CINE › PADRES DE LA PLAZA. 10 RECORRIDOS POSIBLES SE VERá HOY EN EL ESPACIO INCAA KM 0
Joaquín Daglio (director) y Juan Vitale (guionista y productor junto a Maximiliano Cerdá y Milena Vidal) entrevistaron a una decena de padres de desaparecidos para saber cuál fue su rol en la búsqueda de sus hijos durante la dictadura.
› Por Oscar Ranzani
No es conocido públicamente pero tiene la marca del dolor que le provocaron los asesinos con botas: Rafael Beláustegui, nacido en 1927, es abogado, escritor y un apasionado de la náutica. La dictadura le produjo un desgarro emocional que no cede: tiene tres hijos desaparecidos. En plena época del terrorismo de Estado, Beláustegui tenía que tomar un avión para ir a Córdoba y, casualmente, a la aeronave subió nada menos que Emilio Eduardo Massera. Beláustegui no lo conocía pero no se pudo contener, se sentó a su lado y le dijo: “Disculpe que lo moleste, pero es una oportunidad para mí que no puedo dejar pasar. Yo soy padre de chicos desaparecidos y quizás usted me pueda decir algo”. Mirándolo con desprecio, Massera le contestó: “Bueno, lo que puedo decir es que los chicos, en algún lugar están y, en algún momento, los devolveremos, pero en el momento en que las condiciones lo aseguren. No me pregunte nada más”. “¡Que hijo de puta!”, grita Beláustegui, más de treinta años después, frente a una cámara, para descargarse el dolor que lacera su alma.
El grito de Beláustegui es conmovedor y forma parte de los testimonios del documental Padres de la Plaza, 10 recorridos posibles, de Joaquín Daglio y Juan Vitale (ambos egresados de Diseño e Imagen de Sonido de la UBA) y Maximiliano Cerdá y Milena Vidal (estudiantes de Comunicación de la UBA). El film –que obtuvo Mención Especial del jurado de la Competencia Argentina en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata– se proyectará hoy a las 19 y a las 21 en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635), a escasas horas del 34º aniversario del golpe de Estado. Su título brinda una aproximación al trabajo que hicieron los realizadores para poder plasmar en la imagen la inquietud que tenían: si las Madres, Abuelas, Hijos y Hermanos se agruparon y formaron organizaciones de derechos humanos, ¿qué pasó con los padres? Entonces, les otorgan voz a diez padres de desaparecidos, quienes cuentan sus vidas y las de sus hijos a través de relatos impactantes.
“Nuestro motor fue esa pregunta, y nuestra idea no es concluirla o dar una respuesta unívoca, sino poder generar otras preguntas y espacios de reflexión”, comenta Joaquín Daglio, encargado de la dirección y de las entrevistas que le dan cuerpo al documental. “Sí podemos decir que los padres siempre estuvieron presentes, que su lucha fue diferente; las Madres asumieron un rol protagónico y su lucha es emblemática. Los padres acompañaron esa lucha, también por una cuestión estratégica, al ver que la lucha de las Madres resultaba tan potente”, agrega Daglio. Y Juan Vitale, productor y guionista junto a Daglio y Maximiliano Cerdá, completa que “fue consensuado”. Vitale asegura que no se produjo un choque de protagonismos “sino que, en su momento, entre todos decidieron que el mejor camino era el protagonismo de las Madres. Y ellos han realizado otro tipo de búsquedas de una manera más silenciosa, por así decirlo”.
Para conocer el origen del documental hay que remontarse al 24 de marzo de 2006, cuando se cumplieron treinta años del golpe de Estado. Al igual que todos los 24 de marzo, el grupo universitario asistió a la marcha. Al volver de la histórica manifestación, Daglio le comentó a Vitale que había visto en Canal 7 una serie de documentales en los que testimoniaban Madres, Abuelas, Hijos y Familiares, pero que, curiosamente, faltaba la voz de los padres. A raíz de esa charla, el equipo mentor de este documental se acercó a distintos organismos de derechos humanos para comentar la idea que tenían. “Recibieron con mucha alegría el proyecto, nos avalaron, y gracias al contacto con estos organismos, pudimos contactar a diferentes padres”, comenta Daglio. A partir de ese momento nació la investigación. “Nos acercamos y, de repente, se produjo una sorpresa en los mismos organismos ante nuestra hipótesis de trabajo”, relata Vitale. “Profundizamos y nos dimos cuenta de que valía la pena seguir adelante. Entonces surgió el contacto con aproximadamente veinte padres”, señala el productor y coguionista.
La idea de los realizadores era juntarse a dialogar con tantos padres como pudieran. Y se contactaron con todos los que les ofrecieron los organismos de derechos humanos. Esos encuentros se produjeron en 2007 y el equipo tuvo tres entrevistas con cada padre, antes de filmar la definitiva. “Con mucha delicadeza, íbamos charlando con ellos, de a poco, porque, a diferencia de las Madres, les costaba mucho más poner en palabras lo que les había pasado”, afirma Daglio. “De esos veinte padres con los que nos juntamos, al proponerles la idea final del documental, quedaron diez, pero no hubo un criterio de preselección, sino que invitamos a todos, y aquellos que, por razones de salud o por cuestiones anímicas se les hacía muy difícil hablar, prefirieron acompañar desde otro lugar”, agrega el director.
Joaquín Daglio: –Tienen alrededor de 80 años y lógicamente sienten que están en el final de sus vidas. Que se acercaran pibes de una generación que es la de sus nietos y esta propuesta posibilitó que ellos comenzaran a hablar porque, evidentemente, al final de sus vidas tenían ganas de dejar ese legado. Creo que hay algo relacionado con eso. A pesar de la angustia que les produce el duelo inconcluso, y sabiendo que hoy es muy difícil encontrar los restos de sus hijos, ellos quieren que la lucha continúe. De alguna manera, su palabra a seguir hablando por ellos cuando no estén.
