CINE › LA ACTRIZ JENNIFER ANISTON Y LA “MALDICIóN DE FRIENDS”
La actriz no pega una en la taquilla desde hace rato, pero sigue siendo la tercera mejor paga en Hollywood y, a los cuarenta y pico, las revistas todavía la ponen en tapa. Su estrategia es siempre mezclar su vida amorosa con el producto que sale a promocionar.
› Por Guy Adams *
Para Jennifer Aniston, fue simplemente una semana más en la oficina (de venta de entradas). Primero, anduvo en puntas de pie sobre una alfombra roja del brazo de una coestrella masculina. Después, montó una campaña de prensa que la puso en la tapa de casi todas las revistas de chismes en Estados Unidos. Y, finalmente, después de ir a hablar en varios programas de televisión, se encerró en su residencia de soltera en las colinas de Hollywood para esperar a ver cómo le iría en los cines a The Switch, su última comedia romántica, fuertemente promocionada.
Uno no necesitaba una bola de cristal para predecir qué ocurriría a continuación, sólo alcanzaba con un poco de sano sentido histórico. Como la mayoría de las películas que hizo la actriz de 41 años después del final de Friends, la serie televisiva que la hizo famosa, The Switch fue un fracaso. Pese a todo el marketing, la vagamente biográfica historia de una soltera cuarentona que recurre a donantes de esperma para tranquilizar al reloj biológico que avanza, sólo recibió apatía en el estreno: apenas llegó al octavo puesto en el ranking de taquilla del fin de semana, con ventas de entradas de sólo ocho millones de dólares. Para poner el número en contexto, fue menos de la mitad que hizo The Expendables, el film kitsch de acción de Sylvester Stallone, que permanece a la cabeza del chart en su segunda semana, y cuatro millones menos que el número logrado por el título que llegó al segundo puesto, una parodia de película de terror de bajo presupuesto llamada Vampires Suck. Fue peor que el fin de semana de otros estrenos a los que no les fue bien, como Nanny McPhee Returns, de Emma Thompson, y Piranha 3D.
También hizo resaltar una infortunada paradoja. Aunque Jennifer Aniston es claramente una de las mujeres más famosas y reconocibles del mundo, su carrera cinematográfica ha sido definida por el fracaso. Tres de sus últimas cuatro películas han sido desastres financieros. Management apenas recaudó dos millones en mayo de 2009. Nuevamente amor devolvió 36 dólares. Su último esfuerzo, El cazarrecompensas, desafió a las pésimas críticas para lograr 136 millones en todo el mundo. Pero hoy en día, cuando incluso las pelis baratas de los estudios cuestan 60 millones, esa cifra no la coloca en territorio de “tanque”. Por eso no llama la atención que los seguidores de esta industria en la que se cortan gargantas estén desenvainando sus lapiceras venenosas. “¿En qué momento Hollywood se va a rendir con Jennifer Aniston?”, decía hace poco un titular de Forbes, arriba de un artículo que señalaba que los beneficios comerciales que genera la estrella parecen opuestos a las enormes cifras que exige para sí, que hacen que actualmente sea la tercera actriz mejor pagada de Hollywood, con entradas anuales estimadas en 27 millones (sólo Sandra Bullock y Angelina Jolie ganan más).
“¿Exactamente por qué es ella una estrella cinematográfica?”, preguntó Patrick Goldstein de Los Angeles Times, señalando que “ha hecho una cadena de películas olvidables que raramente ganaron mucho dinero”. Perez Hilton, el ácido blogger que parece ser amado por una generación más joven de lectores, explica todo más suscintamente: “¡Pobre Aniston!”, declaró el domingo pasado. “Sencillamente, ella no es una estrella de cine.” El caso contra Aniston se ve incluso más forzoso cuando se considera el hecho de que los mayores éxitos –Todopoderoso, Viviendo con mi ex y Marley y yo– la han visto en un papel coestelar, donde jugó roles secundarios en el afecto del público junto a Jim Carrey, Vince Vaughn o (en el caso de la última película) un perro labrador. Aniston nunca logró cargar sobre sus hombros una película hasta llevarla más allá de la marca de los 70 millones.
