Mié 18.04.2012
espectaculos

CINE › TIEMPO DE FICCIóN EN LA COMPETENCIA ARGENTINA

Al encuentro de la realidad

Masterplan es una comedia que va de lo tarantiniano a un cuento de hadas bien porteño; Cassandra sigue a una periodista que se interna en comunidades tobas y wichís del Impenetrable chaqueño; y Villegas propone un clásico reencuentro familiar.

› Por Horacio Bernades

Tiempo de ficción en la Competencia Argentina del Bafici. De ficciones que eligen contaminarse de lo real. Es el caso de Masterplan y Cassandra. Comedia que va de lo tarantiniano a un cuento de hadas bien porteño, algunos “actores” de Masterplan aparecían en Novias - Madrinas - 15 años, documental que sus realizadores, Diego y Pablo Levy, presentaron en el Bafici 2011. En Cassandra, una periodista va al encuentro de lo real, representado por comunidades tobas y wichís de la provincia del Chaco que se hallan en plena protesta, en defensa de sus tierras. Opera prima de Gonzalo Tobal, Villegas proclama desde el título su voluntad de instalarse en lo real, para implantar allí una ficción absolutamente clásica. Villegas, no por Juan Villegas (realizador de Sábado y Los suicidas, aquí coproductor), sino por la localidad de General Villegas, centro gravitatorio de la película.

Novias - Madrinas - 15 años era un documental-comedia, Masterplan es algo así como una comedia trágica. Casi hasta el final, al menos. Presionado por sus planes de casamiento (que más parecen los de su novia), el protagonista, Mariano Cohen, comete el error de prestarle oídos a su cuñado, a quien se le ocurrió el masterplan del título. El plan consiste en que Mariano le pase su tarjeta de crédito, el cuñado la “queme” en electrodomésticos y Mariano denuncie el robo de la tarjeta, quedándose con plasmas, microondas y etcéteras. De allí en más, la vida de Mariano se convierte en una pesadilla, tratando de convencer a inspectores de seguros, peritos policiales, novia, amigos y parientes de una truchada que él es el primero en no creerse. Que toda la película esté narrada desde la persecuta del protagonista no justifica que la novia aparezca como un pain in the ass absoluto: si se tratara sólo de persecuta, no tendría por qué hacer los comentarios idiotas que hace. Menos aún si también los hace la suegra. Pero no el suegro. Producida por la compañía de Daniel Burman y Diego Dubcovsky, más allá de la posible misoginia, en términos genéricos la película de los Levy funciona por completo. Impecable en términos visuales, tiene timing, actores convincentes (el protagonista, Alan Sabagh, se la pone al hombro) y hallazgos de esos que muy cada tanto. Como el actor que hace de homeless (Andrés Calabria) y que resulta no ser un actor: era uno de los vendedores de telas de Novias - Madrinas - 15 años.

En Extranjera y El recuento de los daños, Inés de Oliveira Cézar trasponía Ifigenia y Edipo Rey a la contemporaneidad. Ahora vuelve a los griegos, en la figura de Casandra (no se entiende muy bien por qué el título nombra a la sacerdotisa de Apolo con dos eses, a la inglesa, cuando en castellano se escribe con una sola). Recién licenciada en Letras, Cassandra (Agustina Muñoz) hace sus primeras armas en el periodismo. El editor de la publicación cultural en la que trabaja (Alan Pauls, tomando tal vez el papel de Apolo) acepta la propuesta de una nota sobre las protestas de comunidades originarias en el Impenetrable chaqueño. La película narra el viaje y la confrontación con la realidad de tobas y wichís, haciendo uso de un puñado de entrevistas documentales (lo cual la hace parecer una versión trunca de Los labios). Además de los temáticos y estéticos, hay en Cassandra otros choques, algo más simbólicos: el de lo poético-literario y lo periodístico, el de la primera y tercera persona y, sobre todo, el de la manipulación mediática y la realidad. Como El recuento de los daños, en términos de puesta en escena la película de Oliveira Cézar es exquisita. Pero peca de solemnidad y, a diferencia de su protagonista, no se deja arrastrar por esa realidad que parecería querer mostrar, pero que en los hechos deja ver más bien poco.

Junto con Los salvajes, que participa de la Competencia Internacional, Villegas es la película-FUC por excelencia de esta edición del Bafici. Todos los nombres involucrados, delante y detrás de cámara, llevan el sello de esa casa de estudios. El director, el debutante Gonzalo Tobal (1981), estudió allí, y ni qué hablar del coproductor, Juan Villegas, el director de fotografía, Fernando Lockett, la montajista, Delfina Castagnino, y ambos coprotagonistas, claro, “los estébanes” Lamothe y Bigliardi. Que no habrán estudiado allí pero trabajan casi en exclusividad para graduados de esa escuela, desde Castro y Todos mienten hasta El estudiante, pasando por Lo que más quiero y Un mundo misterioso. Por su sobrio clasicismo, su ritmo asentado y parejo, su narración apoyada sobre el trabajo de los actores, de todas las nombradas tal vez sea El estudiante la película con la que Villegas más vínculos parece guardar. Aunque, hay que decirlo, algunos momentos de contemplación le dan un toque de Lo que más quiero.

De tan clásica, la excusa narrativa pudo haber dado lugar a un film pesadamente académico. Dos primos, radicados en Buenos Aires, deben volver a General Villegas, para asistir al funeral de un familiar. Las oposiciones entre ambos son, si se quiere, básicas: uno (Bigliardi) es un bohemio que no da pie con bola, y no sabe qué va a ser de su vida; el otro (Lamothe) acaba de empezar un trabajo “serio”, tiene un aspecto aún más serio y se halla en plenos preparativos de casamiento. En Villegas, movidos por el duelo y el reencuentro con la familia, ambos pondrán sus vidas en perspectiva. Carradas de películas españolas, de esas tan impecables y previsibles, están basadas sobre planteos semejantes. Pero hay una diferencia clave. Mientras que el cine académico parece filmado con un ojo en la lente y el otro en el manual de guión y realización, en Villegas hay una verdad, dada tanto por el compromiso de ambos protagonistas como el del realizador con ellos. Que bajo su tersa superficie la película contiene emociones profundas queda claro en una gran escena, que pasa, en dos o tres planos, de la simple descripción a la densidad, volviéndose tan pastosa como la voz de Marlene Dietrich, que le sirve de fondo.

* Masterplan se verá por última vez mañana a las 13.45 en la Sala 1 del C. C. Gral. San Martín. Cassandra, hoy a las 15.15 en el CCGSM Sala 1 y el viernes 20 a las 18.30, en el Teatro 25 de Mayo. Villegas, hoy a las 22.30 y el viernes a las 13.45 en Hoyts 11.

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