Jue 08.12.2011
espectaculos

CINE › ESTELA DE CARLOTTO EN EL FESTIVAL DE LA HABANA

“Me emociona mucho volver a Cuba con esta película”

La proyección de Verdades verdaderas. La vida de Estela se vivió de un modo diferente del habitual en La Habana: si el público cubano suele hablar durante cada película, en este caso hubo un silencio muy respetuoso por lo que mostraba la pantalla.

› Por Oscar Ranzani

Desde La Habana

El martes por la noche, el público cubano asistió al evento más emotivo del 33º Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, cuando se proyectó Verdades verdaderas. La vida de Estela. El film de Nicolás Gil Lavedra reconstruye, en clave de ficción, aspectos de la vida de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, no tanto centrándose en el personaje público que todos conocen, sino en la mujer común y corriente que buscaba a su hija Laura, asesinada por los represores, y que aun con sus 81 años tiene una energía vital tan potente que le permite seguir luchando por la restitución de los nietos apropiados durante la dictadura militar.

La proyección se vivió de un modo diferente del habitual en el Festival de La Habana: si el público cubano tiene la costumbre de hablar durante el desarrollo de cada película, en este caso hubo un silencio muy respetuoso por lo que mostraba la pantalla. Pero el pico de la emoción llegó cuando Susú Pecoraro, que encarna a Estela de Carlotto, se pone el pañuelo blanco por primera vez. En ese momento se produjo el primer aplauso conmovedor en toda la inmensa sala, algo que permite entender el respeto –y también el conocimiento– que tienen los cubanos por las luchas de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

Estela de Carlotto estuvo presente durante la proyección, pronunció un breve discurso antes del comienzo de la película, y luego se sentó a verla, rodeada de aplausos del público. Hablar con ella es una experiencia enriquecedora. Se sabe que es una mujer fuerte, que supo transformar el dolor en una labor que es valorada por todo el mundo. Pero sobre todo, Estela transmite paz. No tiene odio. Y en la entrevista con Página/12 comenta que la primera vez que vino a Cuba fue en 1984, “un país que nos recibió siempre”, dice. Ese año fue invitada por la Federación de Mujeres Cubanas, que lideraba la recordada Vilma Espín, “una querida amiga que ha fallecido y que fue la esposa de Raúl Castro”, cuenta Estela. Luego fue con este grupo a diversos lugares del mundo, siempre por el tema “Mujer”. “Y entonces, volver ahora, después de unos años que no venía, y que se proyecte una película sobre mi vida, de por sí me emociona mucho. Es una película que entiendo que está hecha con mucho respeto. Espero que la vean todos sin rechazarla, para entender un problema terrible como fue la dictadura militar en la Argentina y la conmoción que produjo, el dolor, la angustia en las familias argentinas, sobre todo las que éramos victimizadas a través de nuestros hijos”, señala Estela.

Al principio del proyecto, Carlotto no quería que se hiciera esta película. “Nicolás Gil Lavedra ya había hecho una película muy buena que la tomó el Ministerio de Educación para las escuelas, porque era la ficción del encuentro de un nieto con su abuela. Era muy bueno. Y él quiso hacer una película sobre mí. Entonces, yo le insistía que no, porque yo soy una mujer común, sencilla; sí tengo que reconocer que tengo trascendencia nacional e internacional por circunstancias tan adversas, pero en grupo, yo no estoy sola. Entonces, yo decía: ‘De Estela, no, ¿por qué?’.” Pero el cineasta le explicó que, simbólicamente, ella representa a todas. Y que la intención de su film era producir un efecto informativo en la sociedad y ayudar en la convocatoria de chicos que dudaran de su identidad para acercarse a Abuelas de Plaza de Mayo. “Que despertara el interés de los chicos. Así que todo esto me llevó a consentir. Y la película se hizo. El libreto, por supuesto, lo vimos los familiares, mis hijos y yo, para que no hubiera errores conceptuales. Ni siquiera políticos, ni personales o familiares. Y fue hecha muy bien. Yo creo que es una película excelente por las críticas de los demás. Me aparto un poco de mí misma, porque soy la afectada directa de esta película”, explica.

–¿Y qué sintió la primera vez que la vio?

