CINE › LA DIRECTORA SABRINA FARJI HABLA DE EVA Y LOLA, SU TERCERA PELíCULA
En la película que se estrena mañana, Celeste Cid y Mariela “Emme” Vitale encarnan a dos amigas cuyas historias cruzadas sirven como reflexión sobre la identidad: una es hija de un desaparecido, la otra descubre que su padre es un apropiador ilegal.
› Por Oscar Ranzani
Una anécdota cortita pero potente funcionó como el disparador creativo de Eva y Lola, tercer largometraje de Sabrina Farji que se estrena mañana. Mientras la directora daba sus clases de guión se le acercó Victoria Grigera, quien propuso contar una historia de la vida real: ella, que tiene a su padre desaparecido, se había enterado de que una amiga suya era una hija apropiada. Desde ese momento, Grigera le permitió a Farji tomar el impulso para narrar una ficción que tiene mucho de doloroso pero que, sin embargo, incluye una cuota de humor. Eva y Lola tiene como protagonistas a Celeste Cid y Mariela “Emme” Vitale, dos amigas que trabajan en un circo-cabaret punk. Durante las fiestas de fin de año, Eva (Cid) se entera por un artículo periodístico de que Lola (Emme) fue apropiada por el represor que la crió. Y Lola cree que es su padre verdadero. El film está narrado desde el punto de vista de Eva –hija de padre desaparecido–, quien, a pesar de estimular a Lola para que conozca la verdad, no termina de elaborar su propio duelo, ya que tiene conversaciones telefónicas imaginarias con su padre. A su vez, Lola realiza el camino inverso al de varios jóvenes en la vida real: no va en busca de la verdad, la realidad se presenta ante sus ojos. Y, entonces, niega y se enfrenta con su amiga. En el camino por la restitución de su identidad entrará en escena Alma (Victoria Carreras), hija biológica del represor que crió a Lola y que intentará torcer la historia del enmascaramiento familiar. Farji aclara que Eva y Lola “es una libre inspiración” de lo vivido por Grigera y que no es una historia “personalizada”. “De hecho, el personaje de Lola es un patchwork de varios.” Farji consideró que era importante que en la elaboración del guión participara Grigera.
–Al comienzo del film, una leyenda señala el apoyo de Abuelas de Plaza de Mayo. ¿Tuvo asesoramiento para construir la ficción?
–Es que esta película tiene una mirada tan desenfadada que me preocupaba que a Abuelas pudiera generarle cierto rechazo. Imagínese una película hecha desde un determinado lugar y que sea rechazada por los que uno quiere homenajear. Sería terrible. Lo primero que hice fue ir a Abuelas y a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, las instituciones que más me importaban: si ellos me daban su “bendición”, yo pensaría: “Bueno, al que le molesta, le molesta, pero si con ellos está todo bien, adelante”. Leyeron el guión y les pareció que estaba muy bien. En Abuelas corrigieron una cosita de terminología, pero apoyaron el proyecto, a tal punto que la escena que transcurre en Abuelas está filmada en la propia institución. Cuando estábamos filmando, cuatro personas se acercaron a preguntar por su identidad.
–¿Cuáles fueron sus motivaciones personales para realizar una película sobre la apropiación y la restitución?
–Tiene que ver con un compromiso generacional. En 1992 hice un videoarte, Algunas mujeres, que trataba sobre el primer caso de restitución de una nena a su tía. Está en la colección del MOMA en Nueva York y tuvo muchos premios. Me importa mucho la temática de la infancia interrumpida y la identidad. Pero nunca había encontrado la cuerda para pensar por dónde tirar y volver a contar. Como cineasta siento el compromiso de encontrarle la vuelta porque no me conformo con que me digan “Otra vez una película sobre...”. Me da un poco de bronca eso porque uno tiene que poder encontrar la forma de llegar al espectador, ese es el desafío.
–¿Cómo fue trabajar el tema en aquella época en que no estaba tan presente en la prensa ni en la sociedad y cómo en la actualidad?
–No hubo diferencias. Siempre encontré mucho apoyo de las personas a las que convoqué. Para Algunas mujeres trabajé con diecisiete actrices, algunas muy conocidas como Soledad Silveyra, Chunchuna Villafañe, Leonor Manso y Carola Reyna. Enseguida aceptaron, y lo mismo me pasó con la película.
–Primero se iba a titular Años luz y luego Cabaret Deluxe. ¿Por qué?
–Años luz era el original y el que más me gustaba, porque me parecía que tenía esa doble connotación de algo muy lejano y al mismo tiempo luminoso. Pero había una novela que tenía una temática semejante y un título parecido y para no entrar en litigio preferí cambiarlo. Después fue Cabaret Deluxe, porque era el lugar donde transcurría y un nombre que no tenía ninguna connotación, para no ahuyentar espectadores. Pero ese título también era tan extraño que volvimos a cambiarlo al nombre de las protagonistas. Y, en realidad, no hay nada más identificable que un nombre propio. A su vez, es una paradoja cambiarle el título tres veces a una película sobre la identidad.
–¿Por qué una película “luminosa”?