La taquilla es imprevisible, por supuesto. Y nunca son pocos los ruidosos comentaristas (generalmente hombres) que esperan para verter su desprecio sobre las “películas para chicas”. Pero al mencionar Friends, que la hizo famosa y dominó su vida durante una década desde 1994, Simmons puede haber identificado la fuente de las desgracias comerciales de Aniston. Seis años después del capítulo final –el 238–, la huella cultural de Friends sigue siendo tan amplia que cada una de sus estrellas sigue firmemente bajo su sombra. Matt LeBlanc no ha actuado desde 2006, cuando su sitcom derivada Joey fue cancelada. David Schwimmer –cuyo último film, Big Nothing, fue directo a DVD– busca una carrera en teatro. Mathew Perry consiguió un rol secundario en la decepcionante 17 otra vez de Zac Efron el año pasado, pero la última película que protagonizó, Birds of America, no consiguió un lanzamiento muy grande. Las antiguas colegas de Aniston también han sufrido por la así llamada “maldición de Friends”. Lisa Krudrow hace apariciones en pequeñas películas y programas de televisión, pero su último papel importante en cine fue en The Paper Man, que apenas recaudó 13 mil dólares en taquilla. Courteney Cox optó por el éxito garantizado en televisión.
Está bien documentado el fenómeno de las estrellas de sitcoms que tratan infructuosamente de convertirse en estrellas de cine: después de una década siendo transmitido a los livings de todo el mundo, David Schwimmer siempre será el estúpido Ross, del mismo modo que Kudrow encuentra difícil, en el imaginario público, ser otra cosa salvo la excéntrica Phoebe. A Aniston, quien todavía parece y suena como Rachel Green en muchos de sus papeles cinematográficos, se la molesta más por las reprochables actitudes de una industria que tiene una famosa conducta de desechar al talento femenino de cierta edad. Hasta ahora, ella quizá sólo haya sobrevivido (mientras que otras estrellas de Friends se desplomaron) debido a que su valor de mercado fue inflado por su accidentada vida amorosa. Como una de las mitades de “Braniston”, junto a su famoso marido Brad Pitt, fue ubicada en el centro de una de las telenovelas de celebridades más seguidas. Cuando Pitt la dejó en 2005 por su actual pareja Angelina Jolie (formando “Brangelina”), Aniston se convirtió en la primera ama de casa desdeñada norteamericana, y luego en la soltera de cuarenta y pico más codiciada de Hollywood, un papel que continúa hasta el presente.
Sus aciagos jugueteos con tipos como el músico John Mayer han ayudado a extender su carrera como celebridad más allá de las de sus coestrellas de Friends, lo que le garantizó, por ejemplo, una tapa de Vogue el año pasado. También son útiles herramientas de marketing: casi todas las películas que estrena la encuentran en un supuesto “romance” con su coestrella masculina. Por ahora, esto sigue proveyendo de papeles cinematográficos a Aniston: su agenda para el próximo año incluye a tres títulos bien caros de los estudios. Pero mientras ella continúe interpretando por siempre a mujeres jóvenes que buscan la felicidad, los críticos continuarán castigándola y acusándola de hacer siempre lo mismo.
“En su más reciente película, The Switch, Aniston interpreta a un personaje que no tiene marido o novio, lo cual es decididamente inconveniente considerando que su tiempo para tener un hijo se acaba”, hizo notar el New York Post la semana pasada. “Es gracioso, porque es exactamente la misma situación con la que la Aniston real se despierta cada mañana (sin los potenciómetros que Brad Pitt instaló personalmente en la casa en la que vivieron juntos, y el pesado conocimiento de que él ahora tiene seis hijos que ella no le dio)”. En otras palabras, elegir un arte que imita a la vida le ha provisto a Aniston de un montón de papeles bien pagados en películas. La ha mantenido en el juego de la fama mucho más que lo que tenía el derecho de esperar. Pero, en una industria terca acusada de estancamiento creativo, ella sólo va a convertirse en una auténtica estrella cinematográfica cuando haga una película que sea más interesante que su propia y enmarañada vida romántica.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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