Dom 21.11.2010
espectaculos

CINE › PELICULAS DE ESE ORIGEN DOMINARON EL 25O FESTIVAL DE CINE DE LA CIUDAD

Mar del Plata fue de Europa Oriental

Polacas, rusas, georgianas, serbias, todas ya habían pasado por otros festivales. La argentina Aballay, el hombre sin miedo fue el Premio del Público.

› Por Horacio Bernades

Desde Mar del Plata

Compuesto de cinco películas que pasaron previamente por otros festivales y un único estreno, el podio oficial de la 25ª edición del Festival de Mar del Plata refleja el carácter sucedáneo que el evento tiene en relación con sus pares internacionales. De los festivales clase A, el de Mar del Plata es el único que se permite seleccionar, para su Competencia Internacional, películas previamente presentadas en otros festivales. Incluso algunas que participaron ya de otras competencias. Así, de las seis ganadoras oficiales, dos vienen de hacerlo en Venecia (Essential Killing, del maestro Jerzy Skolimowski, y la rusa Silent Souls, de Alexei Fedorchenko), dos en Cannes (la rumana Tuesday, After Christmas y Chantrapas, de otro maestro, el georgiano Otra Iosseliani) y una en Locarno (la serbia White White World, de Oleg Novkovic). El único descubrimiento propio terminó siendo Aballay, el hombre sin miedo, de Fernando Spiner, que recibió una mención especial y resultó, así, la única película argentina premiada por el Jurado Oficial. La película de Spiner se llevó además el Premio del Público, un dato importante en vistas a su estreno comercial. A su turno, la peruana Octubre (que también pasó por Cannes) y la argentina Amor en tránsito fueron las ganadoras de la Competencia Latinoamericana, resultando Pompeya la triunfadora de la Competencia Argentina.

La Edición de Plata del Ficmdp mostró una programación amplia y diversa, aunque no carente de disparidades. La Competencia Internacional profundizó la tendencia al alza de años recientes, hasta constituirse en la de nivel más alto y parejo que haya tenido este festival desde su reinauguración, en 1996. La libertad que se toma Mar del Plata de programar en su competencia de cabecera películas ya vistas en otros festivales, le permite alcanzar un nivel de altura internacional. Pero a costa de su proyección internacional: difícilmente algún visitante extranjero se tome la molestia de viajar decenas de miles de kilómetros para ver películas previamente programadas en festivales más grandes y cercanos. Claro que eso parecería no importar demasiado, en la medida en que –a diferencia del Bafici, por ejemplo– Mar del Plata prácticamente no invita a periodistas extranjeros, programadores de otros festivales o potenciales compradores de cine argentino y latinoamericano. Pero si no los invita, ¿para quiénes se proyectan, entonces, los casi cien largos, medios y cortos argentinos que presentó esta edición? La respuesta es obvia: para el público local, para el mercado interno.

Los potenciales compradores extranjeros cuentan con una vitrina aparte, la de Ventana Sur, mercado cinematográfico lanzado el año pasado por el Incaa, que en días más celebrará su segunda edición y está dirigido específicamente a ellos. Quienes aun así hayan llegado hasta Mar del Plata con la intención de ver cine argentino y latinoamericano, se habrán encontrado con un amplio –aunque no muy entusiasmante– despliegue del primero, y una escasa, casi inexistente, oferta del segundo. Administraciones previas de este festival apuntaron a reforzar en primer lugar los lazos con los países de la región y en segunda instancia con los del Tercer Mundo, insertándose a partir de allí en el contexto del cine internacional. Aun tratándose de una idea sensata y realizable, la actual gestión parece haberla dejado de lado, reduciendo la participación de películas latinoamericanas hasta llegar a los ¡siete! largometrajes de este año. Siete largos, en un evento que presenta cerca de doscientos en total y una de cuyas competencias oficiales está dedicada al cine latinoamericano, suena a contradicción flagrante entre las declaraciones de intenciones y los hechos. No será seguramente por falta de material para seleccionar. ¿O alguien cree acaso que de los varios centenares de películas que produce anualmente la región sólo media docena vale la pena?

En el caso del cine argentino, pasó un poco lo contrario: se exhibió mucho, pero no muy bueno. La opinión generalizada es que la cosecha de Mar del Plata 2010 no resultó una de las más lucidas en relación con el cine argentino. Claro que ver en ello un fallo de los programadores sería como atribuir a la carnicería de la esquina la disparada de los precios de la carne. A diferencia de lo que sucedió con el cine latinoamericano, es dable suponer que lo que se mostró es lo que hay. O lo que dejó libre el Bafici, que ejerce sobre el cine argentino una importante fuerza de tracción. Allí se completa la encerrona de la que al Ficmdp le cuesta salir. Si la Competencia Internacional programa muy buenas películas, pero ya vistas en otros festivales. Pero de cine latinoamericano poco y nada. Si el cine argentino se reduce a lo que se le escapó al Bafici o el Bafici no quiere programar, entonces, ¿a quién le sirve Mar del Plata? Así como está, a los espectadores locales, que tienen la ocasión de ver una buena selección de cine de todas partes. A algunos cineastas argentinos, que cuentan con una plataforma con resonancia para lanzar sus películas. Al mercado interno, que se dinamiza (o eso se supone, porque pocas veces hubo tan pocos productores y distribuidores como este año). Si es mucho o poco, dependerá de la evaluación que cada uno haga. Lo que es seguro es que podría ser más. Debería ser más.

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