–La primera vez que la vimos fue muy en privado, en crudo si se quiere, con mis hijos y algunos integrantes del equipo de trabajo. Y fue un impacto terrible. Fue muy fuerte. Primero, porque siento un cariño y una admiración tremendos por Susú Pecoraro, ya que nos conocimos, intimamos, charlamos. Me conoció, vio mis manos, mis gestos, mis reacciones de esos hechos de la historia de mi vida. Y ella me dijo: “No voy a imitarte, Estela, porque yo no soy una imitadora. Voy a interpretar a un personaje que sos vos. Así que quiero conocerte”. Y así fue. Alejandro Awada trabaja excelentemente bien. Todos ellos me representan y nos representan como familia. O sea, fue una cosa maravillosa ver plasmada una historia que puede aplicarse a cualquier Madre o Abuela de Plaza de Mayo.

–Con respecto a la actuación de Susú Pecoraro, ¿se sintió reflejada entonces?

–Completamente, porque, a veces, cuando ella escribe la carta a mi nieto Guido, algunos dicen: “¿Son tus manos o las de ella?”. Porque las coloca igual. Cuando la veo en la película, me veo yo. En actitudes, también en la vestimenta, en el color de cabello; en fin, todo el esfuerzo que ella ha puesto en hacerlo muy bien y creo que está siendo premiada por su actuación. O sea, que es una gran actriz y una gran mujer. Y el resto, ni hablar. Son todos encantadores. Y lo que han hecho es algo que Alfred Hitchcock hacía en sus películas: él siempre aparecía en algún momento de sus películas. Era el director, pero se lo veía. Era como Velázquez en los cuadros. Y a mí me han puesto en el final de la película mirando una ventana, donde cae nieve, que era lo que Laurita quería ver algún día. Cuando era chiquita decía: “Quiero ver nieve”. Esas cosas fueron muy emotivas. Nos emocionaron tanto a los que vimos eso en crudo, y eso que faltaba pulir el sonido y todo lo demás. Así que fue muy lindo.

–¿Y cómo trabajaron con Susú para componer el personaje?

–Tuvimos muchísimas charlas, cuando podíamos y los tiempos nos permitían. Es una mujer muy afectiva, muy cariñosa, muy humilde y muy sencilla. Lamentablemente, ella tendría que haber estado acá y no está. Y en otros festivales donde se presentó la película, pero que tampoco fue. Pero yo creo que ella se reserva ese sentimiento de exposición para otras cosas.

–¿Qué es lo que más aprecia de la película?

–Lo que aprecio es el respeto con el que se tocó el tema, la dignidad con que se abordó. También la exactitud en la caracterización de los personajes que componemos la familia. Lo han hecho con mucha exactitud. Quizás hay variantes. Tampoco es una imitación formal. Pero lo que más aprecio es eso: el respeto con que se hizo y la exactitud de los rasgos personales de los actores en comparación con los reales de mi vida.

–¿Le descubre nuevas cosas a la película cada vez que la ve de nuevo?

–Es la quinta vez que la veo. Y cada vez que la veo aprovecho a mirar un poco más los rincones de la película. Hay detalles que voy viendo más profundos de lo que era mi vida, mi familia, lo que ha sucedido. Por ejemplo, descubrir ese platito que le entrega la protagonista que representa a mi hija Laura (Inés Efron) a Susú, porque Laura pintaba cuadritos, hacía platos decorados, decoraba silloncitos, sillitas. Tenía esa dedicación. Entonces, esos detalles se me habían pasado de largo porque, a veces, la emoción te sacude y seguís la película de otra forma. Así que ahora los voy descubriendo.

–Verdades verdaderas tiene una función más allá del hecho artístico, ¿no?

–Claro. Es una película que apunta a una cuestión política social que es develar lo que la dictadura hizo con la sociedad. Cada familia forma parte de la sociedad, cada familia tuvo miedo, quería esconder a los hijos, salvarlos, entenderlos; a veces, enojarse. Y aprender. En lo personal, aprendí de mis hijos a mirar la historia de mi país de otra manera, con una mirada muy distinta de lo que yo había hecho cuando tenía la edad de ellos y durante el resto de mi vida, donde si bien era solidaria y buena persona, no entraba en lo serio de la cuestión de lo que es la justicia social, que era por lo que mis hijos peleaban, luchaban y pensaban.

–¿Coincide en que es una película angustiante pero esperanzadora?

