Jue 16.03.2006
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CINE › ENTREVISTA A PABLO ECHARRI Y A EDUARDO NORIEGA, PROTAGONISTAS DE LA PELICULA “EL METODO”

“Los mejores personajes actúan descaradamente”

Después de haber trabajado juntos hace seis años en Plata quemada, Echarri y Noriega vuelven a ponerse a las órdenes de Marcelo Piñeyro, esta vez en un film inspirado en El método Grönholm, la obra teatral del catalán Jordi Galcerán.

› Por Oscar Ranzani

Pablo Echarri y Eduardo Noriega tienen más cosas en común que diferencias. Si bien, poseen nacionalidades distintas, comparten la pasión por el cine al que, desde sus entrañas, desearon dedicarles sus vidas, para tratar de provocar en el espectador alguna reacción: sorpresa, emoción, identificación. También la crítica, pero nunca la pasividad; siempre es preferible, para los actores de raza, ese incómodo pero necesario cosquilleo que provocan las sensaciones. Echarri y Noriega empezaron a conocer sus coincidencias en 2000, cuando ambos confluyeron en Plata quemada, aquella película de Marcelo Piñeyro inspirada en la polémica novela de Ricardo Piglia. Ahora vuelven a trabajar a las órdenes de Piñeyro en El método, inspirada en El método Grönholm, la obra de teatro del dramaturgo catalán Jordi Galcerán que tiene sustanciales diferencias con la película: mientras la pieza teatral tiene un tono de comedia, El método es un drama con alta dosis de suspenso (ver aparte).

Echarri y Noriega tienen personajes claves en la historia (Ricardo y Carlos, respectivamente), que comparten con los demás esa disociación que cualquier individuo tiene en la construcción de su propio ser: las aspiraciones personales y la mirada del otro respecto de esas expectativas. Esas pautas psicológicas también están presentes en el resto de los competidores encarnados por actores españoles (en su mayoría) y argentinos: Eduard Fernández, Carmelo Gómez, Ernesto Alterio, Natalia Verbeke, Najwa Nimri y Adriana Ozores. “Un proyecto muy apetecible y el reto de un texto, un actor desnudo y hablando cuando no hay ningún efecto especial ni ninguna acción, ningún coche ni ninguna pistola”, enumera Noriega sobre lo que más lo sedujo de la propuesta de Piñeyro. Y también lo que menciona la película: “La capacidad de los seres humanos de devorarse a sí mismos”, dice el actor español. “En mi caso, no tuve mucho que pensar. Fue contundente el ofrecimiento”, sostiene Pablo Echarri. “Semejante personaje –agrega– en esa historia y rodeado del equipo actoral con el que me iba a encontrar hacía que fuera un ofrecimiento imposible de rechazar”, enfatiza el actor argentino.

Ambos artistas comparten también el reconocimiento a Piñeyro. “La experiencia de Plata quemada fue muy importante –dice Noriega–. Era la primera vez que rodaba fuera de España. Yo quedé muy contento con la película, pero sobre todo con el proceso de trabajo que tuvimos en los ensayos. Hubo un antes y un después en la relación director-actor y Piñeyro es un director con el que siempre te apetece trabajar: le dedica mucho tiempo a los actores.” Complementando la idea de Noriega, Echarri puntualiza que “no es menor el hecho de que Piñeyro haga mucho hincapié y explote muchísimo a los actores a nivel interpretativo. Es un director que te sabe leer y sabe qué pedirte precisamente para un personaje. Lo único que hay que hacer es confiar en él. Tiene clarísimo qué necesita”.

–¿Cómo compusieron sus personajes para sostener ese clima opresivo y de paranoia en el que se sumergen?

