CINE › ENTREVISTA CON EL DIRECTOR CATALAN VENTURA PONS
El cineasta llegó al Festival de Mar del Plata para acompañar su film Animales heridos. Aquí explica su decisión de combinar el porteño, el catalán, el castizo y el peruano en la misma película.
› Por JULIAN GORODISCHER
Desde Mar del Plata
Ventura Pons es un director “histórico” del Festival de Cine de Mar del Plata que mereció su propia retrospectiva hace unos años, y llega en 2006 para acompañar una curiosa experiencia multilingüística titulada Animales heridos. Este es el cineasta más reconocido de Cataluña, frecuentador de las historias corales sobre gente de mediana edad, víctimas recurrentes del infierno urbano moderno: esta vez, como antes en Anita no pierde el tren, Morir o no y Caricias, Ventura propone un mundo pintado desde los detalles de la vida cotidiana. El tema es la infidelidad, aunque le guste llamarlo de otro modo. “No es la infidelidad sino la necesidad del otro —dice–, de cómo el ser humano se relaciona con el amor y su falta. Yo reflejo lo difícil que es constituir una pareja: miro a mi alrededor y lo que veo es eso.” Las tres historias entrecruzadas de Animales heridos (que se presenta en la Sección Oficial, fuera de competencia) recrean distintas formas de desear lo que no se tiene, de querer lo que tiene el otro: Ventura complejiza los vínculos basados en el engaño yendo un paso más allá del triángulo amoroso. El marido infiel goza espiando a su esposa mientras está con su amante, siempre desde la misma habitación de hotel; el novio engañado se siente atraído y tentado de espiar a una pareja de extraños y la experiencia lo sumerge en el asco y la excitación, y anticipa su propio fracaso amoroso. La mucama disfruta vistiéndose con la ropa de la señora pero reprime a su amante cuando se lo reclama en un juego erótico. A Ventura no le gusta analizar a sus criaturas como una condensación extrema de las neurosis urbanas que se despliegan a diario...
–Proyecto mi mirada –asegura en la entrevista con Página/12– según lo que percibo alrededor. No sé hacer películas sobre cosas que no entiendo: me gusta hablar de las relaciones humanas, y será porque también me afectan. Estos personajes están buscando lo imposible cuando lo posible lo tienen muy cerca. Pero no sé si son neuróticos..., en este país entendéis mucho de neurosis. Yo no trabajo desde el psicoanálisis; estuve casado con una psicoanalista pero no he pasado por el diván. Cualquier historia se puede interpretar desde puntos de vista muy distintos, y yo sólo sé que me gusta que sean corales, fragmentadas para que aparezca un sentido global a partir del fragmento, de lo mínimo. Desde el detalle llego a tener una visión global de las cosas. Esto me viene de cuando hacía teatro: mi mirada sobre el minimalismo nació en el escenario.
–Animales heridos es una extraña experiencia multilingüista en la que se habla en porteño (la actriz Cecilia Rosetto), en catalán, en castizo, en peruano. ¿Por qué lo hizo?
–Suelo experimentar con eso en algunas de mis películas: en Cataluña hay 250 idiomas distintos hablados. El primero es el español, el segundo el catalán, el cuarto es el árabe, el quinto es el quechua; hay lenguas escondidas, oprimidas, que sólo afloran en la intimidad. Evidentemente hubiera podido pasar toda una versión al castellano, pero no tendría la gracia que da el placer de mezclar idiomas; no me trae dificultades, es un valor añadido. ¿Si se hace difícil la distribución? Para nada, la gente sabe leer un subtítulo.
Pero Ventura propone no leer Animales heridos y sus variantes sobre la infidelidad como un experimento de película multicultural. “Es el director el que impone la identidad –dice–. El concepto no lo dan los idiomas. Lo que cuento lo hago porque es mío, y hago una defensa de la figura del director. Narro con una mirada reconocible, de forma independiente, libre; intento no repetirme. Hago películas que explican lo que encuentro a mi alrededor.” Otra de las curiosidades de Animales... es la variedad de tonos de actuación que pueden convivir en un mismo film: como si Ventura desconfiara de las imposiciones de género y permitiera la convivencia del grotesco exterior de Cecilia Rosetto (como la Señora, una esposa engañada), un registro más dramático y realista para la decoradora de Aitana Sánchez Gijón (la amante), un tono de comedia más liviana en la historia de Patricia Arredondo (la mucama). Sostiene Ventura: “Cualquier drama se puede convertir en una comedia, y a la inversa. He variado el tono porque me ha apetecido hacerlo así. El planteo, equivocado o no, era que hubiera distintos registros. Tengo mucho oficio, voy por mi película número 18, sé hasta dónde tirar. Lo que uno se propone debe hacerlo a fondo. Si hay un error, que sea con sentido. Yo hace muchos años que no titubeo porque me siento bien con mi oficio.” Como un caso atípico en el cine, él sugiere al actor que hable en la lengua que prefiera, y así fue como Rosetto se enojó con “la otra” diciéndole “conchuda”; así aparecieron términos lunfardos o peruanos en el episodio de la mucama Mariela. La prolijidad, en este cine, no es un valor: Ventura desestructura el “a priori” de una ficción hasta generar un magma de términos y estilos disonantes y dar con lo que más valora: la autenticidad.
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