CINE › FABIáN FORTE, REFERENTE DEL CINE DE TERROR INDEPENDIENTE ARGENTINO
Cineasta multiuso, Forte es director, productor, guionista y hasta camarógrafo en sus diez cortos y tres largos. Una retrospectiva de su obra en el ArteCinema viene a darle una visibilidad de la que hasta ahora sólo gozaba en el festival Buenos Aires Rojo Sangre.
› Por Ezequiel Boetti
Fabián Forte habla, gesticula y se frota las manos con la verborragia propia de un inquieto, apreciación que se certifica recorriendo su trayectoria laboral. Asistente de dirección en más de veinte largometrajes; director, productor, guionista y hasta camarógrafo en sus diez cortos y tres largos; realizador de videos musicales de bandas independientes; actor en teatro y en proyectos cinematográficos de colegas y amigos, este referente del cine de terror nacional forjó una carrera extensa y variopinta haciendo del trabajo un acto impetuoso y pasional. “El cine es un oficio y, salvo que seas un prodigio, hay que hacer para aprender”, reflexiona. El primer paso, por la longitud inexacta del tranco y la incertidumbre de si existirá otro, es siempre el más complejo. “Al comienzo ganaba un dinero irrisorio, pero era la manera de foguearme, conocer gente y trabajar de lo que me gustaba. Con el tiempo me empezaron a llamar para películas más grandes y dejé de trabajar en producciones de terror hechas con poco dinero”, recuerda uno de los directores del film colectivo Malditos sean!, actualmente en post-producción. Ese salto hacia la industria no alteró su norte. Amante de sets recubiertos de sangre y vísceras artificiales, asegura que el dinero fue y es el limitante fundamental para idear una film de género. “Escribo relegando ideas por cuestiones presupuestarias. Muchas locaciones y personajes significan, hoy en día, una película gigante”, asegura el director de Carnal y Celo, los dos largometrajes que se exhibirán durante todos los sábados de este mes en el marco de una retrospectiva de su filmografía en el Espacio Incaa Km 3 ArteCinema (ver recuadro).
El asistente de dirección de las ya estrenadas Andrés no quiere dormir la siesta y La extranjera armó el diseño de producción de Mala carne, su debut en 2003, con la certeza de que el dinero escaseaba. Por eso optimizó al máximo los recursos editando en cámara y filmando el guión en orden cronológico. “Teníamos la casa a nuestra disposición y nos parecía interesante para los actores seguir un orden. Después pegué cada toma a la otra directamente en la cámara. El 80 por ciento de la película se hizo así”, asegura. El porcentaje restante sí está armado en un post-producción. En 2005, el premio a la Mejor Dirección en el festival de género “Fearless Tales” le abrió las puertas del mercado norteamericano. Una distribuidora estadounidense se interesó en aquella mixtura fílmica de erotismo y vampirismo y compró los derechos de exhibición. “Me llamó la atención que ellos, los reyes de los efectos digitales, le hayan puesto el ojo. Decían que podía darse un fenómeno similar a El Mariachi, porque era una película hecha con muy poco dinero y que transmitía muchas cosas. Pero finalmente no pasó”, se sincera Forte, que a pedido de la empresa rodó un nuevo inicio y desenlace para darle forma en 2007 a Carnal. De ese mismo año data su opus dos, Celo. La historia de un voyeur que se inmiscuye en la relación amorosa de su mejor amigo salió de la misma matriz: poco tiempo, con los recursos a mano, actores amigos y en sus casas. “Tuvimos tiempo para ensayar, algo que hoy en día no te da la industria, donde es muy probable que uno se ponga a filmar sin haber ensayado nunca”, asegura.
–Hace algunos años dijo que “hacer cine era una utopía”. ¿Sigue siéndolo?
–Sí, y cada año más. Te tiene que gustar mucho hacerlo. Me doy cuenta de que estoy bastante enfermo de la cabeza para dedicarme a esto. No es que disfruto en cuanto a lo que hago yo, ni soy un egocéntrico que admiro mis películas; al contrario, yo las veo y reconozco muchos errores. Pero el cine es un arte donde uno ejercita a medida que trabaja.
–Es un oficio...
–Exactamente. Johnny To, que filma entre cuatro y cinco películas al año, decía en una entrevista que tiene la necesidad de levantarse para ir a trabajar como una persona normal, él creía que ése era su trabajo. Creo que es una utopía porque el cine independiente está bastante relegado en la industria, pero hay tantos realizadores que en algún momento se va a abrir una brecha, van a tener que inventar o generar recursos para que esas películas se puedan estrenar.
–¿Ahí es donde juega un papel fundamental el Buenos Aires Rojo Sangre (BARS) y los distintos festivales temáticos?
–Sí, totalmente. Considero que el Bafici no representa el cine independiente, pero sí el BARS. Ahí se ven cosas buenas y otras muy malas, pero realmente representan el espíritu independiente. El realizador tiene la oportunidad de presentar una obra, que ellos te den el espacio y que el espectador pueda ver.
–El mercado norteamericano es un habitual consumidor de cine de terror independiente argentino. Ellos compran películas que aquí ni siquiera se estrenan o pasan inadvertidas. ¿Por qué cree que se sienten atraídos?
–Creo que están ávidos de materiales nuevos. Hay problemas en la industria, una gran falta de ideas que se traduce en remakes de películas ya hechas o adaptaciones. Además tienen problemas con los sindicatos de guionistas, que hace un par de años empezaron a pasar a la televisión y dejaron al cine relegado. Quizá buscan gente con una energía distinta que haga otro tipo de cine. Nuestro cine no se caracteriza por tener efectos digitales, que es justamente lo que hoy ves en una película americana. Acá pasa lo contrario, hay muchos grupos especializados en hacer make-up y en armar criaturas de látex. Es volver un poco a los ’70 u ’80, cuando el cine era de alguna manera más artístico y no tan abocado a la post-producción. Ellos ven en nosotros otro pulso a la hora de hacer cine.
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