Juan Vitale: –Tuvimos dificultades en cuanto a tiempos de realización, ya que era un proyecto independiente, hecho a pulmón. Pero eso terminó siendo una fortaleza para la película porque nos permitió tiempos de maduración desde el aspecto creativo. Fuimos encontrando la mejor película que pudimos hacer. Nunca tuvimos la idea de hacer un documental historicista. Queríamos darle una fuerza y una importancia a la palabra, tanto individual como en un camino hacia lo colectivo. Por eso, la idea de que los padres fueran desde sus casas hacia un encuentro en la Plaza de Mayo. Desde que nació, la idea siempre tuvo que ver con esto de conocer al otro. No tenía que ver con una cuestión historicista, de contexto, sino con la visión particular de hombres que son padres de desaparecidos.
J. D.: –Hay algo que tiene que ver con el desarrollo de un proyecto y de un abordaje estético: uno sabe desde el comienzo que la idea contiene la forma. En todo caso, el trabajo es ir desentrañando esa forma. A medida que nos vinculábamos con los padres en un proyecto que posibilitaba tener varios encuentros y conocernos, fuimos entendiendo que queríamos un documental crudo y cálido a la vez. Crudo, en tanto que no hubiese artificios o artilugios que “condimentaran” la palabra de los padres ni que la distorsionaran. Crudo también, en tanto fuera un relato que pudiera ser conducido por la palabra de los padres, porque a nosotros nos parecía muy importante poder entender el lugar del otro con mayúsculas, poder ponerse en ese lugar. Y para eso era necesario generar un espacio donde ellos pudieran hablar. También debía ser cálido porque se necesitaba el clima necesario para que los padres pudieran poner en palabras algo tan traumático. Entonces, la película es bastante minimalista en sus formas, ya que es un documental con entrevistas, pero creíamos que era la manera de contarla: el recorrido es de las palabras y ornamentar e ilustrar todo eso era ponerlo en segundo lugar. Sabíamos que era importante comenzar a construir el lugar del padre.
J. D.: –Fue duro porque sabíamos que al individualizar y profundizar en cada caso íbamos a encontrarnos con variantes de todo este horror. También fue una búsqueda: a partir de lo heterogéneo de estos diez recorridos, queríamos que se pudiera vislumbrar la magnitud de todo este genocidio. Entonces, nos encontramos con variantes dificilísimas: un padre que en 1975, meses antes del golpe, cuando asesinaron a su hijo, pudo reconocerlo en la morgue, pero cuando fue a retirar el cuerpo al otro día, ya no estaba más. Nos encontramos con un padre que pudo hablar por teléfono con el hijo que estaba en cautiverio pero que nunca más volvió a verlo. También, un padre que en 1989 fue uno de los primeros en recuperar los restos de su hijo gracias al Equipo Argentino de Antropología Forense. Nos encontramos con otro padre con tres hijos desaparecidos y que cuando buscaba información sobre uno de ellos, eso podía ser contraproducente o poner en peligro a alguno de los otros porque no sabía nada de ninguno.
J. D.: –Desde muy temprano, cuando comenzamos la película, les propusimos a los padres que ellos eligieran. Teníamos la idea de hacer diferentes locaciones, comenzar en sus casas, salir hacia lo colectivo, lo social y recorrer (antes de llegar a Plaza de Mayo) un lugar significativo en la vida de ellos y un lugar significativo en la vida de sus hijos: que ellos pudieran hablar desde un lugar de pertenencia propia y desde un lugar de pertenencia del hijo. Y un lugar donde, además, cada uno de ellos sintiera que el vínculo con el hijo estaba muy presente. Ellos eligieron esos lugares.
J. D.: –En primera instancia, fue muy importante cuando se cumplieron los treinta años del golpe. Evidentemente, eso despertó en nosotros una serie de cuestiones que ya veníamos elaborando. De alguna manera, sentimos que teníamos que profundizar esa pregunta que está flotando en el aire acerca de qué sucedió con los padres. Creo que esto nos pasó a todos y que el compromiso de uno con su historia tiene que ver con la historia de su país. En esto coincidimos, y hemos tenido muchísimas charlas profundas y muchas ganas de preguntar. La pregunta es un motor, hay un compromiso profundo que no tiene que ver con indagar o interrogar a nuestros padres sino con conocer nuestra historia, poder profundizar y conocer la verdad de lo que uno ha vivido y de lo que tiene recuerdos borrosos, confusos en algunos aspectos. Muy entendiblemente, había una transmisión de miedos, de disimulos, de palabras inconclusas, pero sin duda, nuestros padres nos transmitieron en democracia todo lo que sucedió.
En 2007, cuando comenzaron con el proyecto, los realizadores de Padres de la Plaza. 10 recorridos posibles recibieron apoyo institucional de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. “Cuando empezamos a buscar alternativas para nuestro trabajo independiente, nos acercamos al Centro Producción e Investigación Audiovisual (Cepia) de la Facultad de Ciencias Sociales”, relata Juan Vitale, quien agrega que trabajaron junto a Eduardo Morales, montajista e integrante del equipo del Cepia. “Le contamos el proyecto, enseguida se enganchó, y el entonces director del Cepia, también. Así fue creciendo hasta que llegamos a reunirnos con el entonces decano, Federico Schuster”, comenta Vitale. Agradecido, reflexiona: “Muchas veces la producción audiovisual está como tomada por escuelas privadas. Y la UBA tiene, tanto en Sociales como en Imagen y Sonido, dos bastiones de producción que mucho no se conocen. Esto es una manera de reconocer el valor de la educación pública”, concluye Vitale.
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