Jue 22.09.2011
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CINE › HABLAN LOS PARTICIPANTES DE D-HUMANOS, UN DOCUMENTAL COLECTIVO SOBRE LOS DERECHOS HUMANOS

“Siento que logramos tener una mirada natural”

La frase de Mariana Arruti se refiere a su corto, pero puede aplicarse a la totalidad del trabajo que realizó junto a Ulises Rosell, Carmen Guarini, Miguel Pereira, Andrés Habegger, Andrea Schellemberg, Lucía Rey, Rodrigo Paz, Javier De Silvio y Pablo Nisenson.

› Por Oscar Ranzani

“Se puede ver como una película completa, que va permitiendo meterse de a poquito en los diversos mundos.”
Imagen: Pablo Piovano.

El cineasta y productor Pablo Nisenson fue el mentor del proyecto colectivo D-Humanos, compuesto por ocho cortos, dirigidos por diez argentinos que se estrena hoy. La idea era que cada uno tomara un artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y reflejara el estado de esos derechos en la Argentina: el derecho a la vida, al trabajo, a la igualdad de oportunidades, a la salud, a la educación y a la libertad de expresión, entre otros. Participaron Mariana Arruti, Ulises Rosell, Carmen Guarini, Miguel Pereira, Andrés Habegger, Lucía Rey, Andrea Schellemberg, Rodrigo Paz, Javier De Silvio y Nisenson, quien comenta que el objetivo fue generar “una mirada múltiple sobre los DD.HH. Era necesaria la participación de muchos directores a los cuales admiro, respeto, me interesa su laburo. Cada uno aportó lo suyo”. Nisenson destaca que, aunque se iba a tener en cuenta el tema “Memoria”, buscaron centrarse en derechos que son vulnerados o cercenados en la actualidad. Si bien cada cineasta dirigió un corto, Nisenson aspira a que D-Humanos pueda verse como un largometraje. “Nadie puede negar que se trata de ocho cortos, más los articuladores realizados por Javier De Silvio.” Nisenson admite que, por las devoluciones que tuvo de quienes ya vieron el film, “se ve como una película completa, que permite meterse de a poquito en los diversos mundos de acuerdo con el interés de cada cual y de cómo le pegue cada historia”.

Nisenson no sólo es el productor ejecutivo, sino también realizador del corto Informe sobre la inequidad. Basado en ese estudio, Nisenson convocó a una adolescente de familia rica y a una de familia pobre y las contrastó en cámara para profundizar sobre las diferencias en cuestiones de acceso a la educación, salud y nivel de vida, entre otros temas. En cuanto a los criterios que tuvo en cuenta para elegirlas, sostiene que podían ser tanto varones como mujeres, pero que le interesaba el perfil que tenían las dos chicas. “La idea era mostrar una piba con sus derechos vulnerados y otra con casi todo el futuro por delante. Era la comparación necesaria. Y a partir de ahí, el trabajo consistió en un análisis con lupa, de distintos factores que hacen a un cuerpo completo. A lo largo del corto se van viendo las diferencias de posibilidades”, explica el director. Si bien es entendible la razón del contraste desde el punto de vista conceptual, a la hora de fundamentar ese mismo contraste en lo visual, Nisenson quería lograr “que el espectador pueda ser parte, sentir empatía con las pibas”.

Andrés Habegger es el director de Dial que, como su título indica, tiene que ver con el mundo de la radio, más precisamente con una emisora comunitaria que transmite desde La Boca. “Yo tenía que abordar el derecho a la libertad de expresión. Cuando empecé, apenas se esbozaba y se empezaba a discutir la ley de medios. Más allá de eso, me interesaba encarar el tema de la libertad de expresión no desde las limitaciones, sino desde el ejercicio”, comenta Habegger. Por eso que le resultó interesante registrar cómo funciona Radio Gráfica, “un proyecto sumamente interesante porque surgió de una fábrica recuperada: cuando la recuperaron descubrieron que había un estudio de radio y de TV. Y mientras se recuperaba la fábrica, se tomó y se ocupó la radio, que era un estudio bastante importante”, cuenta. A partir de una organización barrial y cooperativa se organizó la radio. Y Habegger centró su trabajo en la figura de Lidia López, una mujer con mucho empuje que hace trabajos comunitarios en La Boca: tiene un comedor y organiza actividades deportivas con chicos de zonas carenciadas.

Habegger dio con la emisora en la investigación para el corto. “Había una idea previa de trabajar sobre otra radio, pero a mí me interesaba abrir el abanico e indagar sobre las radios existentes. Muchas las conocía, pero quería tomar una que tuviera un trabajo barrial o zonal. Dimos con Radio Gráfica y lo interesante es que tiene una instalación que no es precaria, como muchas radios comunitarias o cooperativas. Tiene instalaciones casi profesionales, y una llegada bastante importante en la zona.” El corto cobra una vigencia enorme a partir del debate sobre el acceso a la información que promueve la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. En ese sentido, el director de Imagen final reivindica la tarea de este medio comunitario. “Básicamente, me interesó la idea de que todos tuvieran la posibilidad de expresar sus ideas, que todos tuvieran un canal de comunicación. Y las radios comunitarias, desde hace mucho tiempo, tanto en la ciudad como en las provincias, ocupan un lugar importante porque dan lugar a cosas que otras radios no, por una cuestión de mercado. Y me parecía que el corto tenía que reivindicar parte del trabajo que se hace no sólo en forma militante sino también profesional”, completa.

