CINE › BERLINALE > DANIELA SEGGIARO Y MARIANO LUQUE, DEBUTANTES EN BERLíN
La cineasta salteña presenta Nosilatiaj. La belleza, film de ficción rodado en dos comunidades wichí, en la sección Generation 14 Plus. Y el director cordobés muestra Salsipuedes, sobre la violencia de género, en el Forum del Cine Joven del festival.
› Por Oscar Ranzani
El cine argentino seleccionado por el Festival de Berlín para esta edición tiene la particularidad de que las tres películas que lo representan fueron dirigidas por cineastas del interior del país y filmadas en sus respectivas provincias. Luego de la presentación del documental Escuela Normal, de la realizadora entrerriana Celina Murga –filmado en el colegio secundario de Paraná donde estudió–, a partir de hoy será el turno de los otros dos largometrajes que conforman la tríada nacional en la Berlinale. Al igual que el film de Murga, la ficción Salsipuedes, del cordobés Mariano Luque, fue programada para el Forum del Cine Joven de la muestra cinematográfica que se está desarrollando en la capital alemana. Y en la sección Generation 14 Plus, dedicada a público adolescente, la directora oriunda de Salta Daniela Seggiaro presentará también hoy Nosilatiaj. La belleza, film de ficción rodado en dos comunidades wichí del Chaco salteño.
La madre de Seggiaro es antropóloga y trabaja justamente en el Chaco salteño. Un día, durante una conversación, le contó a su hija la historia de una mujer wichí que vivió en otra región y que, ante un determinado hecho, decidió volver a su lugar de origen. Ese comentario despertó inmediatamente una reflexión en Seggiaro, dado que le resultó de gran interés. Y decidió crear una ficción a partir de la anécdota, aunque alejada totalmente de una mirada antropológica. “Esa historia me pareció muy representativa de la relación cultural que se da entre el mundo criollo o blanco y el wichí; las otredades de todos, no por una cuestión antropológica, sino por la idea de pertenencia a un lugar”, cuenta Seggiaro a Página/12. La historia es simple, pero intensa en su ópera prima: una joven wichí encuentra trabajo como una suerte de criada de una familia criolla. A medida que se desarrolla la trama, la joven va contando en su idioma un hecho que le hace cambiar su relación con el mundo y con otra cultura: le hacen cortar su larga cabellera, símbolo de su belleza que, a la vez, representa un don natural. “Me interesa que sea algo muy personal de ese personaje que puede ser universal –explica Seggiaro–. No necesariamente estoy hablando de la cultura wichí como si uno supiera demasiado de ella. No pretende ser una mirada antropológica, sino mostrar qué importante es para este personaje, en particular, este don que tuvo al nacer, que es la belleza de su cabellera. Y en un punto eso tiene que ver con la belleza de su cultura, la belleza de lo que ella realmente es y de su entorno, de su lugar.”
Una de las particularidades de Nosilatiaj. La belleza es que Seggiaro trabajó con algunos actores wichí. “Nunca consideraría que un actor de Buenos Aires, Salta u otro lado haga de wichí, porque hay toda una forma impresa en el cuerpo y en las actitudes que tienen que ver con el lugar donde nacieron los personajes. Todo eso que la gente trae impreso es muy especial. En eso siempre estuve muy firme porque me parece que tiene que ser así”, argumenta Seggiaro sobre su decisión. La directora ya había trabajado con miembros de esa comunidad y siempre encontró de atractivo “la forma y la naturalidad de trabajar que tiene la gente en esa zona”. “Me parecía que eran muy posibles de dirigir y me gustaba. De hecho, me gustó mucho cómo trabajó Rosmeri como protagonista porque era un desafío venir a Salta, interactuar con otros actores y no interpretar a algo más de su cotidianidad sino un personaje.”
