CINE › “CRONICA DE UNA FUGA”
La nueva película de Adrián Caetano narra una historia real de la última dictadura.
› Por Horacio Bernades
“Acá lo que falta es sentido de equipo”, dice el arquero de Almagro en el vestuario, después de un partido perdido. El sentido de equipo será el que finalmente les permita, a Claudio y sus ocasionales compañeros, huir del infierno en el que han caído, después de que esa realidad cotidiana –la del fútbol, el hogar, los domingos, la vida misma– fuera suplantada de golpe por la más pura y atroz de las pesadillas. Lo que narra Crónica de una fuga es un escape que en realidad sucedió, tanto como esa pesadilla. Que no fue precisamente individual, sino de todo un país, una sociedad, una época. En los primeros meses de 1978, Claudio Tamburrini y otros tres secuestrados lograron huir del centro clandestino de detención conocido como Mansión Seré, ciento veinte días después de haber sido “chupados” por un grupo de tareas. Huida histórica, en tanto es la única que se produjo durante la última dictadura militar, motivando además el blanqueo de detenidos y el cierre de esa sucia dependencia del infierno ubicada en Morón, provincia de Buenos Aires.
Pase libre se llama el libro escrito por el propio Tamburrini, en el que el ex arquero de Almagro –sociólogo actualmente, radicado en Estocolmo– narra su histórico escape. Libertad, cautiverio y huida constituyen los tres movimientos que estructuran Crónica de una fuga, desde una luminosa tarde de domingo hasta el momento en que cuatro secuestrados pueden celebrar lo que 30.000 compatriotas jamás pudieron: escapar a su destino de desaparecidos. Con Crónica de una fuga, escrita a cuatro manos junto al propio Tamburrini, hace su tan esperada como postergada rentrée cinematográfica Israel Adrián Caetano, el ya célebre codirector de Pizza, birra, faso y Bolivia, tres años después de Un oso rojo y tras su propio encierro televisivo. Del que, como su personaje, logró huir con vida.
De esa otra fuga exitosa da testimonio Crónica de una fuga, en la que –por aquello del encierro entre cuatro paredes– estaba todo servido para lo televisivo. Rehuyendo la mecánica del plano y contraplano, narrando a fuerza de miradas, dinámica visual y fueras de campo, Caetano reencuentra libertad cinematográfica, allí donde la televisión hubiera secuestrado y hecho desaparecer a más de uno. Tampoco se trata de que Caetano exagere la visibilidad de su oficio, sobreenfatizando nada de lo que suele considerarse “cine”. Confirmando que para él filmar parecería tan natural como para Tamburrini atajar, este histórico de aquellas Historias breves que revolucionaron el cine argentino retoma en Crónica de una fuga la funcionalidad y soberanía visual de Cuesta abajo, su corto para esa compilación.
Caetano narra Crónica de una fuga no como film político, sino como película de género. De género “película de fuga”, con alguna cita al paso al western y la película de terror gótico. La decisión es la más inteligente que podía tomarse. ¿Hacía falta acaso subrayar con textos o líneas de diálogo que los que mantienen a esos jóvenes en cautiverio clandestino, quienes los torturan psíquica y físicamente, esos que apuntan a hacerlos desaparecer para siempre, encarnan a un régimen ilegal, terrorista y asesino? ¿Debía psicologizarse la situación de los cautivos? En ambos casos, el viejo cine argentino, el de los ’80 –ese contra el que Caetano y sus cogeneracionales reaccionaron–, hubiera contestado que sí, y es en ese punto donde Caetano marca la diferencia. De hecho, Crónica de una fuga parece enteramente pensada como reacción frente a aquel viejo cine. Allí donde otros hubieran mostrado la tortura en plano detalle, este icono de lo que alguna vez se llamó Nuevo Cine Argentino corre la cámara los centímetros necesarios para apenas sugerirlo. Allí donde hubiera imperado el maniqueísmo, reina una ambigüedad mucho más inquietante, en la que lobos y ovejas conviven de modo más que confuso. Perfecta concepción: si había un lugar en el que nada estaba claro, era en un centro clandestino de detención de la dictadura.
Hay traiciones, desconfianzas y soplones dentro del grupo de detenidos, que entre otros integran Claudio (Rodrigo de la Serna), Guillermo (un magnífico Nazareno Casero), el Gallego (Lautaro Delgado) y el Vasco (Matías Marmorato). Hay “internas” entre los capturadores, que incluyen a un líder astuto, Huguito (Pablo Echarri), algún secuaz terrible como el Alemán (Daniel Valenzuela) y Lucas, cuidador “blando” (Diego Alonso). Caetano llegó a idear una escena (lamentablemente eliminada del metraje final) en la que secuestradores y secuestrados jugaban un partido de truco. Clímax perverso, ausente en una película que en ocasiones parecería brillar más por lo que no hace que por lo que sí hace. Es evidente que a partir del momento mismo de la fuga –allí cuando un tornillo casual se convierte en llave para la libertad–, Crónica de una fuga se encuentra definitivamente a sí misma, escapando también de la prisión del excesivo cuidado y entregándose de lleno a su propio tornillo, su propia llave a la libertad, que en cine es siempre la de la puesta en escena.
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