Eduardo Noriega: –Marcelo hablaba no de componer sino de acercarnos nosotros a los personajes. Algo también difícil como intentar ponernos nosotros en esa situación, partir de sensaciones y de sentimientos internos de cada uno en una determinada situación y luego llevarla al extremo con imaginación. El quería que diéramos realidad, que miráramos y habláramos de verdad. Por supuesto, cada personaje tenía que estar pendiente del “cómo debo comportarme en esta situación”. Cada personaje estaba actuando, de alguna manera, cómo tenía que comportarse en cada prueba de selección para ganar la prueba. Pero, a su vez, nosotros teníamos que acercarnos al personaje lo más posible desde nosotros, desde una realidad, para saber dar una sensación de que eso estaba pasando en ese momento. Por otro lado, el clima estaba en el guión. Fue la vez que menos ganas me dieron de cambiar una coma porque en la lectura estaba ese ritmo. Cuando uno de los personajes muestra una debilidad, los otros se le echan encima porque si uno muestra una debilidad hay que ir por él porque es un candidato menos, es un enemigo menos.

–¿Qué los une y qué los distancia a Carlos y a Ricardo?

E. N.: –Coinciden en que, aparentemente, son una cosa y luego resultan ser otra. Es cierto que el personaje de Pablo, Ricardo, se rebela al principio. Le mandan a escribir una serie de formularios y se rebela. Pero él sabe que está actuando en contra de sus propios intereses. Sabe que tiene que agachar la cabeza y firmar el formulario aunque sea siete veces el mismo formulario. Lo que nos plantea la empresa es para provocarnos. Y la empresa admirará que le llenes tres veces el formulario, pero seguramente no va a admirar que te pongan quince formularios y los rellenes. Es de idiota perdido. Te están midiendo todo el tiempo. Carlos sabe perfectamente cómo tiene que comportarse y se mantiene en el terreno adecuado. Es más estratégico. Ricardo pierde un poco más el control.

Pablo Echarri: –Igualmente van hacia lo mismo y, en un momento de la película, creo que son mucho más parecidos de lo que, en un principio, parece.

–Sus personajes reflejan de qué manera, en un ámbito tan competitivo como se ha vuelto el mercado laboral, los valores colectivos se pierden en el egoísmo. ¿El hecho de componer personajes de estas características les producía una especie de guerra interior?

E. N.: –Había un momento en que me costaba aceptar porque yo intentaba acercarme al máximo al personaje y, a veces, me creaba un conflicto. A veces caía en el error de juzgar al personaje. Y me decía a mí mismo: “Coño, esto no lo puedo decir. ¿Cómo voy a comportarme así con una persona?”. Pero enseguida llegaba Marcelo y empezaba a marcarme los valores que ya habíamos prefijado juntos de Carlos y sus intereses de crecer económicamente, socialmente, laboralmente: enseguida, me devolvía a mi sitio. Pero, aparte, cuando a Carlos le aparece alguna duda tiene muy en claro que las reglas del juego no las puso él. Si él no actúa así, el que va actuar de esa manera es el que tiene enfrente y le va a quitar el puesto de trabajo. Carlos se excusa y tiene la conciencia tranquila. Esa es la diferencia entre Carlos y yo. Si yo actúo así, no tengo la conciencia tranquila.

P. E.: –A mí no hay personajes que me gusten más que estos que actúan casi descaradamente. En ningún momento los juzgo. Tal vez porque también me tocó hacer muchos personajes nobles y a la hora de tener uno que no muestra ningún costado de nobleza no me lo cuestiono, simplemente lo hago. Tal vez después me sorprenda con la opinión que tenga la gente o cómo lo reciba yo después de verlo. Pero no tuve ningún diálogo interno con respecto a lo que hacía Ricardo, porque lo hice absolutamente gustoso.

E. N.: –Y además es un error juzgar el personaje. Ahora con la película hecha podemos charlar y juzgarlo, pero si cuando lo vas a componer lo juzgas, te distancias. Hay que buscar las razones de su comportamiento, justificarlas y querer al personaje para defenderlo.

P. E.: –Porque, si no, seguramente estás contando algo que no es lo indicado.

–¿Consideran que en una situación extrema prevalece la lucha por la supervivencia y sale lo peor de cada individuo?

E. N.: –Sale lo mejor y lo peor. Lo mejor en el sentido de que vamos a hacer todo lo posible por lograr un objetivo y vamos a sacar de nosotros cualidades que en otras situaciones tal vez no sacamos. Pero también con esas cualidades vamos a ser capaces de machacar al de al lado porque para eso nos estamos esforzando. Y si en un momento hay que pegar un codazo, si no lo pego yo en cualquier momento me lo van a pegar a mí.

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