CINE › “LA ERA DEL HIELO 2”, DEL BRASILEÑO CARLOS SALDANHA
La segunda parte del éxito animado no está a la altura de la película original.
“A correr que se viene el deshielo”, podrían gritar a coro el mamut Manny, el perezoso Sid y Diego, el tigre dientes-de-sable. Para no hundirse para siempre, los tres amigos deberán migrar hasta tierras más cálidas y sólidas que esos bloques de hielo que hasta ahora eran su hábitat y que se están convirtiendo aceleradamente en agua. Obviamente por allí anda la ardilla Scrat, ese Sísifo pequeño y peludo, a quien el simple hecho de comerse una avellana le sigue resultando tan quimérico como en la primera parte. Si se les suman una mamut que se cree zarigüeya, y dos zarigüeyas a quienes cree sus hermanas, eso es más o menos todo, ya que a La era del hielo 2 no le sobran trama ni personajes, haciendo de la fuga hacia delante su leitmotiv casi único.
Lo que sí le sobran a la película dirigida ahora en soledad por el brasileño Carlos Saldanha (que había conducido la primera parte junto con su socio Chris Wedge) son chistes. Eso no es novedad; la película original también hacía toda su apuesta en ese terreno. La novedad es que ahora los chistes se entienden menos, no porque sean particularmente complicados (el marketing exige que no lo sean), sino porque la combinación de regionalismos y apresuramiento en el habla los torna poco aptos a un oído que no sea mexicano.
Poca suerte tendrá quien quiera echar mano de alguna versión subtitulada: La era de hielo 2 es tal vez el primer “tanque” de animación que en la Argentina se estrena exclusivamente en versión doblada.
Con el mamut preguntándose si no será acaso el último de su especie, el tigre acosado por el miedo al agua propio de todo felino y el perezoso haciéndose el gracioso (quien lo vea como réplica del burro de Shrek no andará muy errado), en el camino se les unen la mamut Ellie y dos zarigüeyas, que también funcionan como comic reliefs. “Somos cobardes”, proclaman sacando pecho. Pero cuando la mamut corra serio peligro no dudarán en poner su vida en riesgo con tal de rescatarla: la coherencia psicológica no parece haber desvelado a los guionistas de La era de hielo 2. Como otras criaturas animadas (el chanchito Babe, Buzz Lightyear y el dino-lemur de Dinosaurio), Ellie cree ser lo que no es, consecuencia de su crianza entre zarigüeyas. Manny la convencerá de que no hay zarigüeyas que pesen nueve toneladas.
Producto del continuum cine-televisión al que propende la industria audiovisual actual, la película tiende a organizarse en sketches. De modo semejante, las aventuras de Scrat funcionan como “separadores”, sin encontrarse jamás la ardilla con los otros personajes, salvo en la última escena. Variante del Coyote y el Correcaminos, el fracaso sistemático sigue coronando las continuas y titánicas persecuciones a las que Scrat somete a su objeto de deseo, que en su caso no tiene plumas sino cáscara dura.
Quiebres y desplazamientos de hielo, chorros de agua, un cardumen de pirañas y un águila le impedirán dar el anhelado mordisco, incluso cuando haya alcanzado el paraíso de las ardillas y el pesado de Sid lo saque de allí. Claro que, a diferencia de Wile E. Coyote, mientras la cósmica propensión de éste al fracaso era festejable (porque uno se ponía en el lugar de la presa), en el caso del pobre Scrat el esquema se invierte, porque qué clase de predador podría ser una simple ardilla. Con lo cual se termina celebrando no la mala suerte del victimario, sino de la víctima. Y eso no es muy lindo.
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