–Porque los personajes, a pesar de que son seres muy golpeados, buscan el amor, la belleza, seguir adelante, sobrevivir. No bajan los brazos, y eso es universal. Por eso creo que la película le puede gustar a cualquier tipo de espectador, porque está anclada en algo universal antes que político, algo que tiene que ver con los valores de las personas que queremos ser amadas, y si la vida nos cuesta, salir adelante y tratar de que el día que viene sea mejor que hoy. También quería hacer una película luminosa y por eso es tan colorida, brillante, hasta estrafalaria con sus colores. Encontrar la verdad es encontrar luz, y eso está presente en la forma en que está contada. Encontrar la verdad hace bien, deja una buena sensación. Puede ser muy doloroso transitarlo, pero al final es lo mejor.
–Era una apuesta arriesgada abordar el tema de los hijos de desaparecidos en una historia con su cuota de humor. ¿Fue una manera de quitarle solemnidad?
–No es una historia de hijos de desaparecidos. Es una historia de una generación que ahora tiene treinta años. Y está muy anclada en Eva, el personaje de Celeste, que es universal porque busca encontrarse a sí misma y encontrar el amor. Todos necesitamos encontrar el momento de formar una familia, el momento de dejar de ser hija y ser esposa y madre. Otra hubiera sido la película si estuviera contada desde el argumento de Lola, del derrotero de encontrar la identidad.
–¿Cómo fue la composición de los personajes de Emme y Celeste Cid?
–Primero hubo una instancia muy física, donde tuvieron que preparar su cuerpo para hacer las escenas de circo. Luego el tema de las voces y las canciones. Cuando llegaron los ensayos de las escenas ya habían puesto el cuerpo. Y eso sirvió mucho: ellas ya eran los personajes. Sus cuerpos eran otros. Ya habían estado en el circo, ya sabían lo que era treparse a una soga. Eso ayudó mucho en la composición. Y, por supuesto, la relación y las charlas que tuvimos con hijos para poder entender realmente desde dónde y hasta dónde podía estar el humor.
–¿Las charlas con nietos recuperados fueron importantes para consolidar el verosímil en la ficción?
–Absolutamente. Y cada vez que venían distintos jóvenes al rodaje, era muy conmovedor. Siempre fue muy importante, porque estamos hablando de personas de carne y hueso, y la historia todavía no se terminó de contar. Hasta que no se encuentre al último nieto deberían hacerse películas sobre este tema. Me gusta ver los seres adultos que son hoy, cómo transitaron lo que transitaron y cómo los benefició saber quiénes son, porque eso no necesariamente los hace cortar con su pasado: lo resignifica. Y creo que es también lo que cuenta la película. Es otro momento y otra mirada. Y me parece que Eva y Lola lo cuenta desde un lugar más actual. Tal vez no de tanta pelea, sino desde la verdad, desde la verdad humana.
–¿Cómo recibió Emme el proyecto teniendo en cuenta que tiene a su abuelo desaparecido?
–Entiendo que hizo que tomara un mayor compromiso y más deseo de trabajar. Me acuerdo que fuimos al Parque de la Memoria y, en la escena en que su personaje le dice al de Celeste “Acá está tu papá”, yo había estado buscando el lugar donde figuraba el nombre del abuelo de Emme. Lo había encontrado y no quería decírselo hasta el final del día porque pensé que, si lo decía antes, la iba a golpear mucho. Al final del día de rodaje se lo dije, y fue muy fuerte.
–¿Influyó en la convocatoria a Cid que hubiera trabajado en Televisión X la Identidad?
–Sí, porque vi el personaje que hizo y me conmovió muchísimo. Necesitaba una actriz muy comprometida y que tuviera la capacidad de llegar al público, porque necesito que esta película sirva para contarles a muchas personas lo bueno que es saber la verdad. Y sólo con una actriz tan querida como Celeste podía lograrlo.
–Eva intenta que Lola tome conciencia de la verdad pero, ¿qué pasa con Eva? ¿Por qué le cuesta elaborar su propia verdad?
–Justamente por esa situación de espejo tan estrecha de la relación entre ellas, Eva necesita que Lola recupere su identidad porque, de alguna manera, ella necesita recuperar la propia. Y a Eva le cuesta tanto poder darse cuenta de que su papá ya no está más y que ella ya no es una niña.
–¿Alma funciona, en determinado momento, como la contracara de Lola, en el sentido de que busca la verdad?
–Me gustaba la idea de que existiera una hija criada por un militar represor que tuviera valores propios de justicia y que fuera capaz de traicionar a su propio padre y de amputarse ella misma una familia. Me parecía que era una mirada importante porque eso existe y hay gente que ha sido criada por represores que, sin embargo, colaboró mucho en favor de la verdad, con todo el sufrimiento que eso implica.
–¿Espera que la película funcione como un estímulo para los chicos que todavía no recuperaron su identidad o que genere debate?
–Me gustaría que hiciera mucho ruido, que desempolvara y sacara ese preconcepto de que puede ser aburrido, que mejor no ver, porque es algo que te meten justamente para no ver. Como realizadora, espero que la película quiera ser vista, consumida, que sea entretenida, exquisita. Es una historia de amor de amigas. Y me importa que las generaciones jóvenes tengan esta apertura y también esta liviandad para poder ver lo que pasó. Yo tengo una hija de diecisiete años. Y no me gusta que no quiera ver o le parezca aburrida la historia argentina. Es nuestra obligación como personas que hacemos cine encontrar la forma de llegar a nuestros espectadores. Quiero que haga ruido, porque si no es caer en la situación de muerte y silencio que nos quieren imponer. Tal vez es una aspiración muy grande para una película chiquita.
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