CINE › SPIKE JONZE Y LAS COMPLICACIONES PARA FILMAR DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS
El director de ¿Quieres ser John Malkovich? atravesó una larga pesadilla para concretar su adaptación de un célebre cuento infantil de Maurice Sendak, que escapa a los estándares de la industria. Aquí se editará directamente en formato DVD.
› Por James Mottram *
Son las diez de la mañana y Spike Jonze está concentrado en su desayuno, un bol de cereales con yogur de aspecto muy saludable. Vestido con bermudas grises, una camiseta gruesa de leñador, medias color rosa y zapatillas blancas, Jonze deja que su mente vuele a la mañana del 16 de octubre de 2009, seis días antes de su cuadragésimo cumpleaños. Era el día en que su película Where The Wild Things Are iba a ser estrenada en Estados Unidos. “Cuando me levanté me sentí diferente”, admite. “Había hecho un montón de promoción hasta esa mañana, y se sentía como si tuviera un enorme peso sobre los hombros”. A siete años de su última película, El ladrón de orquídeas, y con un presupuesto cercano a los 100 millones de dólares, el proceso de llevar a la pantalla la amada novela infantil de Maurice Sendak lo dejó extenuado. Según explica, “hubo desacuerdos con el estudio sobre para qué era la película”, situación que llevó a un doloroso período de posproducción que para el director fue cualquier cosa menos disfrutable.
Tendría que haber sido una unión celestial. El libro de Sendak, una hermosa historia de apenas 338 palabras sobre un travieso niño llamado Max, que navega hasta una isla poblada por criaturas peludas, vendió más de diez millones de ejemplares. De niño, Jonze –que creció en Bethesda, un suburbio de Wa-shington, bajo el nombre Adam Spiegel– leyó ávidamente el libro. Identificado con Max, su propia disciplina era “errática”, sin dudas debido a una infancia disfuncional producida por el divorcio de sus padres cuando tenía dos años. Sin interés en la escuela, se obsesionó con las bicicletas BMX, y más tarde con el skateboard.
Esa actividad lo llevó a dirigir su primera película, el documental de 24 minutos Video Days. Admirado en el circuito por su innovadora aproximación al deporte, para el momento en que Jonze empezó a trabajar en su seminal video a la Starsky & Hutch de Sabotage (Beastie Boys, 1994) ya se estaba construyendo una reputación de ser uno de los más creativos cineastas del barrio. Cinco años después, Hollywood lo pescó cuando Jonze hizo su debut en el largometraje con la maravillosa ¿Quieres ser John Malkovich?, escrita por Charlie Kaufman, que le valió una nominación al Oscar al mejor director.
Jonze continuó en 2002 con El ladrón de orquídeas, también escrita por Kaufman, la historia de un guionista de Hollywood que debe haberle resonado al director: él ya había trabajado con la compañía productora de Sendak durante un año, en la abortada versión del libro infantil Harold and the Purple Crayon, escrito por Crockett Johnson en 1955. Pero eso fue antes de Being John Malkovich, antes de que ganara auténtico respeto en el sistema de los estudios. El libro de Sendak nunca estuvo demasiado lejos de su mente. Cuando estaba filmando El ladrón..., volvió a leer Where The Wild Things Are en la tranquilidad nocturna de su dormitorio, reflexionando sobre sus palabras y dibujos. Aunque él y Sendak se mantenían en contacto, Jonze no tenía mayores deseos de convertir lo que es en esencia un poema visual en una película de 90 minutos. Pero en 2003, el mismo año en que se separó de Sofia Coppola (con quien estuvo casado cuatro años), empezó a cambiar de opinión. “Inicialmente, la atracción era el libro, y el sentimiento que estaba tratando de capturar”, dice. Su amigo, el igualmente innovador director británico Chris Cunningham, lo alentó. “Me decía que pensaba era algo excitante de ver. Podía ser mi otro lado, más como los videos que hice en el pasado que como mis dos películas.”
Con la idea de que “la película trabajara del mismo modo que la mente de un chico de nueve años”, Jonze puso al frente del elenco al joven Max Records. Los problemas comenzaron en 2006, seis semanas antes de que comenzara la filmación en Australia, cuando llegaron los disfraces de monstruos creados por el Jim Henson Creature Shop. Los trajes, en especial aquellos con cabezas desproporcionadas, eran demasiado pesados para los actores. Eso significó que debieran quitarse los mecanismos remotos para mover los ojos, con lo que las expresiones faciales se agregarían después por computadora, a un costo considerable. Como si eso no fuera suficiente, tras cuatro meses de filmación Jonze pidió más dinero para realizar fotografía adicional. No sin razón, el estudio Warner Brothers pidió ver un corte de la película antes de abrir la billetera. “Cuando vieron esa edición, creo que los aterrorizó el hecho de que no era lo que ellos normalmente consideran una película infantil”, recuerda el director. Jonze estaba influido por las performances infantiles en películas para adultos como Los 400 golpes y El globo rojo, y no ayudó demasiado que una exhibición de prueba en Pasadena se hundiera como una piedra, con algunos padres reportando que sus hijos habían empezado a llorar y a pedir irse de la sala.
