CINE › ENTREVISTA A CLAUDIO REMEDI, DIRECTOR DE ESMA/MEMORIAS DE LA RESISTENCIA
El realizador destaca la importancia de contar con testimonios de ex detenidos-desaparecidos que arrojan luz sobre el brutal aparato represivo que funcionó en un edificio símbolo de la dictadura. El film se estrena este jueves.
› Por Oscar Ranzani
Cuando la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD) y el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH) decidieron convocar al Grupo de Boedo Films para realizar un documental sobre las terribles condiciones de supervivencia que debieron atravesar más de cinco mil detenidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el realizador Claudio Remedi pensó en abordar la temática de las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura militar de una manera que la distinguiera de otros trabajos previos. El resultado es ESMA/Memorias de la resistencia, documental que tiene como protagonistas a cuatro sobrevivientes: Carlos “Sueco” Lordkipanidse, Osvaldo Barros, Enrique “Cachito” Fukman y Andrea Bello. Sus testimonios resultan fundamentales para poder entender por qué hubo sobrevivientes en el mayor centro clandestino de detención creado y administrado por los militares. A la vez, sus relatos son elocuentes para comprender el grado de perversión de los represores en el mayor símbolo edilicio de la tortura y el exterminio de la Argentina, actualmente reconvertido en Espacio para la Memoria. El film se estrenará este jueves en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635), donde se exhibirá durante una semana, y a partir del 8 de julio podrá verse en el Complejo ArteCinema (Salta y Garay).
Para construir su relato, Remedi trazó como eje de análisis tres períodos de militancia y de resistencia: “Una militancia que desemboca en la detención en la ESMA; luego, una resistencia dentro del campo con diferentes tipos de estrategias y conflictos y, por último, una militancia que desemboca en los juicios actuales que, en definitiva, son los protagonistas los que plantean justamente que los testimonios y la memoria se empiezan a transformar en una acusación concreta”, explica el realizador.
–¿Considera que esa triple mirada que tiene el documental aporta una nueva manera de indagar en el tema?
–Si bien en otros documentales estuvieron, que sea protagonizado por sobrevivientes marca una distinción. Y en segunda instancia está el hecho de que los sobrevivientes participan activamente en la militancia del campo de los derechos humanos. Entonces, esto hace que toda esta resistencia tenga otro contexto de expresión en la actualidad. Para nosotros no es un dato menor que los juicios se estén llevando a cabo en este contexto y que, de alguna manera, hayan sido producto de una lucha de años. Por otra parte, hay temáticas que nosotros desconocíamos.
–¿Cuáles?
–Una es el concepto de “escuela”, este concepto de escuela de formación que tuvo la ESMA y que, a la vez, era un campo de concentración y de exterminio. Este doble juego institucional en donde, según los protagonistas, estaban implicados todos (no sólo el personal de los grupos de tareas, sino también hasta los propios estudiantes de la escuela), es un factor que nosotros no teníamos tan claramente establecido. Y por otra parte, todas las instancias de trabajo esclavo y de adecuación y resistencia en torno del mismo. Si bien en algunos momentos esto se comparó con algunas prácticas que tuvo el nazismo, nosotros lo veíamos con cierta distancia en torno de la magnitud. O sea, la dictadura no tuvo la misma magnitud que el nazismo en cuanto al trabajo esclavo. Pero sí veíamos ciertas prácticas coincidentes. Y también notamos que son temas de los que cuesta hablar.
–¿A qué lo atribuye?
–En principio, a que la historia no está saldada. En definitiva, la gran mayoría de los responsables del genocidio están en libertad. Y en cierto punto, eso genera que haya cosas de la historia que salgan a la luz y otras que cuesta.
–Recién mencionaba un testimonio que resulta estremecedor en el documental: cuando se señala que los propios estudiantes de la ESMA torturaban. ¿Le sorprendió este relato?
–Sí, porque lo desconocía. Hay un imaginario de que si bien había una política del Estado organizada, uno tiene la idea de que la tarea represiva estaba circunscripta a los grupos de tareas. Entonces, al tener esta información e incluso al ver cómo geográficamente estaba ubicada la ESMA y cuáles eran los edificios donde funcionaron concretamente los campos de detención, uno toma conciencia de esto.
–¿Cómo se puede salir de una situación subhumana, tal como la define Lordkipanidse? ¿Cuál fue su impresión después de charlar con los sobrevivientes acerca de cómo pudieron volver a la vida y de dónde sacaron fuerzas?
–Ellos plantean que con el regreso de la democracia siguieron siendo desaparecidos. De alguna manera, el testimonio de los sobrevivientes generaba muchísimo rechazo, justamente por el testimonio del horror. Por un lado, hay una cuestión de tiempo histórico, y, por otro, hay una cuestión relacionada con la constancia en la búsqueda de la justicia. En alguien que haya vivido la tortura, el fusilamiento y la desaparición de sus compañeros, creo que lo que le permite sobrevivir es justamente esa búsqueda incansable de la justicia. Y obviamente también, que esa búsqueda entronque con los deseos de una sociedad. Porque, de alguna manera, plantean que hay un grupo importante de la sociedad que los acompañó. Y esto permite concretamente seguir viviendo.
–Una reflexión a la que invita este documental consiste en pensar la dimensión de la perversión de los represores que no tenía límites como, por ejemplo, cuando un sobreviviente cuenta que pasaban un audiovisual para “enseñar” las zonas del cuerpo donde se debía aplicar la picana.
–Eso da cuenta de una sistematización. Y se relaciona también con los juicios, incluso con algunos anteriores, donde ya se empieza a catalogar a los crímenes de lesa humanidad como genocidio. Poco a poco sale a la luz la sistematización de la represión: cómo hubo gente encargada de la construcción de los lugares de detención, de las confecciones de las capuchas. Habría que ver dónde están las esposas, los cepos, las cadenas. Incluso debe haber hasta archivos. Yo creo que en algún momento, todo eso se va a redescubrir. De alguna manera, hay mucha información que seguramente estaría en manos del Estado tomar una resolución política para que eso se descubriera. Y creo que en algún momento eso va a llegar. Hay muchas cosas que se destruyeron, pero estimo que muchas otras no.
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