–Claro, porque justamente nuestra lucha es eso. Es una lucha de angustia y de mucho dolor, pero con mucha esperanza, mucha fe, mucha confianza, porque estamos encontrando nietos que son desaparecidos con vida. Y el reparar de una manera formal y fuerte como es devolver a la libertad a personas robadas cuando eran bebés es muy bueno, muy lindo, muy para brindar. Entonces, ésta es una película que tiene esas dos facetas: el dolor de la lucha, pero no la resignación a no hacer nada, sino seguir luchando y abriendo caminos. Y sobre todo, al final, cuando se muestran cinco nietos recuperados es como mostrar un poquito el fruto de esta lucha.

–El film la muestra como una mujer común y corriente en busca del destino de su hija Laura. No aborda tanto el personaje público.

–Yo no quise, porque nosotros –sobre todo yo– queríamos que mostrara a una mujer común. Ahora, esa mujer que aparece ahí es el treinta por ciento de lo que yo soy. Es el treinta por ciento del hogar, del dolor, de la caricia. Pero yo soy una luchadora, una mujer aguerrida. No soy una tranquila y pasiva llorona. No, no, no. Lloro muy difícilmente y afronto las dificultades con fuerza. No es que sea una heroína, sino que soy así, nací así y trabajo así. A mí, en el año 2002, me quisieron matar. Vinieron a mi casa, la bombardearon en horas de la madrugada. Y todo el mundo me dijo: “Vas a tener miedo. ¿Qué vas a hacer ahora?”. Y yo dije: “Seguir luchando más que nunca”. Y estoy luchando. Yo sé que hay gente que no me quiere y si pudiera eliminarme, lo haría. Si lo peor ya me pasó: me mataron una hija. Y yo qué voy a tener miedo. Por supuesto que me cuido, tengo custodios, el Gobierno me cuida, la gente me cuida y me quiere, pero está siempre ese pequeño grupo minoritario para quien todavía somos los enemigos. Así que soy una mujer aguerrida, de decisión firme, de poder hacer muchas cosas a la vez en el día, de recibir centenares de personas en estos larguísimos años que me vienen a pedir consejos, ayuda, y se creen que soy la heroína de la historia... Pero por supuesto no me la creo. Viajo por todo el mundo también, me contacto con personalidades increíbles que jamás soñé, pero tampoco me la creo. Trasciendo, pero con humildad, porque yo soy esto. Nada más. Pero la película no lo muestra porque yo no quería. No quería sobre mis condecoraciones, mis doctorados Honoris Causa. No. Yo quería lo que siempre dije a Nicolás: “Mirá, yo soy una mujer común, barro la vereda y me pongo ruleros”.

–¿Y siente tranquilidad por el camino recorrido desde entonces?

–Sí, yo me acuesto con mucha paz, con mucha tranquilidad. Y a la mañana me levanto renovada. Resucito si me acosté muy cansada y sigo caminando. Por supuesto que tengo 81 años, no soy una persona joven ya, pero el espíritu me ayuda mucho. Tengo mucha constancia y perseverancia. Y también mis compañeras, las Abuelas. Somos como hermanas. Ya nos conocemos, nos queremos, también nos peleamos, tenemos nuestras cosas. Existe un liderazgo que me dieron ellas mismas para una institución que, lejos de desaparecer, va creciendo cada vez más. Y cada vez tenemos más lugares a donde resolver problemas sobre los derechos humanos, en particular de la dictadura, pero también los derechos humanos generales que todavía falta reparar. En nuestro país todavía existe la miseria, la desocupación va decreciendo, pero existe. Y la salud hay que renovarla y atenderla bien. Y los derechos de todas las familias a vivir en dignidad son nuestra preocupación.

–¿Cómo se sostiene diariamente la voluntad que tiene en el trabajo cotidiano de Abuelas?

–Se sostiene porque hay una perseverancia y un convencimiento de que eso es lo que tenemos que hacer, que no tenemos que dejar por más que un día nos levantemos como cuando en la película le dije a mi marido: “Me parece que no voy más a Abuelas por esto o por lo otro”. Y él me dijo: “Ni se te ocurra”. Y eso me lo dijo de verdad. La película muestra que él me pedía que me quedara, y no. Pero está bien que lo pongan porque otros hombres también retuvieron a sus mujeres diciendo: “Bueno, te quedás porque primero estoy yo”. En el caso de mi marido, nunca me lo dijo. Y una sola vez me dijo: “¿Mis derechos humanos dónde están?”. Y yo le dije: “Me quedo”. Y él me dijo: “No, no, andá. Las Abuelas te necesitan”. O sea que hay un convencimiento de algo en la vida, de un camino.

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