CINE › ENTREVISTA A NAOMI KAWASE, INVITADA DE HONOR DEL FESTIVAL 4+1 EN MEXICO
La directora japonesa fue la más joven en recibir la Cámara de Oro en Cannes, donde más tarde conquistó el Grand Prix. Aquí, como parte del encuentro organizado por la Fundación Mapfre, se verán Shara, Hotaru y Genpin en el Malba.
› Por Oscar Ranzani
Desde México DF
Una infancia difícil marcó la vida de la prestigiosa cineasta japonesa Naomi Kawase, nacida en Nara en 1969: sus padres la abandonaron de pequeña y la criaron sus abuelos. El trauma no le impidió estudiar y, cuando tuvo algunos años más, cursó fotografía en la Escuela de Artes Visuales de Osaka. Pero su pasión es el séptimo arte, que le permite exorcizar esos demonios de una niñez turbulenta. Mal no le fue con la elección: su cine, elogiado por la crítica, la llevó a presentarse en el Festival de Cannes con Suzaku en 1997 y se convirtió en la realizadora más joven en obtener la Cámara de Oro, otorgada por el jurado del festival más importante del mundo. Diez años después, en 2007, también conquistó el Grand Prix de Cannes por El secreto del bosque, una película cuya historia está centrada en un hogar de ancianos. Allí, una enfermera lleva a uno de ellos a un paseo por el bosque que terminará convirtiéndose en una aventura emocional, con el gran protagonismo de una imponente naturaleza. Desde entonces, el cine de Kawase se ha hecho más conocido, aunque sufre las dificultades de promoción de la industria asiática. La directora llegó hasta México DF como invitada de honor del Festival 4+1, organizado por la Fundación Mapfre.
En la Cineteca Nacional –un espacio que, por su dimensión, envidiarían los cinéfilos porteños– se proyectarán cuatro de las películas más relevantes de Kawase. Una de ellas es Shara (2003), donde la cineasta refleja el duelo emocional de una familia a partir de la desaparición de uno de los hijos, pero incorpora un final esperanzador. La directora empezó su carrera cinematográfica como documentalista, por eso no es raro que, entre sus últimas películas de ficción, haya decidido dirigir nuevamente un documental. En Genpin, que así se llama, filmó una serie de partos naturales en Japón. A lo largo del film pueden verse los preparativos tanto desde el plano anímico como del físico, mediante la metodología del doctor Yoshimura, una especie de sabio filosófico. Lo notable en Genpin es cómo, a pesar de la incorporación de una cámara, la presencia de Kawase no resulta invasiva. En México también se verán sus últimos dos largometrajes: Hotaru (que participó en la Quincena de los Realizadores en Cannes 2009) y Hanezu (2011), rodada en Asuka, el antiguo centro político y cultural de Japón. Tanto Shara como Hotaru y Genpin se podrán ver hasta el domingo también en Buenos Aires, ya que el festival tiene cinco sedes simultáneas y una de ellas es el Malba (Figueroa Alcorta 3415, ver horarios en www.malba.org.ar)
Perteneciente a la denominada “generación de los ’60” que introdujo cambios en el cine japonés, Kawase no había nacido cuando en los ’50 maestros como Yasujiro Ozu y Akira Kurosawa comenzaron a ser reconocidos en los festivales internacionales. Pero, en la actualidad, esta nueva generación a la que pertenece Kawase está llevando al cine japonés en particular, y al asiático en general, a una visibilidad que hacía mucho que no tenía. “No empecé en el cine viendo películas de un director particular hasta tomarlo como referente sino que pensé que era una manera de hacer más alegre mi vida”, afirma Kawase, directa, en la entrevista con Página/12.
Esta mujer de voz suave y pausada también es sensible frente a la tragedia que vivió Japón. Es por eso que se ha puesto al frente de un proyecto destinado a ayudar a las víctimas del tsunami y el terremoto que asolaron a su país el 11 de marzo de este año. Se trata de veinte cortos que forman un colectivo, coordinado por ella misma. Cada uno dura tres minutos y once segundos, simbolizando la fecha trágica (11/03). “Japón vivió momentos difíciles con la tragedia del tsunami y los ciudadanos también siguen padeciendo los problemas de la radiactividad (por el accidente nuclear de central atómica de Fukushima). Y dentro de ese contexto pudimos participar con actores mexicanos y con profesionales de veintiún países con la intención de cooperar con la gente que padeció la tragedia”, agrega la cineasta, antes de adentrarse en un diálogo más íntimo.
–Usted señaló que filma porque no puede olvidar y que de esa manera les da forma a sus recuerdos. ¿Busca hacer un contacto con las cosas vividas?
–Lo que pasa es que el tiempo que se nos da en este mundo, una vez que lo tomamos, ya no regresa. Entonces, las películas sirven para unir esos pedazos de tiempo unos con otros.
