CINE › CHARLES MC DOUGALL
El director de Sex and the city dio una master class en el festival marplatense.
La favorita, entre sus actrices, es Sarah Jessica Parker: la recuerda como “la más talentosa para la comedia”, obsesionada con el detalle al punto de producirse treinta cambios de ropa en Sex and the city. Así la define Charles Mc Dougall, director inglés invitado a dar una clase magistral en el Festival de Cine de Mar del Plata; a pesar de no alardear y hablar bajito es un Rey Midas de la TV que tuvo la idea original de Desperate housewives y dirigió clásicos recientes como el inglés Queer as folk y el superexitoso Sex and the city. Mc Dougall tiene una vida escindida: en cine filma temas comprometidos, se entromete en una tragedia en el estadio de fútbol de Hillsborough (en su film Hillsborough) o plantea una inquietante lectura del domingo sangriento de 1972, en Sunday. Hasta se animaría –dijo en su clase magistral– a una versión personal de Cromañón o de la guerra de Malvinas, si le pidieran un rodaje de temática local. En la TV, se entusiasmó contando historias de vida privada en los intercambios gays de Queer..., o en los affaires de alcoba de Sex..., a los que atribuye una incidencia directa sobre la conducta de su públicos. “Sin duda –dice en la entrevista con Página/12– series como Sex and the city y Queer as folk ayudaron a liberar la vida sexual de los gays y las mujeres.”
Le queda bien el título de pionero: fue el primero en infiltrar la cámara de TV en la cama de dos hombres, proponiéndoles que hicieran lo mismo que en la vida real: una generación de jóvenes gays británicos –asume– tiene mucho para agradecerle. Mc Dougall apuró la salida del closet de miles de televidentes entusiasmados con las andanzas de su lolito protagónico y luego repitió la hazaña pero con las chicas al dirigir durante tres años la serie Sex and the city. La tuvo a cargo en el pico de audiencia (entre la tercera y la quinta temporada) y entendió qué cosas debía garantizar: una mezcla de comedia y drama, separadores artie entre toma y toma, y una inversión primordial: la mujer objeto se permitiría, esta vez, experimentar como antropóloga del deseo. Hubo un momento, a fuerza de repetir las escenas de cama, en que se aburrió de los orgasmos y los gritos de Samantha, la sexópata del grupo. Se había burocratizado como un técnico de la desnudez, un experto en sugerir sin mostrar de más. ¿La clave para hacer una serie exitosa? “Traté de que la cámara se moviera todo lo posible, en todas las escenas: eso da la sensación de que algo importante está a punto de pasar. Quise mantener la historia en el mundo real para que fuera creíble; hice que Carrie (Sarah Jessica Parker) se involucrara con dos hombres al mismo tiempo. Dejaba de ser un show cómico para tener un peso dramático e involucraba a otras audiencias más allá de la femenina”, dice Mc Dougall.
–¿Los secretos para una escena de sexo bien filmada?
–Tuve que rodarlas de a cientos en Sex and the city y Queer as folk: me tomo mi tiempo para hablar tranquilo con los actores, para que entren en un estado particular, les pido que me sugieran posturas que practican normalmente. Lo más interesante es que generalmente en la TV el objeto de deseo es la mujer y el sujeto es el hombre, y aquí ocurría lo inverso. El actor varón siempre se sentía intimidado.
–¿Sus series corrieron el límite de lo mostrable en TV?
–En Queer..., como se hacía en Inglaterra, pudimos llegar lejos; el público inglés lo aceptó mejor, produjimos un avance en la calidad de vida del público gay. En Estados Unidos, en cambio, son tan puritanos que objetaron que a las Desperate housewives se les corriera un bretel o que dijeran palabras como pechos, culo...
–¿Cómo imagina la versión argentina de Desperate housewives?
–Les recomendaría que no filmen Desperate housewives como una telenovela: que la mantengan en el mundo real. No hay que caer en un estilo exagerado, recargado, sino en un tipo de actuación naturalista.
–¿Cómo decidió filmar el sexo entre varones?
–Hasta dirigir Queer as folk, nunca había leído el guión de un programa gay: los protagonistas y yo éramos heterosexuales, y a la hora de filmar no sabíamos cómo ser realistas. Hubo que elegir muy bien a los actores, muchos me gustaban pero sus agentes rechazaban el papel. Nunca quise hacer una serie para gays, aunque sé que ayudó a muchos jóvenes gays a reflejarse, sentirse acompañados y descubrir su realidad gay desde otro lado. También muchas mujeres disfrutaban de ver escenas sexuales entre dos chicos.
–Sus series tienen un alto poder identificatorio, ¿cómo lo logra?
–Si lo supiera, sería millonario. Pero ayuda un buen guión, una idea fresca, una visión diferente de una historia sencilla. La idea de Desperate... apuntó a filmar sobre algo que desconocía, que no tenía que ver con mi condición de británico: era salir al suburbio norteamericano y enfrentarme a una situación desconocida, un aprendizaje, un proceso similar al que hizo Sam Mendes en Belleza americana. Entré a la América profunda, siendo un extranjero en esa tierra. Descubrí que viven para sus familias, se encierran en sí mismos, no tienen registro ni interés en lo que pasa afuera.
–¿Por qué le atraen las historias de mujeres?
–Me gusta, en verdad, que se plantee un contraste con el proyecto anterior. Por eso dije que no a la dirección de Secreto en la montaña. No quería volver a filmar una historia entre gays ni tampoco haría ahora otra serie sobre la temática femenina. Me gusta mucho la película tal como la filmó Ang Lee, sobre todo esa escena inicial en la que se reconocen mutuamente, simplemente se observan, como dos caballos. Debo admitir que después de verla me di cuenta de que a mí me hubiera gustado filmar una primera escena como ésa.
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