión de necesidad económica. A pesar de toda la fanfarria sobre el 3-D, muchos cines no están aún equipados con la tecnología necesaria. Y hay un sector del público al que tampoco le importa mucho.
Como Cameron ha mostrado en películas como Terminator y El abismo, es uno de los maestros en la realización de películas de acción. Sabe cómo contar una historia atrapante, cómo llevar la tensión y cómo montar un espectáculo. Y cuando alguien es un consumado contador de historias al control de su medio, ¿hace mucha diferencia en qué formato se presenta?
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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