–Volver al pasado a través de una película, ¿le permite reconocer y entender con más profundidad lo vivido?
–Tal cual. Es como grabar mis recuerdos. Entonces me permite volver a vivir esos momentos que son muy valiosos para mí.
–A muchos cineastas se les pregunta cuáles fueron sus mayores influencias a la hora de hacer cine. ¿En su caso fue su vida familiar?
–Exactamente, mi mayor influencia es mi familia y, en particular, mis abuelos, que son quienes me criaron.
–Su primer documental, Embracing, enfocaba sobre la búsqueda de su padre. ¿Cuánto de autobiográfico tiene su cine?
–No es que sea sólo una manera de reflejar... Siento que mi cine y mi vida corren como si fueran dos ruedas que van andando al mismo tiempo. Y se complementan entre sí.
–¿Sus grandes temas son la mortalidad y la naturaleza?
–Hablo de esos temas porque son cosas que experimentan todas las personas, tanto la muerte como la relación con la naturaleza o el lugar de origen de cada uno.
–Y la ausencia y el luto son también temas que le resultan particularmente importantes...
–Sí, porque me resulta importante reflejar qué dejan esas personas que se van, las que están ausentes, y también cómo lo toman las personas que sufren esa ausencia.
–¿Se podría decir que en sus películas la naturaleza tiene el protagonismo y el ser humano el papel secundario?
–Sí, en muchas de mis películas la naturaleza es el tema principal, aunque también hay personas. Pero, aunque la naturaleza no hable y no conversemos directamente con ella, nos enseña cosas. Por eso también me resulta importante reflejar eso en mis películas.
–¿Y qué le enseñó?
–Que no sólo las personas somos importantes.
–Hablando de la naturaleza, a menudo se señala que el ser humano es insignificante frente a ella. ¿Usted qué cree?
–Justamente esa grandeza de la naturaleza frente al hombre hace que, por ejemplo, los japoneses le tengamos mucho respeto. Ese respeto también se traduce en verla como un Dios, en la religión. Y también porque, como es tan pequeño frente a la naturaleza, el ser humano debe entender que es muy importante llevarse bien con los demás.
–¿Qué importancia le otorga al sentido poético cuando construye una historia cinematográfica?
–No es que tome muy en cuenta la poesía, pero siempre trato de incorporar muchos sentimientos en mis películas.
–¿Cómo vivió el paso del documental a la ficción? ¿Pudo encontrar otros modos de expresión?
–Realizar una película de ficción es un trabajo de equipo y el sentimiento de cooperación entre las personas es algo que tomé como muy valioso a la hora de trabajar en ficción.
–¿Qué impulso le dieron a su carrera los premios que recibió en Cannes?
–Gracias a los premios he sido invitada a distintos festivales, como éste, por ejemplo. Y además las personas ponen más atención a lo que tengo por decir. Eso también hizo que fuera más fácil filmar nuevas películas.
–¿Considera que Shara es una tragedia?
–No, no la veo así. Sé que muchos de mis films se ven como tragedias, pero yo siempre quiero dejar una luz de esperanza en mis personajes.
–¿Por eso decidió que terminara con un nacimiento?
–Sí, justamente.
–En Tarachime (Nacimiento/Madre), usted filmó su propio parto. ¿Cuánto influyó la maternidad para dirigir Genpin?
–Como tenía la experiencia de dar a luz sobre un tatami y no en un hospital, pude compartirla con las personas que aparecen dando a luz en Genpin. Y también para dirigirlos.
–¿Qué sintió filmando el propio?
–Obviamente que me dolía pero, a la vez, me sentía tan bien filmando esa parte de mi vida que me hacía olvidar el dolor. Y por eso estoy agradecida.
–¿El parto es una metáfora de la creación a escalas mayores en su cine?
–Tiene más bien el significado de que la vida continúa y de que este mundo va a seguir.
–En El secreto del bosque el registro es tan natural que parece reflejar un día en la vida de los protagonistas. ¿Esa fue la intención?
–Sí, justamente ésa era la idea. Cuando filmé esa película, yo ya era madre y además tenía que cuidar a mi abuela. Entonces, en medio de tanto ajetreo, lo que quería con El secreto del bosque era reflejar la vida cotidiana de personas comunes, que justamente les transmitieran a los demás su propia cotidianidad.
–En esa película, un monje budista les explica a un grupo de jubilados la diferencia entre “estar vivo” y “sentirse vivo”. ¿Cómo interpreta usted esta diferencia?
–Estoy de acuerdo con lo que dice este monje en el film. El quiere transmitirles esa diferencia, pero también es cierto que las personas con demencia no pueden llevarlo a cabo. Entonces, también plantea esa tristeza.
–¿En Susaku buscó reflexionar sobre los lazos familiares a partir de una familia que se va desmembrando?
–Sí, efectivamente la familia se separa físicamente, pero dentro de sus corazones queda, sin duda alguna, ese sentimiento de familia.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux