Sáb 15.04.2006
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CINE › “LO MAS BONITO Y MIS MEJORES AÑOS” Y “THE FORSAKEN LAND”

Viaje del Altiplano a Sri Lanka

La película boliviana rompe la tradición del ámbito rural, siguiendo a dos personajes algo perdidos en el paisaje urbano. El film de Vimukhti Jayasundara se instala en un paraje desolado, casi de ciencia ficción.

› Por Horacio Bernades

No podrían ser más opuestas las películas que presenta por estos días la competencia internacional del VIII Bafici. Y está bien que así sea, ya que lo que un festival de cine debe exponer no es homogeneidad, sino diversidad. Opera prima del realizador boliviano Martín Boullocq, Lo más bonito y mis mejores años es un más o menos típico film urbano con adolescentes tardíos y pasotas, filmado en digital y con esa variedad de técnicas visuales que suele caracterizar a cierto cine moderno. A su turno y proveniente de la lejanísima Sri Lanka, The Forsaken Land (Sulanga enu pinisa, en su idioma original) transcurre en una apartadísima zona rural, que parecería enclavada para siempre en un fuera del tiempo y el espacio. Tiempo y espacio que el director registra sin el menor apuro, en planos que parecerían casi interminables.

Dominada por la marca de fuego del histórico Jorge Sanjinés, la raleada producción del cine boliviano estuvo tradicionalmente ligada a lo rural e indígena, y es con esta tradición que Lo más bonito y mis mejores años hace un fuerte gesto de ruptura. No se trata en verdad de la primera película de ese origen en tomarle el pulso a lo urbano y contemporáneo: otro tanto había hecho, un par de años atrás, Dependencia sexual, presentada en su momento en el Festival de Mar del Plata. No parece casual que Rodrigo Bellot, director de aquélla, haya participado de la producción de Lo más bonito..., también filmada en digital y por muy poca plata. Nacido en 1980, Martín Boullocq les sigue los pasos a dos muchachos de Cochabamba (muchachos, aunque uno de ellos dé la sensación de haber pasado la treintena) que, a la manera de los slackers del cine estadounidense, se dedican más que nada a boludear. Uno de ellos quiere vender su auto para poder viajar a Europa, pero el auto está todo desvencijado. El otro trabaja en un videoclub, motivo por el cual daría la sensación de querer ser cineasta. Pero lo único que tiene es una vieja cámara de fotos, a la que parecería confundir con una videocámara.

Como se desprende de la descripción de los personajes, a su lado Beavis & Butthead parecerían Einstein & Sócrates. En algún momento aparece una novia de uno de ellos, lo cual da lugar a un triángulo bastante desganado y tomado tal vez de la situación básica de Extraños en el paraíso, de Jim Jarmusch. La derivación es una de las marcas de Lo más bonito y mis mejores años, ya que a Wong Kar-wai se lo cita verbal y visualmente, y hay otros momentos que recuerdan a Tan de repente (la relación entre nieta y abuela evoca la última parte de la película de Lerman) y a las películas de Raúl Perrone. De hecho, el habla de los personajes está llena de argentinismos, incluyendo buena cantidad de “vos” y “ches”. Pero el problema no es ése sino la multiderivación estilística, que convierte la película en un paseo visual (de segunda mano) a través de todas las influencias nombradas y no procesadas. Queda para Boullocq la disculpa, o la esperanza, de su corta edad: tiene apenas 25 años.

Muy joven es también Vimukhti Jayasundara, aunque no tanto como su colega del Altiplano. Veintiocho tenía cuando filmó The Forsaken Land, y uno más el año pasado, cuando recibió en Cannes la Cámara de Oro, el premio que ese festival le otorga a la Mejor Opera Prima. La tierra a la que alude el título es una suerte de zona devastada y casi inhabitada, todo indica que como consecuencia de alguna guerra, cuya secuela es la presencia vigilante de tanques estacionados en las inmediaciones. Aunque la historia de Sri Lanka no carece de guerras civiles, Jayasundara lo trata casi como una forma abstracta de ciencia ficción (como paráfrasis de esas películas con unos pocos sobrevivientes, tras alguna catástrofe universal), antes que como referencia política concreta. La vida de la gente de la zona aparece dominada por la más absoluta falta de deseo o esperanzas, limitándose a cumplir, con visible desinterés, una serie de vacías (y vigiladas) rutinas cotidianas. Lo cual no excluye un intenso ejercicio de la infidelidad por parte de la esposa del protagonista, tal vez demasiado sexy para su ambiente.

No sin toques de humor tan excéntrico como desconcertante, Jayasundara filma todo esto con planos de larguísima duración –que no hacen más que incrementar la sensación de tiempo muerto– y en secuencias cuya discontinuidad las hace funcionar como islas flotantes. Lo cual no le impide poner un evidente cuidado en la fotografía, caracterizada por un sofisticado tratamiento de filtros y tonalidades, que parecería ir a contramano del derrumbe anímico que se pinta.

(Lo más bonito y mis mejores años se verá hoy a las 23 y mañana a las 13.45, en el Hoyts 6. The Forsaken Land, hoy a las 14.15 en el Hoyts 9 y mañana a las 17.45, en la sala 1 del Atlas Santa Fe.)

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