Seggiaro destaca el trabajo de composición de los personajes con los actores wichí como un proceso “que estuvo bueno”. Todos lo que interpretan a los miembros de la familia cuando Yolanda –la protagonista de la historia ficcional– era chica son una familia amiga de la directora desde hace alrededor de ocho años, cuando Seggiaro tenía en mente este proyecto. “Ellos se involucraron desde un primer momento cuando llegué a su comunidad con el guión, en aquel momento. Lo leyeron, les gustó y comenzamos a hablar de los personajes, de qué le pasaba a cada uno y de la historia en general”, recuerda la cineasta.
Nosilatiaj. La belleza es también una película que reflexiona sobre la identidad. Seggiaro comparte esta mirada y la observa “desde la idea de pertenencia a un lugar y de cómo se puede conservar la identidad, aunque uno esté en situaciones muy diversas, en mundos donde esa identidad no tiene una cierta importancia, como en este mundo donde está inserta Yolanda. Ella está inserta en un lugar donde no hay un interés por saber sobre su identidad. Pero, en ese sentido, ella tiene una reflexión todo el tiempo”.
Mariano Luque comenzó a escribir el guión de Salsipuedes en 2008. Y para elaborarlo se basó en situaciones cotidianas de su entorno. Claro que no solamente al más cercano, sino también al contexto social que significa Córdoba. Para clarificar este concepto conviene adelantar un poco la trama de Salsipuedes: Carmen (Mara Santucho) y su marido, Rafa (Marcelo Arbach), están pasando una jornada de camping durante un día en que el sol brilla y calienta. Pero ninguno de los dos parece disfrutar del asunto. El motivo de Carmen es obvio: la primera escena la muestra con el ojo morado y no es producto de un accidente. Luque señala que abordar, en clave de ficción, la violencia contra la mujer no le surgió desde una perspectiva temática. “Como creo que le debe pasar a la gente que escribe guiones, que no arranca por el tema, sino por imágenes o escenas y de una u otra forma se va conformando el tema”, argumenta. Y lo amplía aún más: “Entonces, salió de modo bastante natural. Mi intención era hablar sobre esta cuestión de machismo y de violencia contra la mujer, pero se fue creando a partir de las escenas y de imágenes que he visto en la realidad”, agrega el director.
Una de las características del tema de Salsipuedes es que la violencia de género está abordada con sutileza. “Más allá de pensarla de un modo sutil, que es la clave con la que me gusta laburar en este tema u otros, la apuesta que quería hacer era que se utilice el humor cordobés, pero saliendo de esos fines estereotipados por los cuales se entiende al cordobés de chabacano, gracioso”, cuenta Luque. ¿Por qué? “Es que también muchas veces ese humor esconde una gran carga de violencia simbólica y eso era lo que quería expresar”, admite el realizador, quien entiende que, en general, existe una tendencia a relacionar al cordobés con el humor. “Nuestra prueba era ver qué pasa si se utiliza ese humor con fines dramáticos y no tan chabacano ni estereotipado”, agrega Luque.
Si en los casos de violencia de género hay negaciones o silencios cómplices, la historia de Salsipuedes no podía ser una excepción. Y esa actitud está representada por la familia de la protagonista: su madre y su hermana. “La idea era ver cómo la familia mantiene y naturaliza estos hechos. No es sólo la violencia explícita (por esta cuestión icónica que tiene Carmen), sino que es mucho más complejo. También existe una naturalización por parte del entorno. Por lo menos en este caso en particular”, destaca Luque. El cineasta aclara que no hizo muchos estudios sobre la violencia contra la mujer para hacer esta película: “Es como un caso particular que trata esta historia. Haciendo esa salvedad, lo que quise tratar era el tema de cómo mantienen esa violencia según los vínculos familiares.”
Al margen de la marca de Carmen, hay una violencia latente en la historia. “Mi idea no era mostrarla de modo explícito, primero porque no generaría ningún tipo de expectativa, sería como mostrar algo directo. No se podría construir mucho. Y segundo, porque me pareció más importante hablar de esta violencia más naturalizada o escondida justamente para tratar de ponerla en evidencia en esta historia particular. No siempre la violencia física es la única que existe. Incluso, a veces, la violencia verbal y psicológica es mucho peor”, considera Luque.
