Jue 14.01.2010
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CINE › FIN DE PARTIDA, DE YOJIRO TAKITA

La fábula del cellista funerario

› Por Horacio Bernades

Esta película japonesa, que llegó a la última entrega de los Oscar sin demasiados antecedentes, terminó arrebatando la estatuilla al Mejor Film en Lengua No Inglesa nada menos que a Entre los muros, de Laurent Cantet, y a la israelí Vals con Bashir. A partir de ese momento la pregunta quedó picando: ¿qué llevó a los académicos a convencerse de que esta fábula del joven e inexperto cellista funerario reunía más méritos que sus soberbias competidoras? Llegó el momento de despejar la incógnita. La visión de Departures (título internacional) lleva a pensar que los votantes del Oscar encontraron en ella lo que más les gusta ver, aquello que sus competidoras se cuidaban de no ser: una película que, a los clichés de la propia cultura, les suma los del cine internacional, tal como Hollywood lo concibe.

Prototipo de buen chico, el protagonista, Daigo (a quien Masahiro Motoki dota de exasperante hiperexpresividad) pasa de la herencia del padre (tocar el cello en una orquesta de Tokio) a la de la madre (administrar el bar que aquélla atendía, en la ciudad natal de Yamagata), para terminar poniéndose a las órdenes de un padre simbólico, el viejo Ikue (el veterano Tsutomu Yamazaki, que llegó a actuar bajo las órdenes de Kurosawa), especializado en rituales funerarios. Algo así como una versión para adultos del Karate Kid, Fin de partida narra el aprendizaje de este nuevo y ultracodificado oficio por parte de Daigo, que empieza como aprendiz y termina como maestro. Ya se sabe: las fábulas de aprendizaje suelen gustar al público. Pero también gustan los artistas, y es muy lindo ver a alguien tocar el cello. Es por ello que cada tanto Daigo retoma el instrumento, ejecutándolo en exteriores de tarjeta postal, por más que sería mil veces más cómodo, accesible y funcional hacerlo en el living de casa. La novia (Ryoko Hirosue) desempeña, mientras tanto, su tarea primordial: mirarlo con sonrisa aprobatoria.

En su transcurso desmesuradamente extendido (dos horas diez), Fin de partida desbroza meticulosamente todos los clichés habidos y por haber, referidos a la cultura nipona: el peso de la herencia, la relación maestro/discípulo, la sumisión femenina, los rituales de hierro y –faltaba más– los cerezos en flor. A eso suma aquello que (se supone que) el gusto occidental reclama: relato off a cargo del héroe, metáforas obvias, flashbacks de la infancia, subrayados musicales (el músico favorito de Kitano y Miyazaki, Joe Hisaishi, desciende de lo genuinamente naïf a lo chorreante de melosidad), toques de humor y de absurdo para descomprimir el tema mortuorio, muertes y nacimientos cuidadosamente repartidos, una sucesión de epifanías finales y el detalle de las grullas volando, cada vez que alguien pasa a mejor vida. “Yo quería un Oscar y por mis pecados me dieron uno”, haría bien en confesar, parafraseando al capitán Willard, el director, Yojiro Takita, cincuentón iniciado en el ancho campo del pinku eiga, el porno japonés. El culo de Seiko es el título de una de sus películas más exitosas.

4-FIN DE PARTIDA

Okuribito/Departures,

Japón, 2008.

Dirección: Yojiro Takita.

Guión: Kundo Koyama.

Música: Joe Hisaishi.

Intérpretes: Masahiro Motoki, Tsutomu Yamazaki, Ryoko Hirosue y Kazuko Yoshiyuki.

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