CINE › “DUMPLINGS”, DEL DIRECTOR HONGKONES FRUIT CHAN
El film le da una vuelta de tuerca a la histeria moderna por lucir siempre joven.
› Por Horacio Bernades
“Los de cinco meses son los mejores, porque están más desarrollados. Dan más juventud y energía, aunque comerlos puede ser peligroso.” Basta recordar lo populares que se volvieron hace unos años ciertos preparados de placenta de oveja para que la premisa de Dumplings –aparentemente descabellada y no muy sencilla de asimilar– se vuelva menos de ciencia ficción de lo que en primera instancia parece. “En el sur de China, donde nací, existe la creencia de que no hay nada mejor para el hígado que comer hígado de chancho, o beber sangre de vaca para fluidificar la irrigación sanguínea”, sostiene el director de Dumplings. “¿Qué podría entonces rejuvenecer más que un feto humano?”
Llevar la lógica al límite del disparate es la manera más segura de ser realista. En su película más reciente, Fruit Chan pone el dedo en toda una llaga de la sociedad contemporánea –la búsqueda desesperada de la eterna juventud, por vía de la cirugía, la cosmética o la esquizofrenia–, pero abordándola desde el artificio más radical. El opus ocho en la obra de este cineasta cuarentón (nacido en la localidad china de Guangzhou y radicado desde pequeño en la vecina Hong Kong) es la primera de sus películas que se estrena en Argentina (la tercera de ellas, The Longest Summer, se había visto en una de las ediciones del Bafici). Todo un nombre en el circuito de festivales, Fruit es seguramente el otro autor de nota del cine hongkonés actual, al lado del bastante más renombrado Wong Kar-wai. Pero su cine se parece bastante poco al del autor de Con ánimo de amar y 2046.
Desde la película que consagró internacionalmente a Fruit Chan, Made in Hong Kong (1997), hasta otras como Little Cheung (1999) y Durian Durian (2000), su cine siempre se caracterizó por cierta suciedad y desprolijidad callejera, sumados a una visible empatía con personajes marginales –que tanto pueden ser pequeños sicarios de la mafia, ex soldados de un ejército británico en retirada, prostitutas o carniceros– y jalonados de violencia desesperada. Película bastante atípica dentro de su obra, Dumplings es a la vez más cuidada y prolija, más de interiores que de la calle, menos empática con sus personajes y con una violencia que más que estallar se induce. Con pocos decorados y escasos personajes, todo pasa por la relación entre la tía Mei, que cocina raviolitos rellenos, pero no de pollo (la debutante Bai Ling), y una de sus clientas, Li Qing (Miriam Yeung).
Ex actriz de telenovelas a punto de convertirse para siempre en has been, engañada por su poderoso marido (el muy popular Tony Ka-fai Leung, conocido por su papel en El amante), Li Qing acude a la tía Mei como último recurso. Aunque al comienzo no le resultará fácil devorar sus raviolitos demasiado traslúcidos (los dumplings del título), su voluntad de hacer retroceder el tiempo será mayor y terminará convirtiéndola en clienta asidua. “¿No me va a decir que esa es usted, no?”, dice alguien a la tía Mei, señalando una foto en la que se ve a una niña en los años ’40. “¿No le dije yo que mis dumplings daban resultado?”, retruca la tía Mei, que luce como de treinta pero acusa sesenta y pico. Aunque su relación con el cine de terror sea bastante tangencial, en lo que sí coincide la película de Fruit con tantos títulos del género es en su carácter de cuento moral. En efecto, no será precisamente exitoso el tratamiento de la ex actriz, que luce unos modelitos dignos de Maggie Cheung en Con ánimo deamar. “¿De dónde sale ese olor horrible?”, preguntan sus amigas cuando Li Qing se sienta a la mesa, poco después de iniciar la terapia del raviol rejuvenecedor.
Que tía Mei haya empezado como abortista da pie a Fruit para un típico comentario vitriólico sobre la China contemporánea, cuando alguien señala que “le fue muy bien en la Madre Patria, gracias a la política oficial de hijo único” (y por allí se ve una efigie de Mao, al lado de la Virgen María). También le permite cerrar toda una cadena productiva, a partir del momento en que llega a casa de Mei, en busca de ayuda, una chica de 15 embarazada... de un bebé de cinco meses. Encuadrada con característica profusión de velos, filtros y reflejos por el australiano Chris Doyle (brazo derecho de Wong Kar-wai), Dumplings es sin duda una película mucho más prolija que las que dieron nombre a su autor. También más revulsiva y misantrópica, e igualmente política. Propia de un cineasta que en películas anteriores supo convertir el traspaso de Hong Kong, de manos británicas a las chinas, en un verdadero no future. Apocalipsis que ahora adquiere su forma más loca, culinaria e indigesta.
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