Jue 11.02.2010
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CINE › PRECIOSA, CON DIRECCION DE LEE DANIELS

Infierno y redención en Harlem

› Por Horacio Bernades

7

PRECIOSA
(Precious: Based on the Novel Push by Sapphire, EE.UU., 2009)

Dirección: Lee Daniels.
Guión: Geoffrey Fletcher, sobre novela de Sapphire.
Fotografía: Andrew Dunn.
Música: Mario Grigorov.
Intérpretes: Gabourey Sidibe, Mo’Nique, Paula Patton, Mariah Carey y Lenny Kravitz.

Fenómeno indie de la última temporada, desde sus exitosas presentaciones en Sundance y Cannes hasta la reciente nominación en seis de las más importantes categorías del Oscar, Precious es una película abierta a toda clase de discusiones. Estas han ido, hasta el momento, desde la imagen que da de la comunidad afroamericana hasta cuestiones nodales, vinculadas con la ética y estética cinematográficas. La resolución de esas múltiples discusiones tal vez sea más sencilla de lo que parece, ya que es probable que todos tengan (parte de) razón. Desde quienes le atribuyen el ejercicio de una pornografía de la miseria hasta los que se emocionan hasta las lágrimas (o hasta la ovación de quince minutos, como sucedió en Cannes). Desde quienes le endilgan un emocionalismo de golpes bajos, torpezas de estilo, tremendismo dramático, el reciclado de fórmulas probadas, hasta aquellos que ensalzan la inusual energía, el carácter mutante, el desprejuicio brutal, la apuesta a matar o morir, el infrecuente poderío dramático y narrativo. Bienvenidos a la película-desconcierto del año.

Basada en Push, novela publicada a mediados de los ’90 por la poetisa afroamericana Sapphire, dicen que el original es más extremo que la versión cinematográfica. Y eso que la película despliega maltrato materno, violencia familiar, abuso sexual desde la más tierna edad, intento de asesinato, dos hijos que la protagonista tuvo con su padre (el de ella), Down y sida. Claro que todo eso se contrapone con la voluntad de supervivencia a toda prueba por parte de la protagonista. Voluntad que la película hace suya, se diría que desde las entrañas. Pero conviene ir por partes. Preciosa (la debutante Gabourey Sidibe, nominada con justicia al Oscar a la Mejor Actriz Protagónica) es una chica afroamericana de 16 años, 150 kilos y semianalfabeta, que vive, a fines de los años ’80, en un tugurio de Harlem, en compañía de su madre (la impresionante Mo’Nique, nominada como Actriz de Reparto). Acomplejada por su sobrepeso, retraída y sin un amigo o amiga a la vista, que la chica vaya al colegio se explica en tanto eso permite a su madre desempleada cobrar el seguro social, basada en el argumento de quedar al cuidado de la hija de su hija. Aunque en realidad es la bisabuela la que lo hace. Como la nena es Down, Preciosa la llama, sin el menor rastro de falso pudor, Mongui.

De modo más o menos sistemático, el guión (escrito por el debutante Geoffrey Fletcher) contrapone lo terrible con aquello que Preciosa hace para sobreponerse. Así, las escenas en las que la madre la usa como esclava (incluida la insinuación de esclavitud sexual, que la novela hace explícita), aquellas en las que le tira sartenes y otros utensilios por la cabeza (más tarde será un televisor) o los flashbacks de pesadilla en los que el padre la viola, con anuencia de la querida madre, alternan con otras que muestran los lentos, dificultosos avances de la protagonista en la escuela alternativa a la que ha sido derivada. Escuela que comparte con un grupo selecto de chicas afroamericanas y latinas, todas ellas más o menos descastadas y conducidas por una profesora (Paula Patton, la bella mulata de Déjà Vu), cuya buena onda tal vez la convierta en versión femenina del Sidney Poitier de Al maestro con cariño.

Hay otro ámbito de recuperación que a la larga tendrá consecuencias. Es la oficina donde atiende, con la mezcla justa de distancia profesional e interés personal, una psicóloga del Servicio Social (Mariah Carey, morocha, irreconocible, asombrosamente impecable). Ubicada en tiempos de Reagan, la Harlem de Preciosa es un infierno de crack, abandono y descuido oficial. Toda posible salida de ese purgatorio no es producto del sistema como tal, sino de la voluntad de remar que dos o tres servidores públicos ponen en el asunto. Filmada con un look adecuadamente “sucio”, no parece casual que en un momento madre e hija vean, en un televisor, imágenes de Dos mujeres (De Sica). Teniendo en cuenta las escenas en las que la protagonista se imagina como Disco Queen tamaño XXXL, al estilo impreso por el afroamericano Lee Daniels podría etiquetárselo como posneorrealismo mágico.

¿Son acaso impertinentes esas intrusiones fantasiosas? ¿En nombre de qué clase de dogma habrían de serlo? Combinando –en ocasiones con fortuna, en otras con torpeza– realismo sucio y cuento de hadas (con la monstruosa madre como trasposición del Ogro o la Bruja), feísmo y preciosismo, tratamiento de shock y drama íntimo, golpes bajos y sinceridad a toda prueba, lo que está fuera de discusión es que Preciosa es un pastiche hecho y derecho. Lo cual no tiene nada de malo: el pastiche es un estilo como cualquier otro. En cuanto a la moral que la anima... A la sensación de que se va armando sobre la marcha, la película de Lee Daniels le suma el estar contada desde la propia experiencia de la protagonista. Eso la convierte en diario íntimo, cerrándole el paso a toda posible tentación de explotar la miseria y el dolor ajenos. En Preciosa nada es ajeno, todo se vive como propio.

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