A la hora de pensar la importancia que significa que sus películas hayan sido seleccionadas para el Festival de Berlín, Seggiaro se entusiasma con la respuesta: “¡Está buenísmo!”, es lo primero que le sale decir. “Terminamos la posproducción recién en noviembre y uno de los lugares a los que aspiraba intentar presentarla era Berlín.” Pero ese entusiasmo también está combinado con una actitud cauta. “No sé bien qué va a pasar en el festival, no tengo noción realmente de qué puede significarle a la película en sí, pero ya lo que le está pasando es muy bueno para todos. Va a ser una gran experiencia, aunque todavía no dimensiono bien. Pero hubo películas que para mí fueron importantes como La ciénaga o El custodio, que pasaron por Berlín y, entonces, es un honor”, dice Seggiaro con una gran humildad. Su colega cordobés también se entusiasma: “Primero que nada nos pone muy contentos a todos los que integramos el equipo. La verdad es increíble, porque es uno de los festivales más importantes del mundo, muy riguroso en su selección, así que también es un gran orgullo poder participar”, subraya el director de Salsipuedes.
¿Hasta qué punto la Berlinale, por su dimensión, permite adquirir proyección internacional a las películas? La directora salteña no lo tiene claro: “Es algo que puede suceder allá. Realmente es mi primer paso por estos lugares. Ya están llegando mails de algunas personas de la industria (o de diferentes lugares, por el hecho de estar en el catálogo) que demuestran interés. Me imagino que si la película gusta en un festival importante como ése, sí va a tener proyección internacional. La verdad es que siempre me resultó muy interesante cómo se dará acá, en la Argentina”. Luque, en tanto, opina que, al ser uno de los festivales más prestigiosos, “la movida de prensa que conlleva todo esto y la visibilidad que adquiere es bastante grande”. “Lo he visto con otras películas que han participado en esta misma sección y, por lo menos, visibilidad se les da. Y eso es bueno a la hora de poder proyectarlas y de pensar en una película nueva. Uno ya tiene ciertos avales o instancias de legitimación para que la próxima película la pueda hacer más tranquilo”, considera el cineasta.
Con respecto a si una película seleccionada para festivales importantes como, por ejemplo, Berlín o Cannes puede “arrastrar” mayor convocatoria a la hora del estreno en la Argentina o si éste es un aspecto que el público no tiene en cuenta, Seggiaro opina que los espectadores pueden tenerlo en cuenta “según cómo le vaya a la película en estos festivales”. “No por ir, nomás, sino si le va bien, si tiene una buena crítica, si tiene algún premio. Como pasó con Las acacias: creo que les permite una mejor vida. Apostando a eso fue la idea de ir a Berlín. Si no, hubiera preferido que el estreno mundial fuera en nuestro país. Pero con la apuesta de que la película tenga una mejor vida a la hora de estrenarse es que vamos a Berlín”, confiesa la directora. Luque coincide con Seggiaro en que depende del público “del que se esté hablando”. “Obviamente, lo que estas selecciones provocan es que uno pueda tener más notas en los diarios o en medios especializados. Y ahí es donde la gente que ve mucho cine observa los logos de Berlín o de tal festival y, entonces, tiene cierto aval y eso puede llevarla a confiar en esa película.”
En relación con el interés que ha despertado el cine joven argentino en los festivales más prestigiosos del mundo, Seggiaro dice: “Creo que hay una capacidad superinteresante de contar historias en el cine joven argentino, tiene que ver con eso. No creo que en los festivales internacionales haya una especie de moda, sino que les gustan realmente las películas. El mérito lo tienen las películas”. Para Luque, en tanto, el fenómeno del cine joven nacional en los festivales internacionales “es increíble”. Sin que sea un dato plenamente exacto, pero sí aproximado para entender el fenómeno, el director cordobés comenta que escuchó que “la cantidad de estudiantes de cine que hay en la Argentina es similar a la que hay en toda la Comunidad Europea”. “El dato me llegó de varias bocas. Entonces, se produce mucho y de alta calidad. Aunque tampoco puedo definir calidad, pero, bueno, los festivales las aceptan.”
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