De muchos modos, eso fue un espejo de los eventos que rodearon la publicación del libro de Sendak en 1963. “Cuando salió el libro, fue considerado demasiado peligroso para los niños”, dice Jonze. “Maurice se metió en un montón de problemas. Hubo muchos artículos que señalaron que ni él ni el libro eran para chicos. También hubo quien lo apoyó, pero muchos libreros, expertos en niños y maestros lo rechazaron. Tras un par de años, los chicos empezaron a sacarlo de las bibliotecas cada vez más, y terminaron amándolo. Fueron ellos los que hicieron grande al libro, lo convirtieron en un clásico. Creo que hay una reacción tonta de los padres, que se asustan más que los propios niños.”
Esa fue la misma reacción del estudio ante ese primer corte, que fue considerado “demasiado extraño, demasiado atemorizador”, de acuerdo con reportes que se filtraron en Internet. “No creo que tenga nada que ver con los chicos, sino con nuestras propias angustias. Fue una lucha contra la angustia del estudio”, dice Jonze. En cierto nivel, es comprensible. Where The Wild Things Are está lejos de tener el sentimiento familiar de un Shrek o un Toy Story, que pintan sus mundos en brillantes colores primarios y tienen una demografía bien definida para realizar el marketing. De hecho, no es difícil ver a Jonze como el propio Max, un chico zambulléndose en su mundo imaginario, y al estudio como su estricto padre.
Fue necesario un guión revisado y una serie de retomas para que Jonze y el estudio alcanzaran un campo común. De todos modos, el resultado final –un poco a la manera de The Fantastic Mr. Fox, la adaptación realizada por Wes Anderson de Roald Dahl– parece apuntar más al niño que todo adulto lleva dentro que a los chicos en sí, y no es fácil de vender. Con una banda de sonido que agrega un aire cool, a cargo de Karen O (de los Yeah Yeah Yeahs), difícilmente haya material para cajitas felices o una línea de juguetes coleccionables: en lugar de eso, habrá botas y remeras.
Pero hay un final feliz a esta extraña historia, y es que Where The Wild Things Are cubrió sus costos, recaudando cerca de 100 millones de dólares en el mundo. Con el film ya editado en DVD (en la Argentina se lanzará directamente en ese formato, bajo el título Donde viven los monstruos), hay una buena chance de que consiga beneficios, sobre todo porque es la clase de película que podría funcionar mejor en la visión hogareña. Pero para Jonze, sus días como director capaz de llevar un proyecto-tanque parecen estar contados, en un eco del destino de su viejo amigo David O. Russell, quien dirigió a Jonze en su comedia sobre la Guerra del Golfo Tres reyes (1999). Como Jonze, Russell vio su relación con los estudios deteriorada, y su última película, Nailed, fue cancelada cuando iba por la mitad de la filmación, por falta de fondos.
Si esto sugiere que los directores que se salen de la norma están perdiendo su poder en un sistema que favorece las películas hechas por comité antes que por artistas intransigentes, eso no preocupa a Jonze, que acaba de volver a sus raíces. Recientemente hizo comerciales para una compañía telefónica japonesa –protagonizados por Brad Pitt y un luchador de sumo–, y volvió a hacer cortometrajes. Tiene un film de diez minutos protagonizado por el músico Kanye West, y otro llamado I’m Here, una brillante historia de 29 minutos sobre dos robots que se enamoran y que recuerda vagamente a su bizarro video Da Funk para Daft Punk, en el que un perro antropomórfico pasea por Nueva York. Se dice que su próximo proyecto –una colaboración con el grupo Arcade Fire, sobre amigos que se distancian– también será un corto. Pero Jonze sigue disponible para nuevos talentos, y por ello el dúo cómico británico The Mighty Boosh dice que el director está al tope de su lista para una adaptación cinematográfica de su programa televisivo. ¿Lo hará? “No lo sé”, dice con cautela. “Pero son hilarantes, no he visto sus puestas en teatros, pero Karen O me las pasó en DVD. Es uno de sus shows favoritos.” La idea no deja de ser atractiva.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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