Mate o leche es el corto que dirigió Mariana Arruti para indagar en el derecho a la vida. Para concretarlo se internó en la Villa 31 (Retiro) y siguió a un grupo de niños que le otorgan emotividad a su trabajo. Arruti, que venía trabajando temas políticos en sus documentales, decidió que era hora de correr el eje y hacer foco en el aspecto social: “Me propuse entrar a un barrio a ver qué estaba pasando. Y se me ocurrió que la idea de un comedor popular que es necesario instalarlo en una villa de emergencia era una buena forma de contar un derecho básico a la vida como es el alimento, y que está vulnerado en grandes sectores de la sociedad”. En un principio tenía la idea de hacer un documental de denuncia, pero cuando ingresó a la villa se encontró con otra realidad: “Un grupo de gente que habita la villa desde un lugar de mucha pasión, de alegría y desde una cuestión muy colectiva, donde quienes se alimentan en el comedor sirven la leche, cortan papas y cebollas”, afirma. Su punto de vista cambió y la idea “fue, a partir de un compromiso de cómo se iba a mirar ese espacio, pensar en un corto que barriera con los estigmas y mostrara esa villa como lo que es hoy: un barrio donde la gente trabaja, donde hay verdulería, carnicería, peluquería, un señor que arregla zapatos en la calle, un herrero que suelda, panadería... Y en ese marco hay un comedor porque las necesidades no están cubiertas, porque la gente tiene ingresos que no le alcanzan para cubrir todas sus necesidades. Pero ese escenario del comedor se extiende a una situación barrial”. Es por eso que en Mate y leche adopta una mirada “que tiene que ver con una situación de mucha vitalidad, de un trabajo y de compartir”, sostiene la directora.

Arruti coincide con que Mate y leche es un documental de observación. Pero también recalca que hubo mucha participación de su equipo de trabajo: “Llevar una cámara a la villa implicó estar mucho allí haciendo el trabajo en el comedor. Y siento que logramos tener una mirada bastante natural de lo que ocurría con la gente. Hubo que participar y trabajar en el comedor como trabaja la gente allí: sirviendo la leche, cortando la papa. Y esto es algo que hicimos todos: el camarógrafo, el editor y el sonidista.”

Pasarela La Fraternidad, de Ulises Rosell, detiene la cámara en el puente del mismo nombre que une la Argentina con Paraguay, y donde un grupo de hombres y mujeres trasladan cargamentos de productos haciendo un esfuerzo físico sobrehumano. Cómo conoció ese lugar es lo primero que Rosell comenta. Fue por otro trabajo audiovisual: estuvo en Clorinda filmando con el Chango Spasiuk para un programa del Canal Encuentro, del que Rosell dirigió algunos episodios. “Más allá de la historia que teníamos, un día llegamos a este lugar que es como el corazón de todo Clorinda. Prácticamente, toda la ciudad vive de lo que pasa por ahí. Me habían quedado las ganas de volver allí, centrarme en ese puente y en los tipos cargando”, relata el director de Bonanza y Sofacama.

Rosell asegura que no le interesaba indagar en si lo que transportan es legal o no. “¿Es legal que un tipo tenga que cargar doscientos kilos para morfar?”, pregunta. “Yo quería ese registro, poderoso como recorte: un puente y gente que va y viene hasta extenuarse. Eso forma parte de una vida que uno ve que los tipos llevan con un espíritu muy arriba. No está visto por ellos como una opresión. Está a la vista de uno, pero ellos van al frente. Lo asumen y hay gente que te dice ‘Esto es un paraíso’. Son cosas más incomprensibles, que no terminan de cerrar con lo que uno quisiera que dijera el tipo que vive esa vida”, comenta el cineasta. Tal vez por eso no planteó su corto como una denuncia explícita. “Yo entiendo que tampoco tenía tanto registro en cuanto a qué estaba denunciando. A mí me provoca curiosidad algo y me pongo a avanzar hasta donde llegue el registro. Después empiezo a ordenar qué es lo que dice el material.”

Carmen Guarini venía trabajando sobre la memoria desde hacía un año y medio. Le interesó indagar en la instalación de las baldosas en homenaje a los desaparecidos que fabrican vecinos de Almagro y Palermo. Así nació Baldosas en Buenos Aires. “Me parecía muy interesante el trabajo que hacían grupos de la Coordinadora Barrios por Memoria y Justicia”, cuenta Guarini, quien se acercó porque ese tipo de actos podía metaforizar el artículo 5 de la Declaración Universal de DD.HH., “nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. “Una de las colocaciones que filmé sintetizaba eso: estaban contenidos todos los horrores del pasado”, subraya la directora de Gorri. “Siempre me ubico en la situación de alguien que no entiende de qué se trata y cómo puede llegar a comprender a partir de una situación mínima un montón de cosas. Y ahí aparecían dichas de manera muy emotiva, fuerte y en un contexto único, todo lo que había pasado: la dictadura, el robo de bebés, la desaparición, la tortura, la aspiración de toda una generación de tener una vida más justa, el hecho de que los militantes eran gente normal que estudiaba, trabajaba y tenía una familia, la recuperación de chicos.”

Guarini entiende que la construcción e instalación de estas baldosas “es una militancia contra el olvido”. En su corto puede verse que, una vez colocadas, son pisadas por personas que a veces se detienen a mirar y a veces sólo pasan por encima. Y destaca que es interesante lo que los vecinos proponen: “Que este gesto de memoria se integre al pasaje urbano y no sea una cosa diferenciada. Ellos dicen que si no hubieran querido que las pisaran, no las hubieran puesto en las veredas. Pero es un gesto de integración que prueba la existencia de esa gente. La creación de conciencia social siempre es un trabajo a largo plazo. Pero hay mucha gente, cada vez más, con mayor conciencia”, se entusiasma Guarini.

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