CINE › EL SECRETO DE SUS OJOS OBTUVO EL OSCAR A LA MEJOR PELíCULA EXTRANJERA
El director Juan José Campanella agradeció “en nombre de todo el equipo”. Es el segundo Oscar para la Argentina, después de La historia oficial. La más ganadora de la jornada fue Vivir al límite, que se llevó el premio a la mejor película y director.
Casi un cuarto de siglo después del que conquistó en marzo de 1986 La historia oficial, el cine argentino consiguió anoche su segundo premio Oscar de la Academia de Hollywood. El secreto de sus ojos fue coronada como “Mejor Película de habla no inglesa” y su director, Juan José Campanella, vivió su momento de gloria en el inmenso escenario del Kodak Theatre. Era la 1.15 de la mañana (hora argentina) cuando ante una platea rebosante de estrellas, el director fue recibido por Pedro Almodóvar y Quentin Tarantino quienes le entregaron la estatuilla. A pesar de los nervios y de una ansiedad evidentes, Campanella igualmente no se privó de hacer un chiste que no hubiera desentonado en alguna de sus películas: “En nombre de todo mi equipo, agradezco a la Academia que no haya incluido a Avatar y su dialecto Na’avi en esta categoría”.
Inmediatamente, y mientras subía atropelladamente al escenario Guillermo Francella para compartir el momento, Campanella agradeció a su esposa Cecilia, a sus productores argentinos y españoles y a su distribuidor en los Estados Unidos, Sony Pictures Classics. Se lamentó de tener que hablar en inglés, porque no podía dar rienda suelta a todo lo que tenía para decir en los pocos segundos que la organización permitía a los premiados y terminó gritando, ahora sí en castellano, “¡Vamos Argentina!”, para después mandar un saludo solidario al pueblo chileno. “Este es el segundo premio para la Argentina y su sexta candidatura en la Academia”, informaba a su vez, en off, la locutora oficial de la ceremonia.
La película alemana La cinta blanca, dirigida por el austríaco Haneke, era considerada la favorita desde que se conoció su candidatura, en febrero pasado. No por nada es la ganadora de la Palma de Oro del último Festival de Cannes. Pero en la última semana, habían crecido notablemente las posibilidades del film argentino, según consignaron no sólo los principales medios periodísticos de Los Angeles sino también las publicaciones especializadas, los blogs y hasta las casas de apuestas, haciéndose eco de una recepción muy favorable que El secreto de sus ojos había tenido entre los votantes de la Academia de Hollywood. Tanto, que en las encuestas previas había logrado desplazar a la producción francesa Un profeta, dirigida por Jacques Audiard, que en un comienzo era la única competidora con chances que parecía tener La cinta blanca.
Sin embargo, El secreto de sus ojos se llevó finalmente la estatuilla, la misma a la que Campanella ya había aspirado en 2001 cuando El hijo de la novia quedó entre las cinco candidatas finales, un premio que aquel año quedó para El último día (No Man’s Land), del bosnio Denis Tanovic (la favorita era Amélie). Anoche, en cambio, Campanella pudo estrechar entre sus manos la estatuilla de britanio enchapado en oro, de 3,85 kilos de peso y cuyo valor simbólico es uno de los que cotizan más alto en la industria del cine mundial. Y no solamente simbólico: hace ya mucho tiempo que Campanella trabaja asiduamente en la televisión estadounidense, dirigiendo episodios de las series 30 Rock, Law & Order y House. Y no resulta difícil predecir que el cachet que a partir de ahora pedirá su agencia de representantes en Hollywood va a ser otro.
A su vez, en la batalla final entre Avatar y Vivir al límite, la película de Kathryn Bigelow fue la gran ganadora con seis estatuillas, incluidas las de Mejor Película y Mejor Directora. Es la primer mujer en la historia de la Academia en ganar este premio.
El galardón al mejor actor, tal como se suponía, fue a parar a manos de Jeff Bridges, por su composición de un cantante country en Loco corazón, mientras que el premio a la mejor actriz correspondió a Sandra Bullock por Un sueño posible. Fue la primera estatuilla para ambos.
La velada había comenzado temprano, a las 22.30 hora argentina, media hora antes de lo que solía ser habitual en las ceremonias de la Academia hollywoodense. No bien los anfitriones de la noche, Alec Baldwin (debutante en este rol) y Steve Martin (que ya había hecho este trabajo en el 2001 y en el 2003), pisaron el escenario del Kodak Theatre, comenzaron las bromas y los chascarrillos. La primera en caer bajo el fuego cruzado de los animadores fue Meryl Streep. “Es la actriz que ha batido el record, con 16 nominaciones, pero también se puede decir que es la actriz que más veces ha perdido”, lanzó Martin, mientras Streep se reía de buena gana. “¡Oh, ahí está James Cameron!”, descubrió de pronto el dúo dinámico. Y para verlo como corresponde se calzaron los anteojos 3D, mientras caían sobre el escenario unas réplicas de los espíritus Na’vi de Avatar, a los que Martin eliminó rápidamente con un insecticida en aerosol.
El primer Oscar de la noche fue para Christoph Waltz, como mejor actor secundario, por su impresionante tour de force en Bastardos sin gloria, la película de Quentin Tarantino por la cual ya había ganado en el Festival de Cannes el premio al mejor actor. Número puesto en esa categoría, en la que su políglota villano nazi no parecía tener rivales, Waltz dijo sentirse doblemente premiado, no sólo por llevarse la estatuilla sino también por recibirla de manos de una belleza como Penélope Cruz.
Otro favorito que confirmó los pronósticos previos fue Up, una aventura de altura, que se llevó sin problemas el premio al mejor largometraje de animación. Los estudios Pixar continuaron así con su buena racha (acorde a la calidad de sus trabajos), que había tenido su última recompensa la temporada anterior con WALL-E.
Más reñida debe haber sido la votación para elegir el mejor guión original. Se sabía que la pelea de fondo en este rubro era entre Quentin Tarantino por su libreto de Bastardos sin gloria y Marc Boal por Vivir al límite y el ganador fue finalmente éste último, consiguiendo la primera estatuilla de la noche para la película dirigida por Kathryn Bigelow. Periodista y corresponsal de guerra, Boal les dedicó el premio “a las tropas estadounidenses en Irak y Afganistán y también a aquellos 4000 soldados que ya no volverán”.
El humor volvió de la mano de Ben Stiller, que se apareció sobre el escenario disfrazado como un Na’avi de Avatar, rostro azul brillante, orejas de conejo y una cola indomable asomando de su frac. También habló en el indescifrable idioma del planeta Pandora para anunciar, traducción mediante, el premio al mejor maquillaje. Y el primer aplauso de pie de toda la platea fue para Lauren Bacall y Roger Corman, que fueron premiados con sendos Oscar a la trayectoria. Otro premio que hizo levantar a los invitados de sus butacas fue el Oscar a la mejor actriz secundaria para Mo’Nique, por su trabajo en Preciosa, quien recordó a la primera actriz negra en ganar una estatuilla, Hattie McDaniel, por Lo que el viento se llevó, en 1939.
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